Van a llevar razón los que piensan que resulta paradójico, cuando menos, que uno de los museos marítimos más importantes del mundo se encuentre atracado en una ciudad sin puerto ni playa. Pero es lo que hay. Otra rareza más, si cabe, que añadir a las peculiaridades de este poblachón manchego cuyos lobos de mar, que de todo abunda en la fauna madrileña, se jactan de vivir en una de las capitales europeas más vinculadas a lo marino y todo un referente en cartografía náutica. Ver para creer… ¡y alucinar!
Basta con poner rumbo desde Atocha a ese monumento con pinta de faro desenchufado que es la estatua de Colón, el mismo que señala el viejo Nuevo Mundo desde lo alto de su plaza homónima, para arribar mediados a buen puerto: el Museo Naval, un espacio único para los amantes de nuestra historia marítima, que no es aburrida.


Desconocido para la mayoría
Para ello, antes habremos dejado a popa el triángulo de las Bermudas pictóricas que conforman el Museo del Prado, el Reina Sofía y el Thyssen-Bornemisza, y no nos olvidaremos de saludar, al pasar a su lado, al bueno de Neptuno, dios furibundo, barbón y colchonero que mantiene Recoletos a salvo de fuertes marejadas al tiempo que protege, con afecto paternal, a algún que otro pato descarriado del estanque del Retiro.
«Alberga mapas, armas, maquetas, banderas, uniformes, condecoraciones, instrumentos de navegación, palos mayores, mascarones de proa y restos de cascos de los galeones que surcaron los mares de medio mundo»


Se trata de un museo desconocido para la gran mayoría, tanto de turistas como de madrileños, aunque vale la pena dejarse sorprender por sus diversas y vistosas colecciones a lo largo de un paseo que no suele llevar más de una hora y media.
Sus salas albergan colecciones de pintura, escultura y literatura junto a mapas, armas, maquetas, banderas, uniformes, condecoraciones, instrumentos de navegación, palos mayores, mascarones de proa y restos de cascos de los galeones que, a través de olas y siglos, surcaron los mares de medio mundo. Hoy por hoy, suman más de 10.500 piezas.
No en vano la misión de esta entidad cultural de titularidad estatal, situada en la primera planta del Cuartel General de la Armada en el Paseo del Prado y gestionada por el Ministerio de Defensa, consiste en «adquirir, conservar, investigar, comunicar y exhibir para fines de estudio, educación y contemplación, piezas, conjuntos y colecciones de valor histórico, artístico, científico y técnico relacionados con la actividad naval, a fin de difundir la historia marítima de España, contribuir a ilustrar, relevar y salvaguardar sus tradiciones y promover la conciencia marítima nacional».


El primer mapamundi
Y lo cierto es que uno descubre que se cumplen todas estas premisas de manera tan variada como contundente desde que accede al museo. Sus salas están ordenadas cronológicamente y albergan colecciones de objetos históricos custodiados por la Armada que van desde el siglo XV hasta hoy.
Entre ellas sobresale, sin ninguna duda, el mapa o la carta de Juan de la Cosa, una joya de la cartografía universal por ser el primer mapamundi en el que aparecen los nuevos territorios descubiertos al otro lado del Atlántico. Juan de la Cosa, propietario de la Santa María, formaba parte del primer viaje de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo y dibujó lo que hasta entonces era todo el mundo conocido sobre dos pieles de cordero (se puede apreciar la costura).


«El mapa de Juan de la Cosa es una joya de la cartografía universal por ser el primer mapamundi en el que aparecen los nuevos territorios americanos»
Se exponen también incontables retratos, sobre todo de los siglos XIX y XX, entre los que destacan los realizados por artistas de la talla de Joaquín Sorolla, Vicente López Portaña, Fernando Álvarez de Sotomayor o Antonio María Esquivel. Por lo que respecta a la serie de grabados, muestran aguatintas, aguafuertes, xilografías y litografías que, al igual que con la pintura, representan escenas marinas y navales de artistas españoles, flamencos y alemanes. Un festín hecho para la mirada del visitante.
Batallas navales
A destacar por su importancia histórica el amplio conjunto de piezas rescatadas de la nao San Diego, que naufragó en aguas de Filipinas en el año 1600. Sus restos fueron hallados en la década de 1990 y una fracción de las piezas recuperadas fue adquirida con destino a las vitrinas de este museo.
Por su parte, no dejan de tener un cierto morbo la cuna-hamaca en la que durmió el infante Alfonso XII en su primera singladura a las Baleares o la visión del agujero del tamaño de una sandía que le hicieron a la fragata acorazada Numancia en plena refriega naval.
El Museo Naval de Madrid, que acometió el pasado año una importante remodelación estructural y museográfica, tiene carácter gratuito (aunque se solicita un donativo de tres euros para su mantenimiento) y cuenta a su vez con visitas guiadas sin ningún coste en las que un experto explica las mejores piezas de las distintas salas de forma amena. Eso sí, atención, se requiere más de una mañana para recorrerlo con todo detalle. ¡Buena navegación!


