Las miradas de Strand y Brandt captan la belleza del paisaje

Las miradas de Strand y Brandt captan la belleza del paisaje

Las miradas de Strand y Brandt captan la belleza del paisaje

Nuestro colaborador Julián H. Miranda nos acerca al talento que dos grandes fotógrafos del siglo XX tuvieron para el género del paisaje y la armonía con la naturaleza, con motivo de dos exposiciones en el Centro Kbr de la Fundación Mapfre de Barcelona. Dos modos de mirar que nos han legado algunas de las grandes composiciones en torno a la belleza del mundo


Julián H. Miranda
Madrid | 13 noviembre, 2020

Tiempo de lectura: 7 min



Barcelona abrió hace más de un mes el Centro de fotografía KBr de la Fundación MAPFRE y lo ha inaugurado con exposiciones dedicadas a dos maestros de la fotografía del siglo XX: Paul Strand (Brooklyn, Nueva York, 1890-Orgeval, Yvelines, Francia, 1976) y de Bill Brandt (Hamburgo, 1904-Londres, 1983).

Dos miradas diferentes que cultivaron numerosos géneros de la fotografía: el retrato, la fotografía urbana, el paisaje de naturaleza y el paisanaje en varios países, lo que les convierte en fotógrafos integrales. En el caso del norteamericano se presentan más de un centenar de imágenes de los fondos que atesora la Colección Mapfre de fotografía, iniciada en 2008 y que actualmente reúne más de 1.300 fotografías de grandes creadores, mientras que del artista germano británico se exhibe una amplia retrospectiva de su obra. Ambas exposiciones estarán abiertas hasta el próximo 24 de enero.

Bill Brandt. Autorretrato, 1966. Colección particular. Courtesy Bill Brandt Archive and Edwynn Houk Gallery © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

Los dos dedicaron sus dotes de observación para captar los paisajes bien de sus viajes por otros países en el caso de Paul Strand o de las cercanías de su lugar de residencia en el Reino Unido para Bill Brandt. Dos modos de encarar con elegancia esa serie de encuadres que la naturaleza urbana y rural les brindaba, porque a los dos también les atraía la fotografía de la ciudad para reflejar la soledad o la movilidad, o bien en la naturaleza más salvaje o intervenida por la mano del hombre para crear atmósferas inquietantes y extraer la esencia de esos espacios al aire libre.

Pablo Gasparini. Retrato de Paul Strand, Orgeval, 1956. Museum onf Modern Art, Nueva York. © Paolo Gasparini

La armonía de Paul Strand

Strand ayudó a que la fotografía tuviera un prestigio equiparable a otros formatos artísticos y que como tal ayudara a comprender el mundo que habitamos. Su mirada siempre buscó la innovación, sin dejar de lado el rigor, su cercanía a otros creadores como pintores o cineastas, de los que aprendió, y terminó siendo muy joven un buen representante de la fotografía en la calle (Street Photography). Su obra sigue siendo actual e inspira a numerosos fotógrafos de nuestro tiempo porque siempre le atrajo representar la belleza formal del mundo.

En la exposición de Barcelona, comisariada por Juan Naranjo, casi un tercio de lo expuesto está dedicado al paisaje, desde esa instantánea urbana que tuvo como protagonistas a una docena de personas en la acera de Wall Street cuando solo tenía 25 años, una imagen en la que aunó contenido y forma para respetar la realidad y conferir autenticidad a un tipo de fotografía directa. Como en otros paisajes naturales supo experimentar con el encuadre y con la luz para compartir con el espectador emociones de gran fuerza visual.

Paul Strand Wall Street, Nueva York, 1915. Impresión al platino paladio Colecciones Fundación MAPFRE © Aperture Foundation Inc., Paul Strand Archive

En los casi 30 paisajes que podemos admirar en la selección de Paul Strand, casi todos ellos rurales y que fue cultivando como género al comienzo de su carrera, asociado al pictorialismo, que luego retomó en los años 20 y 30, nuevamente en los 40, y así hasta el final de sus días en 1976 cuando ya se había instalado en Orgeval (Francia), pueblecito en el que vivió algunos de los años en que eligió Europa para vivir huyendo del macartismo a mediados de la década de los 50. A lo largo de su carrera Strand adoptó puntos de vista insólitos aplicados a la arquitectura, al paisaje rural y a las plantas que encontraba para darnos a conocer la belleza formal que encontraba con su curiosidad constante.

De la década de los años veinte cabría destacar ese cobertizo blanco en Fox River en Gaspé, los  helechos en Nueva Inglaterra mientras que de los años 40 esos pinares y maderas de Maine, que tienden a la abstracción; la tormenta y el mar en ese mismo estado; y la sensación del  pleno invierno en un paraje de Vermont. Strand sabía elegir la luz que necesitaba para ahondar en la expresividad de la imagen.

Paul Strand [Tir a’Mhurain, isla de South Uist, Hébridas Occidentales, 1954 Plata en gelatina Colecciones Fundación MAPFRE
© Aperture Foundation Inc., Paul Strand Archive
Las siguientes tres décadas fueron para Paul Strand una oportunidad para ir cazando instantes en sus viajes a Egipto, Marruecos, Ghana y sobre todo diversos lugares de Francia: Borgoña, Bretaña y Orgeval, sin olvidar ese maravilloso documento fotográfico que nos legó de su estancia en las Hébridas, ese gran archipiélago compuesto por más de un centenar de islas en la costa oeste de Escocia, con sus parajes solitarios a los que supo dotar de una inusual belleza.

En el caso de Orgeval y sus alrededores le inspiraron para la toma de muchas imágenes y allí desarrolló uno de sus últimos proyectos: El jardín, que condensa una concepción estética y su forma de interpretar el mundo porque siempre quiso vivir en armonía con la naturaleza. En ese proyecto final Strand escribió: “El material del artista no reside en sí mismo ni en las invenciones de su imaginación, sino en el mundo que lo rodea”. Y añadió que “es la forma en que ve este mundo y lo traduce en arte lo que determina si la realidad, capaz de ampliar y transformar la experiencia humana”.

Bill Brandt. Río Cuckmere, 1963. 20 x 24,13 cm Private collection, Courtesy Bill Brandt Archive and Edwynn Houk Gallery © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

La elegancia de Bill Brandt

El fotógrafo germano británico Bill Brandt es uno de los grandes maestros de la fotografía europea, que abordó durante casi 50 años numerosos géneros en los años centrales del siglo pasado: el reportaje social, el retrato, el desnudo y el paisaje. En la exposición retrospectiva que le dedica la Fundación Mapfre, comisariada por Ramón Esparza, se han reunido 186 fotografías que positivó el propio autor, más de 30 dedicadas al género del paisaje.

Dividida en seis secciones, la primera se dedica a sus comienzos con esa serie de retratos de creadores y de su estancia en París, antes de dar paso a ser el peatón de la capital francesa en línea con su admirado Eugène Atget; mientras que en Arriba y abajo, logró captar a representantes de dos clases sociales inglesas en imágenes muy planificadas aunque no lo pareciera y el documento gráfico que legó a la posteridad de cómo era la vida en Londres durante los bombardeos de los años cuarenta.

Bill Brandt. Rampa en Halifax, 1937. 25,40 x 20,50 cm
Private collection, Courtesy Bill Brandt Archive and Edwynn Houk Gallery
© Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

Además del paisaje, que luego describiré, destacó como retratista de poetas como Ezra Pound, Robert Graves, de pintores como Bacon, o los ojos de Braque, Moore o Tàpies, un homenaje a esos ojos que cambiaron el modo de representar el mundo; el desnudo, al que confirió una distinción y singularidad por las atmósferas oníricas con las que muchas veces dotaba a su composiciones; y Elogio de la imperfección, una reflexión de la identidad del fotógrafo y la intención de este en su taller de revelado, tan importante para Bill Brandt, porque le gustaba controlar la imagen  final antes de la impresión.

En Paisajes descritos se incluyen la mayoría de las fotografías de paisaje pero hay otras donde la huella de la ciudad está presente como en Autobús atravesando el puente de Battersea (1939), Aguas bajo el puente de la Torre; o Buscadores de carbón en East Durham (1937), así como otras de cuatro jinetes por Hyde Park (1941) o las calles desiertas en Bloomsbury (1942), que anteriormente había sido lugar de encuentro de la intelectualidad londinense.

Bill Brandt. Top Withens, West Riding, Yorkshire, 1945. 24,92 x 20,16 cm. Private collection, Courtesy Bill Brandt Archive and Edwynn Houk Gallery © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

Quizá Brandt no fue un fotógrafo tan apasionado por la naturaleza como Paul Strand y otros pero hay varias características que revelan su gran elegancia en los paisajes elegidos en la muestra: una clara inspiración literaria, la importancia de la arquitectura para alternar la visión de Londres y sus edificios monumentales con rincones recónditos donde está la esencia de la vida de esa ciudad.

Sabía mirar sin prejuicios lo que el contexto natural le ofrecía cuando se alejaba de la capital inglesa hasta desarrollar un canon estético, fruto de la intervención humana en la naturaleza. Maneja con pericia los factores técnicos y emocionales para captar el paisaje: naturaleza, luz, punto de vista, la situación atmosférica y la elección del momento elegido para tomar la fotografía y captar con su cámara el espíritu inquietante de esos lugares: Halifax; «Hail Hell & Halifax» (1937), Barbury Castle, Marlborough Downs, Wiltshire (1942), Páramo de Rannoch, Perth, según Robert Louis Stevenson (1947), Playa de Aldeburgh (1948), El Camino de los Peregrinos, Kent (1950), o Río Cuckmere (1963), entre otras, que evocan un mundo rural que se estaba transformando.

Bill Brandt. Buscadores de carbón en East Durham, 1937. 25,24 x 20,16 cm
Private collection, Courtesy Bill Brandt Archive and Edwynn Houk Gallery. © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

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