Convertir los patios del recreo en patios vivos, espacios de aprendizaje y convivencia donde la educación se transmita a través del juego, para hacer de ellos lugares de encuentro, formación e intercambio de experiencias en torno a la infancia y la naturaleza. Algo que, con la que está cayendo, urge y es más necesario que nunca
Es sencillo. Tanto como el tópico lema con el que, resacón mediante, finalizan los viajes a Las Vegas. Lo que pasa en el patio de una escuela se queda en el patio de la escuela. Y lo que pasa en el patio de una escuela es, básicamente, un conjunto de relaciones entrelazadas definidas por alguna forma de práctica cultural. Lo que viene a conocerse, en términos pedagógicos, como el currículum del patio. Tan claro como el agua clara.
Y lo que sucede cotidianamente en ese peculiar currículum, además de una práctica cultural, es una relación de poder. Así lo ve (y lo cuenta) Jaume Martínez Bonafé, fundador y destacado militante de los Movimientos de Renovación Pedagógica, en Patios vivos para renaturalizar la escuela, libro colectivo coordinado por Heike Freire, ilustrado con ejemplos prácticos y publicado por Octaedro Editorial. Podemos asegurar entonces que el patio de una escuela es una especie de campo de batalla, un equilibrio de fuerzas y un ejercicio de posibilidades de transformación socioeducativa.
Déficit de naturaleza
«Y si reconocemos este dinamismo -argumenta Martínez Bonafé- podemos decir también que el patio de la escuela es un campo pedagógico, una práctica educativa que nos enseña cómo es el mundo a partir de las experiencias vividas. De alguna manera, el patio puede ser la ventana por la que asomar el currículum al diálogo con los saberes dispersos y las intensas experiencias vividas que compartimos en la ciudad».
De hecho, renaturalizar las escuelas mediante el empleo de patios vivos es mucho más que decorar esos patios, asfaltados e inhóspitos por regla general, con plantas y banquitos multicolores. Se trata de arraigarlas profundamente en sus territorios, abrirlas a sus entornos para que acojan la biodiversidad. Significa atender las necesidades de una infancia que también es biodiversa. Supone sacar punta a una pedagogía basada en el contacto con el agua, el aire, la luz, la tierra, la vegetación, los espacios abiertos y un franco respeto hacia las necesidades auténticas de sus mayores usuarios, los niños.
Sostiene Richard Louv en su libro Los últimos niños en el bosque, publicado en español por Capitán Swing, que gran parte de los trastornos que afectan a los más pequeños integrantes de nuestra sociedad tiene su origen en un déficit de naturaleza. Para la generación de niños de hoy en día, faltan los placeres de una infancia en contacto con la naturaleza (trepar a los árboles, recoger insectos, acampar en el jardín, etcétera) y sus hábitos en el interior contribuyen a la obesidad epidémica, el trastorno por déficit de atención, el aislamiento y la depresión infantil.
Por tal motivo, las administraciones tienen que dejar de ofrecer a los niños espacios pobres, aptos tan sólo para moverse, y trabajar para lograr sitios donde el protagonismo recaiga en la necesidad de las personas de relacionarse y de interactuar con el medio ambiente. No en vano se ha demostrado que la exposición directa a la naturaleza es esencial para un desarrollo infantil sano: físico, emocional y espiritual.
Por todo ello, algunas escuelas de nuestro país empiezan a ser pequeños centros de experimentación donde la comunidad unida está transformando sus patios con el fin de crear entornos de aprendizaje para la sociedad del futuro al servicio de la sociedad del presente. Son laboratorios vivientes, sostenibles y saludables. Los chiquiparques idóneos, sin caucho ni plásticos alrededor, sin estrés añadido a la esencia del juego, sin gritos ni dramas. Paraísos terrenales hechos a la medida de sus máximos protagonistas. Recreos ideados para que los niños aprendan a recibir lo que la naturaleza regala.
Patios vivos… es un libro sobrado de argumentos para aprovechar y potenciar los resquicios de flora de algunos patios, los hábitats repletos de vida de otros, o las interesantes especies de plantas y animales que se hallan en los alrededores de algunas escuelas. Son diminutos cambios, sí, pero más que suficientes para que los más pequeños puedan empezar a engrandecer sus futuros.


