La película 'Dehesa' desvela el paisaje ibérico más singular

La película ‘Dehesa’ desvela el paisaje ibérico más singular

La película ‘Dehesa’ desvela el paisaje ibérico más singular

Hoy se estrena en España el documental ‘Dehesa. El bosque del lince ibérico’, de Joaquín Gutiérrez Acha, que es una oda a la fauna salvaje en la que los propios animales tienen voz y voto. Culmina así la trilogía compuesta por Guadalquivir (2013) y Cantábrico (2017)


Analía Iglesias | Especial para El Ágora
Madrid | 9 octubre, 2020

Tiempo de lectura: 6 min



Salir al campo como si fuese la primera vez. Eso es lo que nos sucede después de ver la película Dehesa. El bosque del lince ibérico, de Joaquín Gutiérrez Acha, que hoy se estrena en cines. Impregnados por lo que nos han contado en primera persona los animales salvajes, salimos a andar por las sendas rurales buscando historias tras las pisadas o imaginando cómo estallan de libertad los pistilos cuando la flor se abre en cámara lenta. La pantalla nos ha devuelto la ilusión por la vida silvestre, esa que solemos visitar como turistas desatentos.

Gutiérrez Acha y el productor José María Morales cierran la trilogía que empezó con Guadalquivir y continuó con Cantábrico, esta vez en una co-producción con Portugal, de la mano del naturalista Carlos de Hita, habitual colaborador de El Ágora, quien firma el exuberante sonido de la naturaleza y los textos de la locución en Dehesa.

“De eso se trata la divulgación: que la gente se enamore de un pájaro para que luego no quiera pegarle un tiro”.

Dehesa es una oda al paisaje que no es exótico, sino el propio, humanizado y, sin embargo, valioso. “No nos hace falta ir a otro continente a buscar leones. Aquí hay suficientes leones”, arguye Gutiérrez Acha en diálogo con este periódico.

El director Joaquín Gutiérrez Acha (dcha.) junto a Carlos de Hita, responsable del sonido y los textos de la película 'Dehesa'. | Crédito: Wanda Films
El director Joaquín Gutiérrez Acha (dcha.) junto a Carlos de Hita, responsable del sonido y los textos de la película ‘Dehesa’. | Crédito: Wanda Films

En ese ecosistema con la mayor diversidad de España hay un pacto de largo aliento con el hombre, un pacto que ha funcionado por siglos y que hoy se tambalea: “Es que una cosa son las labores del campo, el uso que se da a un espacio intervenido, quitando el matorral para que haya pastos, en los que salen flores y atraen fauna… en el que, según el acuerdo, yo le quito el corcho al alcornoque, y entonces tengo que protegerlo contra el fuego. En la dehesa pastan las ovejas y caen las bellotas que comen los cerdos, pero está claro que si el ecosistema se está estropeando, hay que poner medidas para que la dehesa no se convierta en desierto. Allí, la trashumancia es fundamental, pero cada vez sale menos el ganado a pastar a otros sitios, por lo que los suelos se compactan”.

Fotograma de la película Dehesa, con la saca del corcho en un monte de alcornoques. | Foto: Herminio Muñiz
Fotograma de la película Dehesa, con la saca del corcho en un monte de alcornoques. | Foto: Herminio Muñiz

Escalas de una sinfonía

Dehesa son las escalas del monte. Del toro bravo a la libélula en la lengua de la rana. ¿Cómo fue el casting para los protagónicos?, le preguntamos al realizador, admirando su capacidad de narrar la interconexión del bosque y los encuentros y desencuentros entre los miembros de las diferentes familias de mamíferos, aves, peces e insectos. “Están más o menos todos los que habíamos escogido previamente. Es verdad que aparecieron algunos otros personajes, que nos regalaron su presencia, como el zorro que irrumpió en la escena de los buitres comiendo y le dio un dramatismo a la imagen y a la secuencia que no estaba previsto”. Efectivamente, la pelea del zorro contra las rapaces resulta una imborrable lección de vida natural.

Un macho de ciervo en plena berrea, fotograma de la película 'Dehesa'. | Foto: José Ramón Lora
Un macho de ciervo en plena berrea, fotograma de la película ‘Dehesa’. | Foto: José Ramón Lora

«Hay movimientos animales que resultan imperceptibles para el ojo humano y que, con una cámara ultrarrápida, a 1.600 fotogramas por segundo, permiten componer un espectáculo muy plástico»

Gutiérrez Acha asegura que no hay una especie que sea más difícil de captar que otras, sino que son los individuos los que imponen su inquebrantable decisión de aparecer o no ante las cámaras. “A mí me gusta mucho rodar el águila imperial, que es un animal escaso y receloso, pero hay individuos que se dejan filmar y otros que son extraordinariamente esquivos y desconfiados. Es como con las personas, algunas son más sociables”, confiesa el director, que enumera entre los animales “difíciles” el lince y los meloncillos. Su receta es la de estar siempre listos para que no se escapen esos momentos “efímeros”, teniendo en cuenta de que hay una dificultad añadida: en las cámaras de cine no hay autofocus, como en la fotografía.

Un martín pescador aguardando a su presa. | Foto: Rafael Palomo

“El martín pescador nos costó muchísimo –continúa Gutiérrez Acha– y nos obligó a aprender de sus hábitos, para poder poner las cámaras en el lugar correcto. Llevamos cámaras de ultra-alta velocidad , que trabajan a 1.600 fotogramas por segundo, porque lo que hace ese pájaro pescando  resulta imposible para el ojo humano, que vería apenas un chapoteo fugaz en el río. Componer una imagen a esa velocidad es un espectáculo muy plástico. De eso se trata la divulgación: que la gente se enamore de un pájaro para que luego no quiera pegarle un tiro”.

La tecnología como recurso

El documental de cine es diferente al de televisión. “Es un planteamiento distinto: hay que urdir historias y controlar mejor el ritmo. Cantábrico y Dehesa son pequeñas historias que cuentan los mismos animales”, explica Gutiérrez Acha, que reconoce que más que con un guión, en este tipo de películas se trabaja con “voluntad de intenciones”, ya que con animales salvajes, “algunas cosas salen y otras, por más que esperes, no te las dan”.

“La trashumancia es fundamental en la dehesa pero cada vez sale menos el ganado a pastar a otros sitios, por lo que los suelos se compactan”.

Su carrera como realizador se remonta a los inicios de la década del 90: “Estoy aquí por Félix Rodríguez de la Fuente, sin duda, pero los tiempos han cambiado. Aquel era el tiempo de los conductores, que eran muy necesarios, porque la tecnología no permitía registrar tanto detalle en las conductas animales”. El director se ríe con nostalgia: “Aquello funcionaba, a pesar de los planos fijos que duraban una eternidad”.  Entonces, recuerda aquel plano de un minuto, con un camaleón, que solo movía los ojos, mientras se oía la “voz cautivadora” de Rodríguez de la Fuente.

Toros bravos en la dehesa. | Foto: Herminio Muñiz
Toros bravos en la dehesa. | Foto: Herminio Muñiz

También admite haber aprendido mucho de BBC, con sus secuencias hechas de pequeñas historias, y de National Geographic, “donde lo que gusta es la acción y el espectáculo”. Lo suyo es arte y voz de alerta: “Las dehesas tienen hoy el problema de la seca, que es una enfermedad de las encinas que no responde a un agente sino a varios (entre ellos, el hongo que come la raíz, la larva del escarabajo que taladra por dentro el tronco y el calor excesivo). Estos árboles mediterráneos están preparados para pasar una temporada de calor, pero el cambio climático está provocando unos veranos interminables, por lo que están sufriendo un stress hídrico total”.

Joaquín Gutiérrez Acha ha invertido tres años en este rodaje, apoyado en investigadores, doctorandos y asociaciones de conservación que trabajan sobre el terreno, para tratar la dehesa “como un biotopo” de la península ibérica, sabiendo que “el plus lo aporta la gente de la propia tierra”. Su próximo documental lo llevará a Canarias, a los bosques nublados, las praderas de lava y los contrastes de los fondos marinos del océano.


Dehesa -que a partir de hoy está en la cartelera de salas de cine de España- pudo verse como apertura del ciclo Pajareros, que organizan SEO/Birdlife y La Casa Encendida de Madrid, en el que se proyectará, asimismo, El misterio de los cisnes de Amber Cherry Eames (el 13 de octubre), y A bailar, de Huw Cordley, con Stephen Fry (el 28 de octubre).



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