Ya no hay que recoger el agua en una vasija, desde la orilla de algún lánguido curso de agua o una laguna. Hoy hay grifos, pero el hilo de agua sigue siendo débil en Mauritania, tanto en el campo como en su capital, Nuakchot, donde los cortes del servicio son frecuentes. Así lo cuenta la artista mauritana Amy Sow, que se inspiró en las largas colas que hacían las mujeres frente a las fuentes, o en el trasiego cotidiano que solamente les toca a ellas (cuando del grifo de casa no sale agua), para su último proyecto llamado Au fil de l’eau (Sobre el agua).
La serie Au fil de l’eau, que consta de unas 10 fotografías, instalaciones y performances, se presentó en la Art Gallé de Nuakchot, en 2021. Hoy, un fragmento de esa muestra integra la exposición colectiva de arte contemporáneo mauritano Memorias en movimiento, que puede verse en la Casa Árabe de Madrid (hasta el 15 de mayo) y que, luego, se mudará a la sede de esa institución en Córdoba para, a continuación, presentarse en Casa África, en Las Palmas de la Gran Canaria.
«Ir a buscar y cargar el agua es un mandato de género en Mauritania, como darle muñecas a las niñas y coches a los niños: ellas son las únicas encargadas»
En diálogo con Amy Sow, fundadora y directora del espacio de exposición y residencia Art Gallé (que significa “ven a casa”, en lengua pulaar), ella explica que frente a esas colas eternas para acceder a las fuentes, pensó que tenía que hablar de los mandatos de género; esto es, del agua –que siempre ha escaseado en un país desértico como Mauritania– en su relación con la mujer.


Los tiempos lentos del desierto
“No es normal que en el siglo XXI las cosas no hayan cambiado a este respecto”, enfatiza la artista, que participó como vestuarista en la premiada película Timbuctú, de Abderrahmane Sissako. En una residencia de artistas –llevada a cabo en un oasis mauritano, junto a colegas marroquíes y senegaleses–, desarrolló la idea, para la que identificó algunos objetos simbólicos como los recipientes de plástico amarillo o las viejas jofainas de metal que se usaban antes.
“No es solamente un problema del mundo rural. En el campo, las mujeres parten muy lejos a buscar agua: antes la traían sobre sus cabezas y ahora van con bidones, sobre un burro. O a veces se desplazan en taxi, o con carros, que tiran a pie, pero nunca es un trabajo de hombres”, reflexiona.
En el siglo XXI, siguen siendo ellas las encargadas de esa tarea, que constituye una misión heredada, generación tras generación… algo que a nadie se le había ocurrido poner en duda, o explicitar. “Es un mandato de género, como darles muñecas a las niñas y coches a los niños, pero en las largas colas en las que entrevisté a mis vecinas, pudimos comenzar a charlarlo, porque allí se habla de todo”, de los problemas cotidianos, de las alegrías y de los maridos, comenta Sow.
“Lo que más me conmueve es su paciencia”, apunta la fotógrafa, reforzando la idea de que la marca femenina en cualquier sociedad es la espera: la mujer es la que tiene que esperar. Y en esa espera está también el valor del agua.
«El otro símbolo del agua (o su escasez) en el desierto es el bidón amarillo»


Espera con garrafa vacía
Cuando el agua falta en Mauritania, todo es desesperación y solo la espera femenina puede aplacarla. El otro símbolo es el bidón amarillo (coprotagonista de la serie fotográfica de Sow), que a veces trae consuelo y, otras, enfermedad, porque ese recipiente puede haber contenido aceite, pero también productos químicos tóxicos.
Toda esa carga social y la evocación del daño sanitario y ambiental están presentes en los pocos elementos que destacan en las composiciones de Amy Sow, con la mujer en el centro de la escena, y el fondo en tela lisa, y negra. Estas imágenes teatralizadas se distancian de las puestas en escena y el hiperrealismo de otras piezas de arte de la misma procedencia, pero impregnadas de los colores habituales del Sáhara y el Sahel: los amarillos, el ocre y los marrones de la arena que dibuja dunas diferentes cada día.


«Amy Sow se inspiró en las largas colas que hacían las mujeres frente a las fuentes de agua o en el trasiego cotidiano que solamente les toca a ellas»
Ese movimiento del paisaje y las personas que un día fueron nómades no acompaña la actual vida sedentaria en las ciudades que se han establecido sobre las dunas y experimentado un fuerte crecimiento demográfico desde la independencia de ese país con respecto a Francia, en 1960.
En efecto, el éxodo rural tras las fuertes sequías de los años 60 y 70 puso a las nuevas poblaciones asentadas contra las cuerdas, porque los servicios debían adaptarse a unas necesidades nuevas, que aún siguen siendo acuciantes. De los años 70 data también el primer movimiento de arte contemporáneo y la creación del Museo Nacional de Mauritania, que alberga ya los trabajos de una segunda generación de artistas que expresan con elocuencia esas carencias sociales, con todo el valor simbólico que ellas contienen.
