Hassan Fathy, el arquitecto del adobe - EL ÁGORA DIARIO

Hassan Fathy, el arquitecto del adobe

Hassan Fathy, el arquitecto del adobe

La cultura nubia inspiró al arquitecto Hassan Fathy para desarrrollar soluciones urbanas sostenibles en Egipto, un país que a lo largo del extenso Nilo irradia sabiduría y poesía. La Casa Árabe de Madrid nos brinda una muestra de su legado.


Analía Iglesias
Madrid | 16 abril, 2021


La “belleza innata de lo que nos rodea” es lo que procuró rescatar el arquitecto Hassan Fathy (Alejandría, 1900 – El Cairo, 1989) a lo largo de su vida y lo que sigue legándonos, tres décadas después de su desaparición. En presente continuo, el arquitecto de los pobres intenta recuperar los materiales, el espíritu, la funcionalidad y las formas de las casas de “cuando éramos nosotros mismos”. Y su herencia se actualiza en un momento álgido del planeta, porque no hay más tiempo, ni espacio, que permita nuevas distracciones: para sobrevivir, hay que interactuar con el paisaje compartido de manera sostenible. De ahí el valor de esta exposición Hassan Fathy: a contracorriente que le dedica la Casa Árabe, en su sede de Madrid, y que estará abierta al público hasta el 16 de mayo.

No parece casual que Fathy naciera en Egipto, ese país que no solo vive de la nostalgia del esplendor faraónico, porque su brillo civilizatorio ha iluminado toda la historia, desde el faro de Alejandría o, más cerca, durante el siglo XX, a través de la obra de  grandes pensadores y pensadoras, ingenieros, artistas y poetas singulares. Musulmanes, cristianos coptos, judíos y practicantes de otros cultos han convivido y creado en esa región norafricana donde se cruzan los vientos del Magreb y los de Oriente sobre las arenas, al sur del Mare Nostrum.

Hassan Fathy
‘Nubian Houses Doors 1980-1989’, de Chant Avedissian. | Casa Árabe/Laura M. Lombardía

Ineludibles son los versos de Edmond Jabès o el pensamiento feminista de  Nawal El Saadawi, dos egipcios que conviene conocer. Con algunos de estos poetas y artistas contemporáneos, Hassan Fathy incluso se congregó en torno al colectivo Friends of Art and Life, del que formaron parte el escritor Naghib Mahfuz –el primer Nobel en lengua árabe– y Hamed Said, para quien Fathy diseñó, en 1942, un pequeño estudio, en adobe, rodeado de un jardín de palmeras datileras y plantas de papiro, que fue su hogar de creación y vivienda.

Con este grupo se implicaron en la educación social en Egipto y pregonaron el vivir alejados del elitismo, en comunidades multidisciplinares, junto a campesinos y artesanos.

El paisaje de los ancestros

De todos los que han navegado con diversas embarcaciones por ese río imponente que es el Nilo, el arquitecto miró y aprendió de las construcciones propias de la cultura Nubia del sur, que han sabido erguir cúpulas, arcos y bóvedas inclinadas, sin más armazón que la que puede brindar una mezcla de barro con más o menos hierbas y ramas secas en la composición.

Fathy expresa en sus diseños su convicción de quedarse en la propia tierra, en lugar de optar por ser esclavo de “la persecución del éxito en otros ambientes”, como él mismo lo expresa en sus escritos. Los ladrillos con los que construye son los mismos que vio en las ruinas de pueblos centenarios junto al Nilo, de esos que dejan asomar restos de paja teñidos del color de la tierra con la que fueron amasados.“Lo que fuimos de verdad”, fruto de “la belleza innata que nos rodea”, dirá el hacedor.

 

Modelo de una de las casas sostenibles construidas por Fathy. | Casa Árabe/Laura M. Lombardía

Los techos vienen de lo mismo que pisan nuestros pies, sugiere, para que no quepa duda del arraigo que él propone, como guía, a los que se dediquen a levantar paredes para que los pobladores rurales se cobijen de las inclemencias del desierto y para transitar, en armonía con el entorno, para no herirlo… También para soñar, a través de las figuras geométricas de luz que dibuja el sol pasando por los ladrillos calados de las celosías. Entonces, Fathy escribe el Cuento de la Celosía.

Por las ventanas abiertas de la casa del arquitecto entra el paisaje circundante y la brisa del Mediterráneo, ese mar que parece teñir las bases de los arcos, a partir de un tajo azul cortando el marrón de la arena. El zócalo del horizonte profundo se traza, asimismo, en casi todas las fachadas de las medinas árabes.

En Mallorca también dejó huella el arquitecto, en la que es la única obra que lleva su firma en suelo europeo: se trata del museo Sa Bassa Blanca, de la Fundación Yannick y Ben Jakober.

El rastro egipcio que atraviesa el siglo XX

En la puesta de La Casa Árabe de Madrid, los planos y las acuarelas que Hassan Fathy concebía  para sus clientes son otro objeto de arte que invita a viajar a ese Egipto contemporáneo y eterno, a través de su propia existencia, que abarca casi todo el siglo XX. A propósito, algunas de las fotos de la exposición (de la serie que se presentó, en 2019, en la Fundació Tàpies) y la evocadora instalación Haré una canción y la cantaré en un teatro, rodeada de un aire nocturno llevan la firma de Hannah Collins, que ha conjugado de manera poética las ideas de dignidad que quiso plasmar el arquitecto con las realidades que siguen existiendo en las aldeas norafricanas.

Hassan Fathy
Una imagen de la muestra sobre Hassan Fathy en Madrid. | Casa Árabe/Laura M. Lombardía

En algunas de esas aldeas semiabandonadas, vemos a los patos tan despeinados como los niños que juegan junto a los envases plásticos y las sandías apiladas. Plástico que sobra y sandías que se cultivan en demasía, bajo las palmeras, absorbiendo toda la humedad de los acuíferos de los oasis, pero que siguen siendo fuente de alimento de los pueblos pauperizados. Para ellos había ideado el urbanista la ciudad sostenible de Nueva Gourma (1947), en Luxor, y, en la década del 60, otra solución habitacional llamada Nuevo Baris.

Sobre este concepto de existencia en armonía con el entorno, con viviendas asequibles y térmicamente adaptadas a los rigores climáticos de la región se han concebido los textos de una visita teatralizada (los pases, aquí), durante la cual los espectadores pueden moldear, por sí mismos, la arcilla, mezclar el barro con la paja, hacer adobe y, en fin, comprender que es posible construir desde los materiales de la tierra, sin más herramientas ni procesos que las propias manos.



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