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Si recurrimos a la verificación indirecta y preguntamos a la naturaleza: “¿Quiénes son más aptos, aquellos que constantemente luchan entre sí o, por lo contrario, aquellos que se apoyan entre sí?”, en seguida veremos que los animales que adquirieron las costumbres de ayuda mutua resultan, sin duda alguna, los más aptos.
Piotr Kropotkin, El apoyo mutuo
«Situar la experiencia humana en el entorno natural para hacer posible una nueva manera de ser y vivir en nuestro planeta». Ese es el objetivo del ciclo Cambiar el relato que el CCCB de Barcelona inició el pasado 20 de febrero, un tiempo aquel, el de apenas un mes atrás, que hoy nos queda tremendamente lejos.
El mundo ha cambiado mucho desde entonces, y de qué manera. Dentro de ese ciclo y en pleno apogeo del coronavirus, el pasado 19 de marzo el neurobiólogo vegetal italiano Stefano Mancuso, director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal de la Universidad de Florencia daba una charla en directo y vía streaming conducida por el periodista David Guzmán. Ambos, Mancuso desde Florencia y Guzmán desde Barcelona, entablaron un interesante diálogo que, como no podía ser de otra manera, discurrió alrededor de la crisis en la que toda la humanidad se halla inmersa.
Y es que, como dice el experto virólogo Luis Enjuanes, al frente del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC en una entrevista que le hace Pere Estupinyà para el programa ‘Cazador de Cerebros’ este coronavirus es sumamente democrático: no entiende de clases ni de fronteras.
«Sin duda esta es una ocasión de oro para repensar nuestra relación con el planeta —afirma Mancuso—. Tenemos que aprender que si no cambiamos rápidamente nuestros comportamientos y nuestro modo de estar en el planeta, habrá muchos acontecimientos como este en el futuro». Aunque nos ha cogido a prácticamente todos de improviso, los expertos ya contaban en que algo así pasaría tarde o temprano.
El paso de los virus de los animales a nosotros se ha triplicado desde 1990, dice Mancuso, y en eso, asevera, tiene que ver y mucho el calentamiento global: cuando aumentamos la temperatura del planeta, de hecho no sabemos muy bien lo que estamos haciendo. «Esta es la cuestión fundamental que todos deberíamos entender. La temperatura es el parámetro que, por sí solo, más influye en cualquier tipo de fenómeno químico, físico o biológico. Todo está regulado por la temperatura. Lo resultados de aumentar la temperatura planetaria tiene consecuencias impredecibles y exponenciales. Si no cambiamos de rumbo los cambios que nos brindará el futuro serán tan fuertes que incluso un acontecimiento como este del coronavirus nos parecerá un juego de niños«, asegura el neurobiológo.
En su nuevo libro La nación de las plantas Mancuso apunta un tema que a él le interesa y le preocupa especialmente: ese sentimiento de superioridad que los seres humanos tenemos respecto a las demás especies (y entre nosotros, cabría añadir).
¿La cúspide de la evolución?
«Me interesa mucho demostrar que no somos la cúspide de la evolución. ¿Somos mejores que una vaca, que un helecho, que una seta? Seguro que prácticamente todo el mundo opina que sí. Fueron humanos los que crearon la Divina Comedia, el Quijote o la teoría de la relatividad, está claro que nuestro cerebro nos permite hacer cosas que las demás especies no pueden. Pero solo eso no nos hace mejores. Porque… ¿qué significa ser mejores? La mera idea es peligrosa. Cuando pensamos que somos mejores que otros, empezamos a utilizarlos, a ponerlos a nuestro servicio«, explica Mancuso.
En una carrera de 100 metros, puso como ejemplo, el que llega a la meta en menos tiempo es el mejor. La velocidad es una medida objetiva. ¿Pero cómo se mide cuál es la especie más exitosa? «El objetivo de la vida es muy poco trascendental y simple: propagar la especie y perdurar en el tiempo. La vida media que una especie perdura en el planeta es de alrededor de cinco millones de años. Nosotros, los Homo sapiens — el nombre da risa— solo hace 300.000 años que aparecimos en la Tierra. Es altamente improbable que permanezcamos 4.700.000 millones más, no duraremos ni mil años si seguimos como ahora. En el caso de que nos extingamos en un periodo breve, ¿qué importancia tendrán todas nuestras aptitudes?», reflexiona el italiano.


Somos la única especie que destruye el espacio donde vive, recalcó. «Nosotros y algunos virus primitivos, como este que ahora nos atenaza, el cual con frecuencia acaba matando a su hospedador. Eso es un signo de poco nivel evolutivo. Y no olvidemos que somos nosotros los que hemos provocado la emergencia de este nuevo virus».
Deberíamos ser más humildes y aprender de las estrategias de otras especies, opina este calabrés. «Las plantas nos pueden enseñar mucho, en especial durante esos días. Ellas pasan la vida arraigadas al suelo sin moverse, como nosotros ahora. Pero se comunican muchísimo. También nosotros, en este confinamiento, hemos intensificado mucho la comunicación. Como no nos podemos mover, movemos la información».
Una de las diferencias más grandes de las plantas respecto a nosotros, explica Mancuso, es su manera de organizarse. «Nosotros conformamos organizaciones piramidales, tanto a nivel orgánico, donde el cerebro manda al resto del cuerpo, como en nuestras estructuras sociales, una herencia que arrastramos desde tiempos prehistóricos y que el hombre moderno e hiperconectado del mundo global sigue perpetuando. Pero si una pieza clave de la organización piramidal falla, cae toda la estructura. Las plantas, en cambio, tienen organización difusa, no poseen órganos centralizados, aunque cortes el 90% de una planta puede revivir. Podríamos decir que se relaciona con el ambiente con todo el cuerpo y con todo el cuerpo toma decisiones».
La superioridad de las plantas
Para Mancuso, la organización centralizada de los animales es la menos creativa. Solo decide el cerebro, o el jefe, en las empresas o grupos. «Y a menudo las tomas de decisiones se hacen muy lejos del lugar en las que estas tendrán consecuencias«, señala. Otro dato incuestionable sobre la superioridad de las plantas, dice, es que conforman el 85% de vida en la Tierra. Todos los animales juntos no sobrepasan el 0,3%. Aún así, presuntuosos hasta la médula, comportándonos como si fuéramos una especie desvinculada de todas las demás, hemos detonado la sexta gran extinción.
«Por nuestra culpa desaparecen especies a una tasa entre mil y 10.000 veces más alta que normalmente. No sabemos lo que estamos haciendo. No solo somos parte de la naturaleza sino que para sobrevivir necesitamos la pervivencia de todas las demás especies. Cada vez que una desaparece, reducimos nuestra capacidad de supervivencia. Ahora estamos asustados por el coronavirus, pero los peligros que entraña el calentamiento global son infinitamente más grandes», lanza Mancuso.


Plantando un billón de árboles en todo el mundo, afirma —una superficie como la de Estados Unidos— lograríamos absorber dos tercios del CO2. «Es la solución más sencilla. Cada país podría tener su cuota. Yo he hecho los números de Italia, nos tocarían 2.000 millones de árboles. ¿Nos caben? Sí, porque desde 1980 se han abandonado 5 millones de hectáreas agrícolas. Para esos 2.000 millones necesitamos 2 millones de hectáreas, y el proceso de plantación duraría unos 30 años. Es una solución elegante, simple y económica, y no es utópica».
De esta pandemia, concluye, hemos de aprender que solo colaborando, como hacen las especies vegetales, saldremos adelante. La vida solo se propaga a través de la cooperación. Debemos colaborar, tanto en las familias, en la sociedad, y en sintonía con la naturaleza. Y es que como dijo el geógrafo y naturalista ruso Piotr Kropotkin en en 1902, un personaje al que Mancuso admira mucho, el apoyo mutuo es un factor en la evolución.
