En 1973, Charlton Heston protagonizó ‘Cuando el destino nos alcance’, un film que fijaba su apocalíptica acción en un futuro 2022 en el que las altas temperaturas no dan tregua, el agua escasea y los alimentos frescos son un lujo



Estamos en el año 2022. Nuestro planeta superpoblado está experimentando un cambio climático catastrófico, el agua escasea hasta el punto de que ducharse es en gran media algo que solo el 1% puede permitirse y el exceso de consumismo produce en cada urbe montañas de basura inimaginables. Este panorama, aunque algo exagerado, es extrañamente cercano a la realidad de nuestra sociedad actual, especialmente en países en vías de desarrollo donde la desigualdad convierte el agua en un lujo. Pero no son titulares de prensa ni un discurso de Greta Thunberg: son las predicciones que hacía hace casi medio siglo la película distópica Cuando el destino nos alcance.
Dirigida por Richard Fleischer, Cuando el destino nos alcance es un film a medio camino entre la ciencia ficción, la aventura y el terror protagonizado por el gran Charlton Heston, que interpreta a un policía que tiene que investigar el asesinato de un alto ejecutivo de la compañía Soylent, que controla la alimentación de casi todo el mundo en un planeta sin recursos naturales suficientes. Aunque todo apunta a un robo, Heston no se fía de las aparencias por lo que, acompañado de su ayudante, el anciano Sol Roth (Edward G. Robinson), que aún puede recordar cuando en el mundo había naturaleza, inicia una investigación contrarreloj que le lleva a conocer los secretos más oscuros de su sociedad.
Hasta aquí, todo bastante normal: las tramas policiacas, incluso las que tienen lugar en mundos que nada tienen que ver con el nuestro, son una constante en Hollywood. De hecho, una de las películas de ciencia ficción más aclamadas de todos los tiempos, Blade Runner, es un neo-noir que reformula una historia de detectives y femmes fatales en clave futurista.


Sin embargo, la particularidad de Cuando el destino nos alcance no está en su trama, aunque su impactante final sí se quede grabado en la retina de cualquiera que vea la película. Está en su ambientación: ese 2022 acalorado y lleno de desigualdades que dibuja la película es en ocasiones desasosegadamente similar a la realidad actual.
Cambio climático y escasez de agua
Y es que, aunque fue rodada incluso antes de que se celebrara la primera conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente en Estocolmo, Cuando el destino nos alcance imagina un futuro sofocante donde la temperatura nunca desciende por debajo de los 30 grados. Cualquier producto fresco se echa a perder rápidamente mientras que una niebla enfermiza, similar al famoso ‘smog’ de Londres, flota en el aire, obligando a proteger los últimos árboles que quedan en la ciudad bajo una carpa.
En este escenario, la escasez de agua también es un problema global. Aunque todo el mundo parece ser capaz de calmar su sed, el líquido elemento está estrictamente racionado y la higiene personal es un lujo casi imposible para el resto de la población. De hecho, una de las cosas que más sorprende a Heston cuando está investigando a la clase alta, es la existencia de duchas con jabón. La higiene, imprescindible para la dignidad humana y el control de enfermedades, es ya algo casi del pasado.
Esa falta de agua también ha tenido otra importante consecuencia: la escasez de alimentos frescos. Al fin y al cabo, sin un suministro seguro y confiable de H20 es imposible mantener la agricultura y la ganadería que nutren a la población del planeta. ¿La solución? Alimentos sintéticos: el público general come los productos Soylent, mayoritariamente galletas de proteínas de diferentes colores y sabores. La estrella es la galleta verde, cuyo origen es de hecho uno de los grandes misterios de la película, y parece íntimamente ligado al asesinato que vertebra la trama.


Esta falta de comida fresca queda también patente en las acciones de Heston a lo largo de la película. En el apartamento de la víctima a la que investiga, el detective roba sin pudor alguno verduras y un pedazo de carne de buey, que luego reconoce es la primera “comida real” que ha probado a lo largo de sus ya más de cuarenta años de vida.
La humanidad, ¿culpable?
Curiosamente, la marca Soylent existe también actualmente en la vida real y se parece mucho al que aparece en la película. Y es que hablamos de un sustituto alimenticio, diseñado por el ingeniero de software Rob Rhinehart a principios de 2013, cuya intención declarada es “sustituir todas las necesidades alimenticias del ser humano, ahorrando dinero, reduciendo el tiempo de preparación de la comida, y garantizando la mejor nutrición”. Aunque su implantación no es ni parecida a la del film, sus creadores avisan: quieren ser el futuro de la comida.
Otra predicción curiosa de la película son los videojuegos: la élite de Cuando el destino nos alcance tiene una forma novedosa de relajarse a través de videojuegos en línea como Computer Space, que en la vida real de 1971 se convirtió en el primer juego de arcade que funcionaba con monedas. Una predicción que, aunque alejada del metaverso recientemente anunciado por Mark Zuckerberg, demuestra una gran clarividencia para una película de hace 50 años.
Eso sí, no queda claro si estas calamidades son culpa de la humanidad o un desastre natural, aunque el tono de la película deja entrever que es posiblemente lo primero. Pero es precisamente este y otros detalles, asombrosamente parecidos a la situación que vivimos hoy en día, los que hacen que Cuando el destino nos alcance sea no solo una película muy interesante, sino que incluso dé bastante miedo.
