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El barcelonés Joan Perucho Gutiérrez (1920-2003), que firmaba como Juan Perucho, fue, ante, bajo, cabe, con, contra y desde todo, poeta. Un poetazo. Otro de esos raros juntaletras que apenas escribió poesía, aunque todo acabase siendo lírico en torno a él, quizá porque escribía al margen de todo y de todos. Con, contra, desde todo. Peruchadamente. Y a través de una prosa que siempre fue poética, irónica y desternillante.


Sobre todo, desternillante, lo que le convierte en el autor catalán de mayor proyección internacional de las últimas décadas. Fichado a posteriori para ese dream team de la posteridad letrera que englobó, desde los largos años de posguerra, tanto a su amigo el gallego Álvaro Cunqueiro como Dino Buzzati e Italo Calvino, ambos italianos, pasando por Jorge Luis Borges, Bioy Casares, Raymond Queneau o Stanislaw Lem (dos argentinos, un francés y un polaco; como si fuera el arranque de un chiste malo).
Censura y canon
Cultivador de casi todos los géneros, su rigor, originalidad y capacidad de síntesis hicieron que Harold Bloom incorporara Las historias naturales a su célebre canon y la describiera como «un modelo de narración elíptica para la literatura del futuro». Comenzó su obra en castellano, aunque escribió en catalán el grueso de su obra. También hizo sus pinitos como impresor alternativo con Táber, editorial que fundó y en la que se publicaba literatura fantástica, gótica, folletinesca, cómics, libros de gastronomía y de erotismo, siempre con una estética pop de lo más estudiada.
Como brillante editor en ciernes, la censura de finales de los años 60 le negó el permiso para publicar el cómic Barbarella, una historia de ciencia ficción convertida en fenómeno internacional. Y Perucho, que nunca se metió en fregados que tuviesen la política como meollo, firmó un manifiesto quejándose de la falta de libertad de expresión que existía en la España franquista. «¡No hay derecho!», concluía el escrito.
Antirrealismo mágico


Pero vamos allá con Botánica oculta o el falso Paracelso, parte fundamental de la denominada La trilogía mágica junto con Historias secretas de balnearios y Bestiario fantástico. ¿En qué consiste? El propio Perucho, siempre dos pasos por delante del maravillado lector, nos lo describe en el arranque del prólogo: «El mundo de las plantas mágicas es un mundo fascinante, extraño y antirrealista.


Con ellas podemos curar un mal de piedra o una diarrea galopante, desahuciados ya por la ciencia; pero también podemos volar por los aires con la Veloz o cocinar divinamente con la ayuda y práctica de un misterioso Ch’i. Deberíamos, sin embargo, guardarnos de algunas plantas diabólicas que pueden abrir puertas y ventanas y penetrar silenciosamente en las alcobas».
Y a partir de aquí, vale todo. O sea, el valetodismo habitual del escritor barcelonés se convierte en director de orquesta de una obra que, precisamente, mantiene algo de circo mundial multipistas en el que no faltan payasos, sobre todo payasos, de toda ralea y condición. Indagaremos algo más sobre el posible grupo de las plantas declaradas formalmente mágicas, como la Suplicante (planta-orfeón que canta), o la Zapadora, planta erudita e ilustrada que se revela como una lectora voraz.
La planta oculta de Marco Polo
Nos adentraremos también en la extrañísima naturaleza del llamado Gholó, que tiene la cualidad de cambiar violentamente los comportamientos de aquellos a los que atrapa, conformando en torno a ellos «una fina película, brillante y translúcida», como fue el caso de un vietnamita que, no sabiendo español ni apenas inglés, de repente «cantó flamenco andaluz» para poco más tarde arrojarse desde el Big Ben.


Todo ello sin olvidarnos de conocer las características principales de la Triunfalina, planta propia de los moralistas y del pensamiento reaccionario, desaparecida en la actualidad, como sucede con muchas de ellas, y que llegó a escribir un instructivo y tronchante Catecismo para las muchachas.
O del Ch’i, planta inventada y pintada por el rey y pirotécnico Chung-ting, de la dinastía Shang, muy apreciada en especial por Marco Polo durante su viaje a China. A su regreso a Europa, se nos informa, el famoso viajero italiano se trajo de forma clandestina un ejemplar, dando así comienzo a un largo recorrido de dueños de tan ansiado vegetal, desde Napoleón al gran amigo de Perucho, el escritor Nestor Luján.
Esta nueva edición de Botánica oculta, profusamente ilustrada y acompañada, a modo de apéndice, de un pequeño diccionario de plantas mágicas, «siguiendo las directrices del formidable ocultista Rodolfo Putz, sabio alemán, y basándonos en las enseñanzas de Agrippa, Alberto Magno, Dioscórides y el Divino Paracelso», corre a cuenta de la editorial Edhasa, en su sello de narrativa.
Raro será que, a partir de ahora, veamos jardineros sin su ejemplar en el bolsillo.
Aquí están, de aperitivo, sus primeras páginas.