Quien conoció el río Manzanares hace unos años y ha paseado últimamente por su ribera habrá podido observar que su aspecto ha cambiado. Del agua oscura, estancada y prácticamente sin vida se ha pasado a un cauce limpio con agua clara que acoge a una gran variedad de especies de flora y fauna. Se podría decir que la vida ha vuelto al Manzanares. Esta nueva imagen es el resultado de levantar las compuertas para dejar que el agua fluya, una propuesta de Ecologistas en Acción para renaturalizar el río que comenzó en 2016 con el apoyo del anterior Ayuntamiento de Madrid.
Es sábado por la mañana y más de 100 personas se han dado cita frente a la madrileña Glorieta de Pirámides para conocer la nueva imagen del río de la mano de varios miembros de la organización ecologista, en una de las frecuentes visitas guiadas para dar a conocer el nuevo aspecto del río.
Santiago García Barajas, miembro de Ecologistas y el guía durante la visita, lleva al grupo a la primera parada, cerca del Puente de Toledo. Con el bosque de ribera bajo nuestros pies, Barajas explica que el intento de convertir el Manzanares en un río de la envergadura de otros europeos hizo que, en los años 50, se colocaran presas para acumular el agua y que su caudal fuese mayor. Durante esos años, el río “era una sucesión de piscinas de agua oscura, inerte y con mal olor en verano”.


Durante nuestro paseo en dirección al Puente de San Isidro, vemos mimbreras, álamos blancos y negros, juncos y, con ellos, especies animales como la gallineta, la garceta común o el ruiseñor bastardo. “Es increíble cómo ha recuperado su aspecto natural en cuanto se le ha dado espacio para que el agua fluya”, opina Barajas.
Paramos cerca del Puente de Segovia, donde el experto recuerda los años donde la M-30 dejaba al río en un segundo plano. Incluso después de la creación de Madrid Río, la zona ajardinada que sustituye a la carretera, “la gente seguía sin fijarse en el río, no había nada que ver, era como si no existiera”, lamenta.
Llegamos al Puente del Rey con varias garcetas comunes frente a nosotros, y buscando, prismáticos en mano, varias especies de aves que, tímidas, se esconden entre los juncos.
Vuelta a lo natural
Poder observar tan rica diversidad en pleno centro de Madrid es consecuencia del proceso de renaturalización del río. El primer paso fue levantar las compuertas que mantenían el agua estancada en varios tramos del río desde 1955. Tras esa acción, “el agua de las piscinas, que en algunos puntos tenía hasta dos metros de profundidad, pasó a ser un flujo continúo de agua”, explica a El Ágora Erika González, portavoz de Ecologistas en Acción.
Y así, la imagen de un Manzanares con agua negra y estancada volvió a ser la natural del río, un flujo de agua limpia de unos 20 o 30 centímetros, “lo normal para un río mediterráneo, sin mucho caudal”, detalla González. Recién levantadas las compuertas, “lo más bonito fue escuchar el ruido del agua de nuevo y darnos cuenta de que tenemos un río vivo en Madrid”.
El proyecto de renaturalización propuesto Ecologistas contemplaba la intervención en algunos tramos para facilitar la creación de orillas e islas y que pudieran albergar la flora y la fauna, pero “no fue necesario porque el río lo hizo solo y en cuestión de meses”, relata la experta.


“Se crearon islas y orillas en pocas semanas, que fueron colonizadas por una gran cantidad de animales y plantas. No nos esperábamos que ocurriera tan rápido”. Las semillas que bajaban por el curso del agua se fueron depositando en las islas, y el sol y los nutrientes del agua hicieron el resto. “Fue una explosión de vida y de crecimiento vegetal”, recuerda. La mayor parte de las especies son autóctonas: varios tipos de sauces y de álamos, eneas, juncos o carrizos, entre otras.
Tanto la vegetación como las aguas del río pronto fueron habitadas por más de 80 especies animales. El paso de aguas estancadas a aguas que fluyen trajo consigo un importante cambio en las especies de peces: de las carpas, capaces de vivir en aguas más eutrofizadas y estancadas, se pasó a una gran presencia de barbos, autóctonos e incapaces de vivir en el otro tipo de sistema por la falta de oxígeno.
Las aves que antes se podían observar, algún pato o gaviota y otras especies de manera anecdótica, han dado paso a una amplía diversidad de especies vinculadas a las islas y a las zonas de arbolado, como la gallineta o el martín pescador, o a un cauce poco profundo como las garzas, que ahora caminan sobre las aguas someras en busca de peces, describe la experta.


Además de los barbos y las aves, hay otra especie emblemática que da fe de la buena calidad del agua: la nutria. A mediados de 2019 se avistó a un macho de gran tamaño y poco después a otro ejemplar más pequeño, que podría ser una hembra. La especie, que está en peligro de extinción en la Comunidad de Madrid, abandonó el río hace décadas huyendo de la contaminación de las aguas como consecuencia de la actividad humana por lo que su regreso a un hábitat que antes fue suyo se ha recibido con alegría.
Buena acogida social
Desde 2019, las visitas guiadas para mostrar la renaturalización del Manzanares son más frecuentes por parte de la organización ecologista. “Por suerte, cada vez se valora más tener un espacio así en una ciudad como Madrid, e interesa aprender los procesos ligados al río o identificar las especies que se pueden ver. Creemos que eso ayuda a incrementar la sensibilidad con el espacio y a preocuparte de que esté bien, de que se mantenga y se conserve”, asegura González.
Cristina es una de las personas que se han unido a la visita. Esta joven bióloga de Morata de Tajuña califica de “idílico” el aspecto actual del río. “Llevo toda la vida viendo un pozal en lugar de un río. El cambio ha sido increíble. La naturaleza hace magia si la dejamos que actúe”, explica.


Como ella, más de un centenar de personas han asistido a esta visita, una “muestra del respaldo social a la renaturalización del río”, afirma la experta, en referencia al debate que surgió con la subida de las compuertas, pues estas permitían contar con el caudal suficiente para que los aficionados al remo pudieran practicar en el río, y su subida causó malestar y enfado en el sector.
Otras de las asistentes, Sonia y María Luisa, amigas de Boadilla del Monte, han venido a la visita acompañadas de sus hijos. Para ellas, “la renaturalización ha sido algo maravilloso, porque por fin podemos disfrutar de un río de verdad en Madrid”.
