Es un libro de autoayuda que nos da alas. Literalmente. Sobre todo en algo que, sin saberlo, llevamos muy adentro y está grabado en nuestro inconsciente como un mantra que nos hubiesen tatuado en el alma: «La unión hace la fuerza». El problema es que tendemos a olvidarlo. Preferimos desecharlo en el contenedor rojo. El de todo aquello que, aparentemente, menos importa. Aunque ellas sigan ahí. Cada día. Zumbando. Lanzándonos su peculiar SOS. Pidiéndonos un respiro. Diezmadas por culpa del uso y abuso de pesticidas prohibidos en medio mundo, como los neonicotinoides y el fipronil. Arrinconadas por culpa de un entorno que nunca comprendió del todo su matriarcado.
Su título es La filosofía de las abejas. Subtítulo: Aprende a extraer el néctar de la vida. Autora: Alison Davies. Ilustradora: Emily Mayor. Editorial: Libros Cúpula. Y por eso nos da alas. Porque su lectura nos invita a dejarnos guiar por sus zumbidos. A volar hasta lo más alto, cayendo de flor en flor, sacándole el mayor partido a la existencia mientras nos beneficiamos de algo tan simple como el trabajo en equipo.


«¡Flota como una mariposa, pica como una abeja; sus manos no pueden golpear lo que sus ojos no ven!». Ya nos lo advirtió Muhammad Alí, o sea, Cassius Clay, con esta frase fetiche reconvertida en lema que describe su forma de boxear: rápido y ligero de piernas, moviéndose como si flotara, mientras lanzaba una andanada de uppercuts no devastadores, pero cuya acumulación frustraba y derrotaba a sus rivales. Por eso no estaría mal. Vivir como boxeaba Alí. Aplicando la genial filosofía de las abejas.
¿Pero qué pasaría si desaparecieran? ¿Si se volatilizasen y acabasen por extinguirse? ¿Cómo nos afectaría su pérdida? El mismísimo Albert Einstein lo tenía claro, al parecer, ya que a él se atribuye la sentencia de que sin ellas todo sería un desastre y nos quedarían cuatro años de vida. «Sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres…», dicen que dijo. Y Albert Einstein sabía lo que decía. No cabe duda.


Hay una preocupación oficial en la Unión Europea. En los últimos años, diferentes estudios científicos señalan el paulatino declive de las abejas, hostigadas por demasiadas amenazas: la destrucción de su hábitat, el abuso de pesticidas. Y la mayor de todas ellas: el cambio climático. En China, en el condado de Hanyuan, ya hay gente que ha empezado a polinizar a mano, como consecuencia de la menguante población de estos insectos que, en un solo día, pueden llegar a visitar 2.000 flores por cabeza. Hay una certeza: su extinción supondría un nefasto efecto dominó que terminaría en nosotros.
Y es que la miel contiene todas las sustancias necesarias para la vida: enzimas, agua, minerales y vitaminas. Por lo demás, es rica en antioxidantes y cuenta con propiedades antiinflamatorias. Como bien explica Alison Davies en su libro, a los antiguos egipcios les gustaba tanto que incluso se llevaban tarros repletos a la tumba. Pero este prodigioso producto natural no es tan importante si no sabemos llegar hasta ella y entender el proceso por el que pasa hasta que podemos consumirla. De eso trata, precisamente, La filosofía de las abejas. De cómo aplicarla en nuestra propia existencia.


El poder del grupo
«La razón por la que los peces forman bancos, los pájaros forman bandadas y las abejas forman enjambres es que son más listos juntos que por separado. No hay votaciones; no hay encuestas; forman un sistema. Son interactivos y toman una decisión juntos en tiempo real», sostiene Davies. «Sus valores son sencillos: ¡creer es poder!».
Otro libro: El filósofo y la abeja. Autores: Pierre Henri y François Tavoillot. Editorial: Espasa. Sipnosis: Las abejas y su organización en colmenas constituyen el espejo ideal de la humanidad ya que nos han acompañado, cual perfecta metáfora de cabecera, a lo largo de toda la historia del pensamiento occidental. Pierre Henri es profesor de filosofía en la Universidad de París y su hermano François trabaja como apicultor en el Alto Loira. Cada uno, desde su sector, ha estudiado el significado de este insecto como símbolo para el pensamiento occidental y ambos han llegado a resultados de lo más interesante.
Y, al mismo tiempo, desoladores: los hermanos Tavoillot insisten en que las abejas se enfrentan, desde los años 90 del pasado siglo, a graves problemas por culpa del uso de muchos pesticidas que, incluso en dosis muy bajas, tienen un devastador efecto neurológico sobre ellas, al causarles parálisis y muerte. Lo peor de todo es que la tercera parte de la producción de bienes agrícolas de todo el mundo está íntimamente relacionada con la polinización.
Está claro. Quizás va siendo hora de enfrentarnos, de una vez, al problema que casi nadie quiere ver.
Ha llegado el momento de empezar a ‘abejizarnos’.
