El próximo diluvio universal podría tener la forma de una inundación que llega en grandes olas del mar remontando ríos. Esto es lo que imaginó el artista Daan Roosegaarde, que nació en 1979, en los Países Bajos, precisamente un país con una buena porción de sus tierras por debajo del nivel del mar, incluido el importante puerto de Rotterdam (hay quien cifra en el 60% el territorio en riesgo de anegación).
En efecto, unos 17 millones de habitantes de las costas de este país europeo estarían en peligro cierto de sufrir los efectos de los mares desbordantes, que por ahora crecen a razón de unos tres milímetros por año. Quizá sea esta la razón urgente por la que los comités institucionales del agua de Países Bajos encargaron a Roosegaarde una obra que se plasmó, un par de semanas atrás, en la puesta Waterlicht (Luz de agua).
La obras es una suerte de inundación virtual del castillo medieval de Loevestein, ubicado en primera línea del sistema defensivo holandés de presas, diques y bombas de agua, a orillas del río Mosa, que confluye con un brazo del Rin antes de su desembocadura en el Mar del Norte.


El castillo, construido en el siglo XIV y escenario de algunas obras emblemáticas de la literatura europea (allí transcurrían algunas escenas de El tulipán negro, la novela de Alejandro Dumas padre) fue prisión, embajada y hoy, declarado Patrimonio de la Humanidad de UNESCO, cumple funciones museísticas sobre vida e historia medievales.
Al estar rodeado de agua, no es difícil temer por el destino de Loevenstein ante cualquier variabilidad del volumen de aguas del río Mosa, especialmente con los pronósticos científicos cada vez más contrastados de que habrá una subida sostenida del nivel del mar debida al calentamiento global de la atmósfera ya provocado y el derretimiento de los glaciares y de los hielos polares que podrían venir.
Frente a estos escenarios del cambio climático, Roosegaarde ideó, pues, una gran instalación que tiene por objetivo no solo alertar acerca de las consecuencias de nuestras acciones sino también impulsarnos a pensar cómo plantar cara a la parte inevitable de las riadas que vendrán. Esto es, no solo mitigar, sino también hacernos a la idea de la adaptación creativa.


“Arte es activar, no decorar. Mostrar cómo podría ser el mundo que viene puede generar impacto, miedo o inspiración”, afirma Daan Roosegaarde
Un espejismo envolvente
Para llevar la simulación del agua por encima de la cabeza de los espectadores que asistieron a la acción en directo, el diseñador utilizó en Waterlicht una combinación de luces LED y lentes que creaban la ilusión de una zona inundada en constante transformación por el viento y la lluvia.
Para Roosegaarde, se trata de defender el legado cultural del castillo, así como la idea de que los ríos, en este caso, el Mosa, deben tener derechos a estar limpios y a fluir libremente, en fin, derechos naturales que permitan su supervivencia.


«Hemos tenido que cambiar nuestra perspectiva hacia lo ecocéntrico, porque la naturaleza nos demuestra que no tenemos el control sobre las inundaciones»
En la pieza audiovisual resultante de la performance en vivo, accesible online, los espectadores mencionan estar experimentando una suerte de fata morgana, ese efecto óptico que crea figuras alargadas y fantasmagóricas en el horizonte, por efecto de la inversión de temperaturas del aire. De hecho, el Estudio Roosegaarde tiene experiencia probada en obras inmersivas y resultó galardonado en el Global Future Design Award 2019 y el IESNYC Lumen Award New York 2020, entre otros certámenes de diseño internacionales.
Y, entre otras experiencias artísticas virtuales recientes de alerta sobre la subida del nivel de los océanos puede consultarse, por ejemplo, el programa El latido de la Tierra, de Google Arts & Culture, en colaboración con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCC). Por caso, vale la pena echar un vistazo a Insidious rising (aumento insidioso) del colectivo de mujeres Hypen Lab, junto con la artista de origen iñupiaq –nativa del norte de Alaska, Allison Akootchook Warden, y la Union of Concerned Scientists.


Mover nuestro punto de vista
Roosegaarde es el artista de los cielos contaminados (hace unos años diseñó, junto a otros tecnólogos, una torre-filtro de aire para la ciudad de Pekín) y ahora se muestra como representante de los ríos que rebasan sus cauces, o que lo harán, y por eso no ceja en su empeño por sensibilizar, sobre todo a ingenieros e inventores, con visibles acciones de concienciación y estímulo a actuar, incluso a pensar en islas o estructuras flotantes que podrían funcionar en suelos anegados.
Desde El Ágora. Diario del Agua, le pedimos que contestara a unas breves preguntas sobre este último trabajo en el que escenifica un diluvio universal en los jardines del castillo de Loevenstein. Nos respondió en piezas de audio, desde algún lejano lugar, previsiblemente húmedo y lleno de grillos.


PREGUNTA,- ¿Cuál fue el proceso que lo llevó a trabajar de esta manera sobre el concepto de inundación en la performance del castillo de Loevenstein?
RESPUESTA.- El director del castillo nos contactó hace dos años: el nivel del agua estaba subiendo y ese sitio patrimonio de la UNESCO de 700 años de antigüedad estaba bajo amenaza. En el mismo momento, la exposición dentro del castillo iba del agua, sobre lo que podíamos aprender de ella y cómo convivir con ella. Esto le daba razón a la naturaleza alrededor.
Debíamos activar esa consciencia sobre el poder del agua. Podíamos aprender de la potencia del río y su derecho a estar limpio. De hecho, hace cinco siglos, cuando éramos el centro del universo, entramos en shock al tener que aceptar que Galileo, Copérnico y Kepler tenían razón, porque la Tierra giraba alrededor del sol ¡Por fin sabíamos que eso era verdad! Y, ahora, otra vez hemos tenido que cambiar nuestra perspectiva hacia lo ecocéntrico, porque la naturaleza nos demuestra que no tenemos el control sobre las inundaciones. El cambio climático nos está enseñando. Debemos encontrar una armonía con la naturaleza y, para ello, es necesario mover nuestro punto de vista.


“El asombro puede generar nuevos mapas mentales y ayudarnos a cambiar el mal diseño del cambio climático”
P.- Esta performance en vivo puede verse ahora en formato película. ¿Cómo percibió la reacción del público allí?
R.- El área natural de Loevenstein estaba llena de gente. Llegaron en botes, taxis, bicicletas, buses… Fueron dos noches de cuento de hadas, a finales de marzo. Antes, nos había aterrorizado enterarnos, por el World Economic Forum, de que los niveles del agua podían subir más de dos metros en las próximas décadas de este siglo. Todo se acelera, resulta demasiado pronto y nos empuja a actuar.
P.- ¿Qué piensa del rol de los artistas como la primera línea de sensibilización sobre sostenibilidad y los efectos del cambio climático?
R.- Arte es activar, no decorar. Mostrar cómo podría ser el mundo que viene puede generar impacto, miedo o inspiración. Si la gente ve ciudades flotando esto podría generar curiosidad y energía para cambiar las cosas. Esperamos que, en lugar de asustarse, puedan sentir curiosidad y que esta experiencia colectiva tenga más impacto que las cifras del incremento de temperaturas que ya se están produciendo. El asombro puede generar nuevos mapas mentales y ayudarnos a cambiar el mal diseño del cambio climático. Podemos quejarnos, esperar o imaginar mejores situaciones. De esto se trata.


