El objetivo de desarrollo sostenible de la ONU número 10 marca la reducción de las desigualdades en y entre los países y ha sido un tema que El Ágora ha tratado en numerosas ocasiones en diversos artículos. Una consecuencia indeseable de esas desigualdades es cuando son aprovechadas para beneficio propio por las clases más poderosas ya sea en forma de esclavismo soterrado o como en el caso de la fascinante serie coreana El Juego del Calamar como forma de entretenimiento a partir de la desesperación de esas personas.
La necesidad de un numeroso grupo de personas agobiadas por su situación personal y dispuestas a todo para resolver su problema les lleva a participar en una serie de juegos donde la recompensa final es similar a la que podrían tener ganando todas las series del Gordo de Navidad. En el fondo no deja de ser una enorme crítica social sobre las desigualdades sociales en Corea del Sur y utilizar esa forma de desesperación de los pobres para regocijo y divertimento de los ricos y poderosos.
Su estreno ha sido una verdadera sensación mundial y al entrar plenamente dentro del ámbito de los ODS de la ONU, es un verdadero placer analizar desde mi rincón del fin de semana, la gran joya que es El Juego del Calamar.


La trama
Seong Ji-Hun es una persona que ha tocado fondo en su vida, tras ser despedido de la fábrica de automóviles en la que trabajaba tras una reestructuración y ser incapaz de encauzar su vida. El pobre ha caído en una ludopatía que sufraga robando a su madre el poco dinero que tiene.
Un día es contactado por una persona misteriosa que le ofrece una salida a su situación si acepta unirse a un juego de supervivencia en el que el ganador obtendría una estratosférica suma cercana a los 33 millones de euros. Acorralado por las deudas y sin ninguna otra opción acepta el ofrecimiento y es trasladado de incógnito a una isla que es el lugar donde van a tener lugar los juegos junto con otras 455 personas en su misma situación.
Las luchas de supervivencia como entretenimiento han sido una constante desde los tiempos de los gladiadores romanos hasta muchos de los realities actuales como Survivor y han tenido amplia repercusión en productos audiovisuales como Battle Royal o Los Juegos del Hambre y en ese género es donde se puede inscribir inicialmente El juego del Calamar.
El toque distintivo y original de El Juego del Calamar es que los 456 participantes iniciales van a competir en juegos infantiles coreanos muy sencillos de jugar y carentes de complicación alguna. Todo ello diseñado con una estética diferenciadora entre los tres niveles de personas que intervienen en el juego, como son los competidores, los guardianes y los jefes, como pueden comprobar en el tráiler oficial de la serie.
La presentación de los personajes principales es muy efectiva, puesto que en lugar de hacerlo mediante el recurso facilón del flash-back una vez llegan todos al complejo del juego, lo hacen con un hábil y estudiado giro de guión que les permite en el segundo capítulo mostrar las circunstancias personales de todos los personajes más importantes de El Juego del Calamar, sin recurrir a la perdida de la linealidad temporal.
La estética de producción es realmente impresionante y nos traslada a universos dignos de Escher con un uso muy hábil de la paleta de colores y la señalética para orientarnos rápidamente entre todos los grupos que conviven en ese lugar remoto.
Su creador ha sido el interesante director cinematográfico Hwang Dong Hyuk que ha trabajado trece años en el proyecto desde que tuvo la idea inicial de utilizar los juegos infantiles coreanos para un juego de supervivencia.
Mientras tanto se consagró gracias a dos películas muy populares como Miss Granny y sobre todo The Fortress, pero nada comparable con la locura que está desatando estas semanas posteriores a su estreno en Netflix.
La habilidad con que ha mezclado la crítica a las desigualdades existentes en la sociedad coreana representada en cada participante, con la sencillez evidente de unos juegos de niños, ha conseguido la mezcla perfecta para enganchar al espectador, al dejarlo siempre en vilo al final de cada capítulo y con la imperiosa necesidad de ver el siguiente de forma inmediata.
Estoy evitando deliberadamente proporcionar muchos más detalles concretos tanto de los participantes como de los juegos porque el factor sorpresa es muy importante en la experiencia de visionado de El Juego del Calamar y no deseo por nada del mundo estropear ese visionado.
Los actores
Lee Jung-jae es una gran estrella del cine y la televisión coreana con series como la excelente Chief of Staff, que le han catapultado a ser uno de los actores más cotizados de su país.
En esta ocasión cumple perfectamente como el atormentado protagonista Seong Yi-Hun que tiene enormes remordimientos de conciencia por todo lo que ha hecho en su vida, pero todavía los tiene más grandes por el embolado en que se ha metido.
Completamente desbordado, en muchas ocasiones se enfrenta a una toma de decisiones con dilemas morales complejos y nada evidentes.
Epílogo
El juego del calamar está siendo la gran sorpresa televisiva otoñal, al ser una historia completamente adictiva y que nos muestra de primera mano, muchos de los problemas existentes en la sociedad coreana sintetizados en todos y cada uno de los participantes que aceptan jugar.
Si ya han visto la serie les invito a que profundicen en su interior, con el siguiente video donde sus responsables explican las interioridades del rodaje de la serie y los retos a los que se han tenido que enfrentar para ilustrar esos espacios de juego. Si no la han visto, mejor que pasen de largo del video final.
Conocer otras sociedades y culturas, siempre ha sido uno de mis objetivos desde este rincón del Ágorafinde de El Ágora y no se me ocurre nada mejor que El Juego del Calamar para conocer de primera mano el caso coreano.
