Kandinsky y Mondrian, el camino del paisaje a la abstracción

Kandinsky y Mondrian, el camino del paisaje a la abstracción

Kandinsky y Mondrian, el camino del paisaje a la abstracción

Nuestro colaborador Julián H. Miranda revisa las figuras de Vasily Kandinsky y Piet Mondrian, dos de los grandes artistas de la vanguardia histórica, que ahora coinciden en sendas muestras en Bilbao y Madrid. El experto analiza la importancia que tuvieron sus comienzos figurativos en su camino hacia la abstracción


Julián H. Miranda | Especial para El Ágora
Madrid | 27 noviembre, 2020

Tiempo de lectura: 8 min



Hace 26 años la Fundación La Caixa presentó en Madrid y Barcelona una exposición oportuna, dedicada a Vasily Kandinsky (Moscú, 1866- Neuilly-sur-Seine, Francia, 1944) y a Piet Mondrian (Amersfoort, 1872- Nueva York, 1944), dos de los grandes vanguardistas que lideraron el paso de la figuración a la abstracción.

Ahora dos exposiciones, una en el Museo Reina Sofía y otra en el Museo Guggenheim Bilbao, coinciden en el tiempo y eso nos permite acercarnos de nuevo a dos estéticas muy poderosas, la de Mondrian y De Stijl en las salas del museo madrileño (hasta el 1 de marzo de 2021) y las piezas de Kandinsky, procedentes de los fondos del Museo Guggenheim de Nueva York, colgadas en el museo bilbaíno hasta el 23 de mayo.

Estos dos artistas han inspirado a numerosos creadores en el último siglo, no sólo por sus obras depuradas que tuvieron diferentes períodos de evolución artística sino también por el legado que dejaron en numerosos escritos, bien en forma de libro como en el caso de pintor ruso: De lo espiritual en el arte, Punto y línea sobre plano o Mirada retrospectiva, o en los textos que nos dejó Mondrian en la revista De Stijl (El Estilo) fundada por Theo van Doesburg, en la que el pintor, auténtico patriarca del movimiento en los Países Bajos, colaboró de 1917 a mediados de la década de los años 20, aunque la revista se siguió publicando hasta 1931.

Vasily Kandinsky. Fragmentos, mayo de 1943. Óleo y gouache sobre tablero. 41,9 × 57,9 cm. Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York, Colección Fundacional Solomon R. Guggenheim 49.1224. © Vasily Kandinsky, VEGAP, Bilbao, 2020
Vasily Kandinsky. Fragmentos, mayo de 1943. Óleo y gouache sobre tablero. 41,9 × 57,9 cm. Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York, Colección Fundacional Solomon R. Guggenheim 49.1224. © Vasily Kandinsky, VEGAP, Bilbao, 2020

Tanto Kandinsky como Mondrian tenían una buena formación intelectual. Un rico dominio de la cultura ortodoxa rusa que partía del mundo bizantino en el caso del primero, y un sólido conocimiento por parte de Mondrian de artistas franceses como Chardin o  Courbet, o el holandés como Jan Braet von Überfeldt con el que se relacionó.

Pero en el objetivo de los dos, tras un período inicial figurativo, ya latía el impulso innovador dirigido a la modernidad plástica. A ambos la naturaleza les inspiró en sus primeras pinturas y en ellas  demostraron una inclinación a vivir en armonía con su entorno natural como se observa en muchas de las obras presentes en las dos exposiciones.

«Dos exposiciones, una en el Museo Reina Sofía y otra en el Museo Guggenheim Bilbao, coinciden en el tiempo y nos permiten acercarnos a dos estéticas muy poderosas, las de Kandinsky y Mondrian»

La exposición del Museo Guggenheim Bilbao reúne 62 obras, la mayoría pinturas y algunas acuarelas y xilografías, seleccionadas por Megan Fontanella, conservadora de Arte Moderno del Guggenheim de Nueva York. Esta institución posee más de centenar y medio de piezas de Vasily Kandinsky y junto al Centre Pompidou de París y la Galería Lenbanchhaus de Múnich tal vez sea la que posea el conjunto más importante de la obra de Kandinsky, ya que en ese núcleo de obras están muy bien representadas todas sus épocas creativas y las diferentes disciplinas que cultivó.

Vasily Kandinsky. Paisaje con chimenea de una fábrica, 1910. Óleo sobre lienzo. 66 × 81,9 cm. Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York, Colección Fundacional Solomon R. Guggenheim, por donación 41.504. © Vasily Kandinsky, VEGAP, Bilbao, 2020
Vasily Kandinsky. Paisaje con chimenea de una fábrica, 1910. Óleo sobre lienzo. 66 × 81,9 cm. Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York, Colección Fundacional Solomon R. Guggenheim, por donación 41.504. © Vasily Kandinsky, VEGAP, Bilbao, 2020

El recorrido sigue un orden cronológico, desde sus comienzos en Múnich a finales del siglo XIX y hasta 1914, sus años en Moscú hasta 1922 cuando regresa a Alemania y comienza a impartir clases en la Bauhaus, actividad que se prolongará hasta 1933, y los últimos 12 años cuando se trasladó a vivir a Neuilly-sur-Seine, un pueblecito cercano a París.

Fue este un período de síntesis en su carrera, donde experimentó con materiales, amplió su vocabulario temático formal y alternó el tamaño de sus composiciones, de escala monumental a veces y en otras de universos más íntimos. Fue un momento donde las autoridades alemanas le confiscaron sus obras por considerarlas arte degenerado, mientras que los estalinistas soviéticos también las enviaban a los almacenes de los museos. Una cosa unía a los dos regímenes: eran enemigos de la libertad.

Vasily Kandinsky. La montaña azul, 1908–09. Óleo sobre lienzo. 107,3 × 97,6 cm. Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York, Colección Fundacional Solomon R. Guggenheim, por donación 41.505. © Vasily Kandinsky, VEGAP, Bilbao, 2020
Vasily Kandinsky. La montaña azul, 1908–09. Óleo sobre lienzo. 107,3 × 97,6 cm. Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York, Colección Fundacional Solomon R. Guggenheim, por donación 41.505. © Vasily Kandinsky, VEGAP, Bilbao, 2020
Erfurth Hugo. Portrait de Kandinsky. Paris, Centre Pompidou – Musée national d’art moderne – Centre de création industrielle. Foto (C) Centre Pompidou, MNAM-CCI, Dist. RMN-Grand Palais / Guy Carrard. © Vasily Kandinsky, VEGAP, Bilbao, 2020

Casi un tercio de la exposición en el Guggenheim, más de 20 obras, entre xilografías y óleos, pertenecen a su primera etapa en Múnich. Kandinsky llegó a la capital bávara en 1896, tras haber estudiado Derecho y Economía, para dedicarse al arte, su gran vocación. En algunas de sus primeras composiciones de carácter más bien expresionistas se rastrean recuerdos de Rusia, cierto romanticismo y la fantasía colorista de su país natal.

Son admirables sus evocaciones de parajes de Múnich, la vista desde una ventana de Ámsterdam, los barcos de pesca en Sestri, un estanque en el parque, su colorista estudio de paisaje con torre o el de Murnau con locomotora, su famosa Montaña azul que reproducimos sobre estas líneas, o sus naturalezas bávaras en invierno, con lluvia o con el humo de una fábrica.

Todo ello hasta llegar a esa Improvisación 28 (segunda versión), 1912, donde desarrolló un estilo basado en la forma y el color, que no deja de ser un cambio hacia la abstracción, quizá movido por su interés en el alma y la vida después de la muerte. Todavía realizaría varias obras antes de volver a Moscú, cuando ya había apostado claramente por los senderos de la abstracción.

En su libro más conocido, De lo espiritual en el arte, publicado en 1911, escribió: “La vida espiritual, a la que también pertenece el arte y de la que el arte es uno de los más poderosos agentes, es un movimiento complejo pero determinado, traducible a términos simples, que conduce hacia delante y hacia arriba. Este movimiento es el del conocimiento. Puede adoptar diversas formas, pero en el fondo conserva siempre el mismo sentido interior, el mismo fin”.

La profunda intensidad de Piet Mondrian

Si a Kandinsky le influyeron todos los recuerdos de infancia, en el caso de Mondrian su vocación por la pintura surgió a los 20 años cuando inició una aventura que le llevó a cultivar géneros clásicos como el bodegón, el retrato y, sobre todo, el paisaje.

En la exposición del Museo Reina Sofía, comisariada por Hans Janssen, se han incluido alrededor de un centenar de piezas de los artistas del movimiento De Stijl, que marcaron el rumbo del arte abstracto geométrico. De ellas, 35 obras fueron ejecutadas por la mano de un innovador como Mondrian, al que Janssen califica como “el artista moderno por antonomasia”. Y de ese conjunto representativo de su camino a la abstracción por la que es mundialmente reconocido hay todo un tránsito por la figuración, a la que me referiré más adelante, la conexión con el cubismo cuando viajó a París en 1911, atraído por Braque y Picasso, que le ayudó a encontrar un método, hasta llegar al dominio de la línea y del color que le llevó a lo que él consideraba el límite de la expresión plástica.

Charles Karsten. Piet Mondrian en su estudio, 26 Rue du Départ, París 1933. Collection Het Nieuwe Instituut, Róterdam/KARS, e3.238-2

Sin embargo, esta muestra permite vislumbrar cómo se fue gestando su evolución plástica. Pocas veces se ha reparado en sus dos primeras décadas de formación, entre 1892 y 1912, desde sus primeros pasos como pintor de bodegones y paisajes holandeses, dos géneros que le ayudaron a adquirir una gran pericia pictórica. En esa línea destacan Naturaleza muerta con naranjas (1900) o Tarde en el Weesperzijde (1901-1902), dos obras de corte naturalista y simbolista en las que Mondrian revela su capacidad para incorporar influencias emergentes como el puntillismo y el fauvismo.

«A Kandinsky y Mondrian la naturaleza les inspiró en sus primeras pinturas, pero ya latía en ellos el impulso innovador dirigido a la modernidad plástica»

Piet Mondrian. Bosque cerca de Oele, 1908. Óleo sobre lienzo. 128 x 158 cm. Kunstmuseum Den Haag. © 2020 Mondrian/Holtzman Trust

En la tercera sala cuelgan una serie de piezas muy importantes para su desarrollo posterior: Noche de verano (1906-07), Paisaje grande (1907-08), Día de verano, Bosque cerca de Oele y Árbol azul, los tres de 1908, y Manzano, versión puntillista, 1908-1909. Todos ellas revelan una visión de la naturaleza sosegada, un estilo depurado de un creador que cree en el progreso y que el arte puede ayudar a que el mundo mejore.

Su visión de la naturaleza en esa primera década del siglo XX está conectada con un vínculo emocional que le hacía interesarse más por lo espiritual que por la forma material de las cosas, en un momento en que Mondrian decidió vincularse a la Sociedad Teosófica de Ámsterdam a través de las teorías desarrolladas por Rudolf Steiner.

Piet Mondrian. Paisaje grande, 1907-1908. Óleo sobre lienzo. 75 x 120 cm. Kunstmuseum Den Haag. © 2020 Mondrian/Holtzman Trust

Luego viene el tránsito por el cubismo a partir de 1911 y, seis años más tarde, el nacimiento de un nuevo lenguaje plástico bautizado como neoplasticismo. La muestra concluye con dos últimas salas luminosas, donde se exhiben un conjunto de obras maestras de Mondrian. En ellas se observa como el pintor holandés trabajó con un reducido repertorio de recursos visuales (líneas horizontales y verticales que delimitan planos de color blanco, rojo, amarillo o azul) para descubrir con asombro la infinitud de oportunidades compositivas ocultas que eran posibles.

Lo más importante quizá fuera cerciorarse de que esa limitación de recursos le llevó del equilibrio más clásico de sus formas a otro más dinámico como en Composición C (nº III) con rojo, amarillo y azul (1935), sin olvidar las transformaciones que hizo en alguna de las 17 pinturas con las que emigró a Estados Unidos en 1940, en las que desarrolló un singular lenguaje visual al introducir bloques de pintura de color para que se movieran con mayor libertad y así alterar la estructura rítmica de su arte, intención que no abandonaría hasta su muerte en 1944.

Piet Mondrian. Árbol azul (manzano, versión puntillista), 1908-1909. Óleo sobre lienzo, 56,8 x 74,9 cm. Dallas Museum of Art. Foundation for the Arts Collection, donación de la James H. and Lillian Clark Foundation, 1982.16. FA. © 2020 Mondrian/Holtzman Trust


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