Como buen hijo de músico, a Terje Isungset ((Hol, Noruega, 1964) no le alcanzaba con tocar bien un instrumento: necesitaba experimentar más allá de los límites del virtuosismo. Se crió en una localidad conocida por las pistas de esquí, entre Bergen y Oslo; su padre era acordeonista de música tradicional nórdica y él, un niño que vivía fuera, en el bosque, jugando con palos y piedras, entre la nieve.
De ahí que resulte natural imaginar que, tras años como baterista de jazz, un día de 1990 decidiese que había más material para la percusión que los instrumentos conocidos y se pusiese a buscar timbres y nuevas sonoridades en trozos de granito, madera de abedul y hasta en las campanillas de las ovejas. Diez años después, su curiosidad lo llevó hasta el hielo, algo que para sus vecinos suele tener un tinte negativo y al que Terje quiso buscarle el lado positivo, construyendo instrumentos que pueden derretirse… y beberse.
Sobre el agua helada y su música, charlamos, unos días atrás, con este compositor escandinavo que ha grabado más de 10 discos como solista y otros tantos con bandas de jazz y folk nórdico (su último álbum con el grupo sueco Groupa acaba de salir en todas las plataformas online). Desde nuestro confinamiento español entramos al semi-aislamiento noruego de Terje Isungset, en una videollamada que nos permitió ver cómo nieva entre las coníferas de Bergen, a través de su ventana.
Lo que sigue son algunos extractos de esa conversación en la que nos adentramos en el valor que la naturaleza tiene para la música, así como en el asombroso comportamiento acústico de los materiales. Por ejemplo, ¿sabíais que similares trozos de agua helada no suenan igual? Tampoco percuten de la misma manera los hielos del polo sur que los del norte. Estos son matices que solo alguien que viene del hielo puede trazar con tanta precisión:
Agua
“El planeta contiene un sistema circular de agua. Sin agua no hay vida: esta es una de las razones más importantes por las que hago música de hielo. Porque el agua tiene el valor de ser la esencia de la vida en el planeta y también es el fundamento de nuestro cuerpo”.
El misterio del sonido del hielo
“Hay algo extraño en el hielo: no todos los trozos de hielo suenan igual. Algunos suenan mal y otros, muy bien, pero es algo que no se puede discernir a simple vista, hay que probarlos y tocar. Creo que las diferentes sonoridades tienen que ver con la calidad del agua, o con la historia del agua. Es muy interesante y en 20 años trabajando con este material no he descubierto el secreto.
Los científicos tienen diferentes teorías (que puede influir la contaminación o la manera en que se congela). Prefiero no conocer demasiado esas teorías, me quedo con el misterio. Lo único que está claro es que con el hielo artificial –el que se hace en una fábrica– no hay sonido posible. Al agua no le gusta que la congelen industrialmente”.
Condiciones meteorológicas
“En mi condición de baterista, sentí que tenía que ofrecer algo nuevo y salí a buscar sonidos en las maderas del bosque. Así fue que hice mi propia batería y luego utilicé piedras y campanas en mis composiciones. Mis instrumentos, en general, no tienen valor para otra gente. En el año 2000 tuve que componer música para un concierto en unas cascadas congeladas y empecé a trabajar con hielo. Fue un desarrollo natural el que se dio desde los otros instrumentos hacia el hielo”.
El hielo como amigo y no como enemigo
“Lo más importante es la fuente de sonido. Diferentes materiales producen diferentes sonidos. Como compositor, eso representa desafíos pero también posibilidades de hacer algo nuevo, espero, y también de encontrar el valor de cada elemento de la naturaleza”.
¿Cómo tocar un instrumento de hielo?
“Es muy difícil de tocar, porque si preguntas a un trompetista te dirá las medidas exactas de cada agujero, para que eso suene afinado. En un trozo de hielo, nada es exacto, porque las formas van cambiando mientras vas tocando. Los tamaños de los agujeros crecen…”.
Arte efímero
“Si no tocas fuera y con frío, los instrumentos se derriten rápido. Si tocas mucho tiempo, tienes que hacer uno nuevo. En mi caso, intento medir el tiempo para poder reutilizarlo en varios conciertos. Es una cuestión de timing, y hay que estar afinándolos y reconstruyéndolos: un músico del hielo no puede ser perezoso. Porque esto es trabajo todo el tiempo”.
El trabajo manual
“Esto es un 98 % de logística y un 2 % de música. Y yo amo estar fuera, en contacto con las montañas”.
Cambio climático
“Sobre mi relación con lo ambiental, he colaborado con científicos en presentaciones conjuntas. Pero yo soy artista y trato de expresar algo de manera profunda, pero quizá no explícitamente como lo hacen un activista o un político”.
Terje Isungset es, además, el director artístico del Ice Music Festival –que se celebra en Noruega, cada febrero, desde 2006– y que convoca a arquitectos, bailarines, artistas plásticos y performers que trabajen el hielo o la nieve. Cada año se presenta, allí, el prototipo de un instrumento diferente y cada año se ruega que el buen tiempo acompañe, pues el festival se desarrolla al aire libre. A cielo abierto, no hay riesgo de que los instrumentos se derritan, y las condiciones extremas de temperatura parecen empujar a estos hombres y mujeres creativas a un contacto mayor y más profundo con los elementos de la naturaleza.