¿Qué tienen en común la segunda entrega de Mamma Mia!, la séptima temporada de Juego de Tronos y la recién rodada La Boda de Rosa, de Icíar Bollaín, que llegará próximamente al cine?
Las tres producciones han apostado por incluir medidas orientadas a reducir su huella de carbono, sumándose a una práctica global que, bajo el nombre de green filming, entronca con el objetivo 12 de los ODS: la producción y el consumo sostenibles. Este movimiento, que comienza a proliferar tanto en grandes estudios como en pequeñas productoras, ha propiciado la aparición de nuevas figuras profesionales, certificaciones ambientales e instrumentos para la medida de impactos.
Testigo de esta transformación ha sido Ana Galán, periodista y experta en sostenibilidad que recientemente ha promovido una exposición sobre el tema durante el Festival de Cine de Alcalá de Henares, y también participó en octubre en el taller “para cineastas comprometidos” acogido por el Another Way Film Festival (AWFF) y coordinado por la productora Fiction Changing The World (FCW). Dos señales, quizás, de que «en España nos hemos puesto las pilas”, apunta Galán y señala a otros países como Reino Unido o Bélgica, que llevan la delantera.


Aunque no existen datos globales sobre el impacto ambiental de esta industria, varias entidades en estos países han aportado ya sus datos: según EcoProd, en Francia el audiovisual emite un millón de toneladas de CO2 al año; por su parte, la iniciativa británica Albert ha calculado que cada hora de contenido en pantalla libera 5,8 toneladas de emisiones de CO2, principalmente derivadas de áreas como el transporte (38%) y la oficina de producción (30%); en Los Ángeles, el impacto ambiental de Hollywood ya supera a sectores como el turismo, según un estudio de 2006. Y es que, como apunta el Instituto del Cine de Flandes (VAF), una producción de ficción en 2016 llegaba a generar de media unas 73,40 toneladas de CO2: lo mismo que diez casas.
En España aún no existen datos oficiales, pero desde el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) pretenden elaborar en 2020 una Guía de Buenas Prácticas Ambientales que partirá de un “análisis de impactos detallado por subsectores en toda la cadena de valor, por procesos y actividades concretas”.
Así lo ha explicado el subdirector general de Promoción y Relaciones Internacionales de la entidad, Jaime Alejandre, quien indica que este manual posiblemente conlleve la creación de un sello o propuesta de certificación ambiental.
Acción transversal
Todas las fases de producción en un proyecto audiovisual son susceptibles de mejora mediante las prácticas del green filming: desde la preproducción hasta la “postpro”, pasando por el rodaje. Medidas de mayor envergadura, como la búsqueda de financiación verde, la contratación de proveedores de energía sostenible o la restauración de ecosistemas, aparecen junto a otras de sentido común hoy en día: el uso de papel reciclado, el reciclaje, el transporte compartido, la reutilización o el alquiler de materiales.
Un aspecto “clave”, a lo largo de todo el proceso, es la comunicación de esta estrategia a todos los departamentos, indica Ana Galán. Y cada producción, en función de sus características, podrá implementar algunas de estas medidas mejor que otras.


“Obviamente una escena en un campo gigante, con muchísimos extras, habrá de centrarse en prácticas relacionadas con la protección del entorno, como reducir el transporte, plantear medidas posteriores de restauración o directamente buscar una localización que ya esté desnaturalizada”, apunta en este sentido Paloma Andrés, cofundadora de la productora FCW y experta también en sostenibilidad. Por el contrario, en un rodaje en el centro de una ciudad, se podrá incidir «en el aprovechamiento de la electricidad corriente y evitar generadores«, añade Galán.
En este sentido, es “útil” realizar un checklist para planificar todas las medidas necesarias, e igual que “el plan de riesgos laborales lo ejecuta una empresa especializada”, su homónimo medioambiental “debería ser gestionado por un profesional de la sostenibilidad”, apunta Andrés. Un cargo que ya ha nacido en otros países bajo el nombre de eco-assistant.
La figura del ‘eco-asisstant’
El término designa a aquella persona encargada de informar sobre las medidas estipuladas e incentivar su cumplimiento. Supervisar la separación de residuos, pesar la basura u observar la donación de alimentos del catering pueden ser algunas de sus tareas, entre otras. En definitiva, se trata del “trabajo sucio”, como lo acuña Ana Galán, quien subraya que las películas que carecen de esta figura tienden a “fallar” en su desempeño ambiental.
En este campo destaca como pionera la estadounidense Emellie O’Brien, quien ejerció como eco-assistant en The Amazing Spiderman 2 (2014), la película más sostenible de la historia de Sony Pictures hasta entonces. Tras esta experiencia, O’Brien fundó su propia consultora: Earth Angel, referente actual el mundo del cine.


La producción logró ahorrar 193.000 botellas de plástico, salvar 49,7 toneladas de materiales para su donación o reutilización y evitar que un 52% de sus residuos acabasen en vertederos. A nivel económico, se estima que se ahorraron 400.000 dólares en la producción, aunque por motivos de competencia, se desconoce “qué porcentaje representa del volumen total de su presupuesto final”, lamenta Galán.
Y es que además de la reducción de huella ambiental —de hasta 30 toneladas de CO2, según VAF—, el green filming puede conseguir un ahorro en el bolsillo de los productores. “A la larga, lo sostenible tiende a ser rentable”, asegura la experta: “Si utilizas un dispensador, ahorras en botellas de agua; también ahorras si alquilas vestuario, si compartes coche, si reutilizas los materiales de otra producción…”. Algunas acciones, como el uso de luces LED para iluminar las escenas o tablets para reducir el uso de papel, requieren una inversión inicial que posteriormente se amortiza.
‘Green filming’ a la española
En España han sido pioneras las actuaciones de Fresco Film, una empresa de servicios audiovisuales basada en Málaga, donde trabajan principalmente con productoras extranjeras y hacen de la sostenibilidad “su valor central”. Así lo explica Esmeralda Ruiz, responsable de Marketing y Sostenibilidad de esta entidad que traslada a todos sus sets prácticas como el uso de botellas rellenables de acero inoxidable –en 2018 ahorraron 180.000 botellas de plástico—, la compra de productos certificados –maquillaje, madera…– o la reducción del papel impreso.
Una de las producciones más notorias con las que han colaborado ha sido Juego de Tronos. En su séptima temporada filmaron en la Reserva Natural de los Barruecos en Cáceres. El rodaje, que contó con 300 figurantes, estuvo acompañado de medidas adicionales para la protección del entorno, como la construcción de infraestructuras para tratar de impactar lo más mínimo la vegetación. Una vez finalizado, se plantaron 200 árboles autóctonos para compensar su huella y promover la recuperación del área. En este sentido, Ruiz recuerda que al trabajar en espacios protegidos es importante observar las recomendaciones de las autoridades pertinentes, quienes “no te van a dejar rodar en un sitio donde sea demasiado arriesgado”.


Al igual que Juego de Tronos, cada vez son más las series y películas que viajan en busca de los incentivos fiscales desarrollados por gobiernos nacionales para dinamizar su industria. Esta deslocalización del cine puede incrementar su impacto ambiental, debido al traslado de personas y bienes generalmente por avión, como señaló un estudio de Harvard en 2016.
Ante esto, Ruiz recuerda que en España “solo son incentivables las inversiones generadas aquí” por lo que la huella es menor si se trata de “cubrir el mayor número de puestos posibles con crew nacional”, explica Ruiz. Así, en el rodaje de Warrior Nun en Málaga, menos del 7% del equipo era extranjero: «los productores de la serie, algunos puestos concretos y parte del cast”.
El green filming también ha impregnado ya a alguna que otra producción de factura nacional. Un ejemplo reciente ha sido La boda de Rosa, filme de Icíar Bollaín rodado hace poco en la Comunidad Valenciana que contó con medidas de reducción de impacto.
Así lo explicó la productora Cristina Zumárraga, durante su participación en las jornadas del Another Way Film Festival. Allí, detalló medidas como el alquiler de bicicletas para el equipo, la reducción de guiones impresos en el set, el uso de botellas de metal reutilizables, el alquiler de vestuario, la reducción de plásticos de un solo uso o la puesta en marcha de un catering vegetariano que “acabó teniendo muy buena acogida entre el equipo”.


Otra iniciativa nacional está siendo el desarrollo de la primera calculadora de impacto medioambiental para el audiovisual hecha en España, llevada a cabo por la empresa municipal Promálaga. Una herramienta que “parte del presupuesto que tiene [el departamento de] producción, transformando euros en CO2” para ilustrar la huella real de estas actividades, explica Rosa Sánchez, vicepresidenta de la entidad. El proyecto se enmarca dentro de la iniciativa europea Green Screen.
Además de la calculadora, Promálaga está trabajando en la creación de un Sello de Rodaje Sostenible junto al consistorio malagueño y la Málaga Film Office, “que aspira a ser aplicable a nivel nacional”. Actualmente, “se está trabajando en las 15 primeras producciones” bajo su amparo, indica.
Con el objetivo de incrementar la conciencia sobre el impacto de la industria audiovisual, en Promálaga valoran la inclusión de formación sobre sostenibilidad en las escuelas de cine de España, como ya ocurre en la escuela malagueña Schooltraining.
Cine “verde” a ambos lados de la cámara
Además de la sostenibilidad en sus procesos productivos, es valorable el papel del cine como motor de cambio social. Esto es algo que tienen muy presente en Fiction Changing the World (FCW), productora creada por Paloma Andrés junto a la productora Rhoda N. Wainwright para apoyar y producir obras de ficción que difundan el mensaje de los ODS.


“Hasta ahora, casi todo lo que se utiliza para transmitir este tipo de datos es el documental, que cuenta con menos consumidores”, explica. Para llegar al gran público, la idea es introducir estos datos en las narrativas de ficción, con mecanismos como el emplazamiento de elementos sostenibles o la inclusión en el guion de conductas comprometidas con estos valores. Un ejemplo señalado por Paloma Andrés, es la película india Toilet: A Love Story (2017), que “sigue todos los criterios básicos de Bollywood” y logra trasladar un mensaje muy potente sobre el tema del saneamiento de agua.
FCW nacía hace pocos meses en España, y Andrés asegura que están en proceso de generar los formatos para conseguir que “las grandes distribuidoras se sumen a este tipo de iniciativas”. A sus ojos, “la industria del cine española tiene ganas, pero aún no es del todo consciente del papel que tiene” como catalizador de conductas en el tema medioambiental.
La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España acaba de anunciar su adhesión al ‘Estatuto para la Producción Verde’, impulsado por The European Producers Club (EPC), en el que se recogen una serie de pautas para reducir el impacto medioambiental en la producción audiovisual, así como soluciones sostenibles ante las necesidades habituales de un rodaje.
La EPC, asociación que integra más de 100 productores europeos, entre los que se incluye la Academia, establece en el documento diversos criterios a seguir, denominados ‘Green Guidelines’, e incide en la «urgencia» de adoptar medidas para paliar las consecuencias medioambientales de los rodajes, según ha informado la institución cultural española.
En concreto, el ‘Estatuto para la Producción Verde’ propone que los productores realicen un curso de formación enfocado en cómo ser más sostenible dentro de la industria del cine o que se cree la figura de «asesor de sostenibilidad», encargado de coordinar las actividades de los departamentos en materia de sostenibilidad.
Además, destaca el uso de una «Calculadora de Carbono» para hacer un seguimiento de las emisiones de la producción y el compromiso de reducir las emisiones de CO2 a un mínimo en el uso de transportes. En este sentido, se propone usar el tren en vez del avión en viajes de menos de cinco horas, el uso de vehículos coches eléctricos o híbridos y que en el set se utilicen principalmente bicicletas o vehículos eléctricos o solares, entre otras medidas.
El documento plantea, además, que la productora debe asegurar una mayor eficiencia energética dentro del set a través del uso de energías renovales, iluminación LED, conexiones a redes públicas y a sistemas de energía eléctrica recagables móviles; así como que se adopten métodos adecuados de eliminación y reciclaje de residuos, como el no uso de vasos, platos, cubiertos, botellas o merchandising de plástico.
Entre las directrices, la asociación también destaca que el cátering del rodaje sea «mayoritariamente regional» con comidas ecológicas, vegetarianas o veganas, que se proporcione de forma gratuita agua del grifo, que se evite el daño causado a la fauna y la flora y que los efectos especiales se produzcan digitalmente.
