Joanie Lemercier lleva 12 años creando bellas instalaciones que combinan tecnología, luz y entramados geométricos. Redes y líneas digitales permiten realizar al artista francés (Rennes 1982) paisajes llenos de luz para reivindicar una naturaleza cada vez más acosada por el ser humano.
Paisajes de luz es su primera gran exposición individual en España. Anteriormente visitó Barcelona donde mostró una de sus creaciones: Constellations. “Es una exploración de las estrellas, las constelaciones y la inmensidad del cosmos, lo que sugiere la belleza de la geometría, las estructuras simples y complejas del universo”, comentó Lemercier de su obra.
Pionero del videomapping y la tecnología creativa, propone una inmersión por paisajes que nos invitan a contemplar y salvaguardar la naturaleza. La exposición se podrá ver hasta el próximo 25 de julio (con reserva de entrada por medio).
Recorriendo con el artista la exposición, por el Espacio Fundación Telefónica, sus intenciones quedan claras al preguntarle: ¿Tus naturalezas están desprovistas de figuras humanas, aparecen desnudas ante nuestra contemplación? ¿Es algo premeditado? Su respuesta es clara “Sí, no están en mis obras porque el ser humano la está destruyendo”. Sin embargo también opina que somos parte del problema y de la solución.
A Lemercier le interesa también usar tecnología que se ha podido quedar obsoleta para ver qué impacto tiene


Paso del tiempo
La tecnología aporta sus problemas, pero también es creatividad y pensamiento. Este artista, cofundador del colectivo AntiVJ pretende con Paisajes de luz acercar al público la “innovación tecnológica, cómo se aplica a la creatividad y cómo se manifiestan las inquietudes actuales a través de herramientas digitales”. Lemercier, hace uso de proyectores para generar experiencias que amplían nuestra percepción visual. “Las herramientas digitales ofrecen distintas tipologías que generan espacios, sombras y volúmenes a la mirada”.
Paisajes de luz acerca al público a las inquietudes actuales a través de herramientas digitales
Los paisajes que crea llevan al público a observarlos desnudos y cambiantes. La simulación lumínica del paso del tiempo sobre ellos junto con la música que acompaña a estas instalaciones, permiten la reflexión con el impacto visual que producen. Desde líneas abstractas hasta enormes montañas generadas por ordenador el trabajo de Lemercier consigue con sus proyectores cambiar y transformar la apariencia de sus paisajes y hacernos cuestionar la realidad.


Juliette Bibasse, comisaria de la muestra, dice que “para Lemercier la luz es el medio y el espacio el lienzo”. “Si bien la primera parte de la exposición es más literaria, la segunda se vuelve más figurativa. Se trata de tener dos caras de la misma moneda”, sostiene la comisaria de la exposición. De las siete instalaciones expuestas, tres han sido diseñadas específicamente para el Espacio Fundación Telefónica: Edges; The Hambach Forest and the Technological Sublime y Desirable Futures.
Reales, ancestrales y personales
La primera parte de la exposición, por tanto, nos acerca a paisajes inspirados en lugares reales, leyendas ancestrales y experiencias personales, geografías imaginarias nacidas de la colaboración entre el ser humano y la máquina.
Es el caso de la obra Edges (Aristas), introduce elementos de expresión clave en la primera etapa de Lemercier: geometrías y líneas, mediante las cuales el artista explora una topología tecnológica y nos introduce en la exposición.
“La líneas iluminan los diferentes planos que se generan. Es simple y estática pero muestra la belleza de la luz. En ella trato mostrar los elementos basándome en patrones y geometrías”, explica Lemercier.
En Montagne, cent quatorze mille polygones (Montaña, ciento catorce mil polígonos), un valle rodeado por montañas creado a partir de una retícula distorsionada por un algoritmo, pone de manifiesto la difusa línea entre lo que consideramos real y la simulación generada mediante funciones matemáticas. El artista nos invita a acercarnos y alejarnos para tener posiblemente dos visiones de lo que es esa red, que está presente en toda la exposición y que el artista convierte en metáfora. “Aquí, en esta montaña, el silencio es fundamental”, comenta Lemercier.


En su serie de los volcanes, las instalaciones Eyjafjallajökull y Fuji revelan la grandeza de la naturaleza frente al ser humano. La primera de las piezas está inspirada en el volcán islandés que se hizo famoso al causar enormes estragos en el tráfico aéreo de Europa en la primavera de 2010, pero que fue fuente de creación para el artista. El día de la erupción debía volar para realizar una residencia en Nueva York. Durante dos semanas se pasó horas dibujando su propia silueta y estudiando la erupción. Esta obsesión se tradujo en inspiración, convirtiendo al volcán en el elemento central de la instalación planteada para la residencia artística.
“Conseguí llegar dos días antes de la inauguración y lo único que podía hacer era dibujar eso que tanto me había sobrecogido. Con el poco tiempo que tenía no podía hacer nada muy ambicioso, tenía que ser algo rápido y preciso. Entonces descubrí el zapping inverso. Puse el proyector con el archivo del suceso y dibujé todo lo que pude”, recuerda. Así, la naturaleza se mostró en toda su grandeza”. Según la publicidad el zapping inverso: es la creación de expectativas y experiencias. El zapping ya no existe. El consumidor va directamente a lo que quiere. Las marcas deben ofrecer contenidos o historias que interesan.


Eyjafjallajökull fue el primero de la serie de los volcanes de Lemercier. La obra, una topografía reticular dibujada directamente sobre dos paredes perpendiculares, transporta al espectador al escenario de la fuerte explosión que llevó a uno de los mayores volcanes de Islandia a producir una inmensa nube de cenizas.
La segunda instalación dedicada a los volcanes está compuesta por otro paisaje a gran escala dibujado a mano que representa el monte Fuji aumentado por una capa de luz proyectada. Se trata de una proyección que juega sobre el dibujo para recrear una versión abstracta, hecha a base de luz.
La idea para Fuji era diferente. Lemercier se inspiró en El cuento del cortador de bambú, una leyenda japonesa del siglo X, sobre una pequeña princesa que viene de la luna y es encontrada en una caña de bambú. “Basamos la narrativa de la instalación en los capítulos de esa historia. Aunque no vemos a la princesa contamos la historia a través de la luz, vemos el bambú y la luna”, explica. “Con ella disfruté también de la colaboración con los estupendos compositores de su música”, explica el artista.


Lemercier piensa que no siempre es necesario utilizar la tecnología más puntera. De hecho, le interesa “usar tecnología que se ha podido quedar obsoleta para ver qué impacto tiene”. En Paysages posibles (Paisajes posibles) utiliza un plóter que actúa como extensión de su mano y dibuja, cada vez, una montaña diferente.
Nos cuenta que “la idea de estas imágenes viene de la frustración. Las instalaciones se proyectan pero no hay nada físico. Ese es el problema de lo digital, que es un archivo en un dispositivo y con el plóter podía crear una imagen física”. Tras varias horas de trabajo cuelga el dibujo que ha generado el software observando que, en ocasiones, comete errores “que nos recuerdan a la parte humana, mostrando así las pruebas y errores surgidos de los fallos del propio software, que forman parte del proceso creativo de la obra”, explica Lemercier.
El maltrato a la naturaleza
En contraste con los entornos diseñados digitalmente, la segunda parte de la exposición descubre la realidad de una naturaleza repleta de cicatrices causadas por la sobreexplotación humana.
A través de colosales imágenes captadas con un dron, Lemercier abandona la ficción para enfrentarnos a la sobrecogedora urgencia de salvaguardar nuestro entorno. Ejemplo de ello es The Hambach Forest and the Technological Sublime (El bosque de Hambach y lo Sublime Tecnológico), una instalación en la que el artista francés muestra la deforestación de uno de los bosques más antiguos de Europa, a 200 kilómetros de Bruselas, donde se ha establecido la mayor mina de carbón del continente.
El bosque de Hambach se ha convertido así en objetivo de la lucha contra el cambio climático y de la preservación de la biodiversidad. El artista se sintió conmovido cuando conoció esta situación, de hecho él vive en Bruselas, y la visitó como ciudadano.
En ocasiones, Lemercier abandona la ficción para enfrentarnos a la sobrecogedora urgencia de salvaguardar nuestro entorno


El bosque de Hambach y lo Sublime Tecnológico es una instalación en la que el artista francés muestra la deforestación de uno de los bosques más antiguos de Europa
Cuando le comento que estoy impresionada por las imágenes y que no conocía esta situación, el artista me expresa que cuando le informaron a él también “le pareció realmente imposible que existiera algo así tan cerca de Bruselas; yo tampoco había oído hablar de ello”. Esta mina de carbón alemana ha acabado con el 90% de la superficie del bosque y ha creado una auténtica herida en la tierra.
Lemercier brinda apoyo con su trabajo a organizaciones internacionales que combaten el cambio climático, como Fridays for Future: “Es importante tener un diálogo abierto sobre lo que está pasando y es importante usar la tecnología para contar estas historias”, explica el creador galo.
La muestra concluye con Desirable Futures (Futuros deseables), un espacio de meditación y contemplación donde el artista invita a los visitantes a reflexionar sobre el presente, a reactivar nuestra capacidad de ver el mundo y a comprometernos con él, imaginando y construyendo nuevas realidades, además de mostrarnos los procesos de su tarea creativa.