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“¿Las generaciones futuras hablarán de la sabiduría de sus antepasados igual que hacemos nosotros con los nuestros? Si queremos ser buenos antepasados deberíamos mostrar a las generaciones futuras cómo afrontamos una era de grandes cambios y grandes crisis”. Este pensamiento de Jonas Salk, descubridor de la vacuna de la polio, es el que inspira todo el libro de Roman Krznaric (Sídney, 1971) El buen antepasado. Cómo pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista recientemente editado por Capitán Swing.
No se puede ser un buen antepasado si no somos capaces de cambiar de paradigma y esto pasa por olvidarnos de la tiranía del ahora y comenzar a pensar qué tipo de mundo vamos a dejar a las futura generaciones y para eso debemos corregir el cortoplacismo que padecemos. Esta es la tesis del filósofo Krznaric.
Si de algo son consciente las personas de comienzos del siglo XXI es que están viviendo rodeadas de riesgos. Esto nos debería poner en alerta “pero a menudo no explican quién pagará las consecuencias de nuestra miopía temporal”.
Según el autor hemos colonizado el futuro, ¿pero hemos valorado que pueden pensar las generaciones futuras?, a las cuales no conoceremos pero que estarán ahí para enjuiciar lo que hemos hecho. Para el fundador del primer Museo de la Empatía del mundo todo lo que nos rodea, desde nuestros gestos hasta el capitalismo neoliberal como ideología que propugna el ahora, como forma de maximizar las ganancias o el crecimiento, sin valorar los impactos a largo plazo en las personas y el planeta, generan una perspectiva temporal que habría que cambiar.
Así que para él, para ser buen antepasado, debemos ser conscientes de lo que hemos heredado y lo que vamos a dejar para el futuro. Hemos heredado muchas cosas buenas, pero también economías estructuralmente adictas a los combustibles fósiles y al crecimiento sin fin que ahora debemos transformar.


“El cortoplacismo no es nuevo sino un viejo problema, que se ha agravado en la actualidad”
Para el autor, el cortoplacismo no es nuevo sino un viejo problema, que se ha agravado en la actualidad. El asunto es que nuestras acciones actuales están demostrando que pueden tener una repercusión peligrosa. “Estas se manifiestan en los impactos ecológicos a los que estamos sometiendo al planeta, al cambio climático, a la perdida de biodiversidad, pero también a tecnologías que no evaluamos bien como la inteligencia artificial o las armas biológicas”, afirma. Por suerte, pensar a través del tiempo es una habilidad clave para la supervivencia en el siglo XXI, defiende.
Krznaric es asesor en materia de empatía de organizaciones como Oxfam y Naciones Unidas. Es un filósofo público que escribe sobre el poder de las ideas para cambiar la sociedad, por eso en el libro lanza seis para pensar a largo plazo:
Humildad del tiempo profundo. Comprender que somos un parpadeo en el tiempo cósmico; mentalidad de legado; justicia intergeneracional; pensamiento catedral: planificar proyectos más allá de la duración de la propia vida; previsión holísticas, idear múltiples rutas para la civilización y objetivo trascendental: aspirar a la prosperidad planetaria.
“Pensar a través del tiempo es una habilidad clave para la supervivencia en el siglo XXI”
Krznaric nos recuerda que Japón tiene un programa que se llama Diseño futuro, inspirado por la idea de los nativos americanos de la toma de decisiones para siete generaciones. Es decir, piensan con un adelanto de siete generaciones.
También que hay un dicho apache que afirma: “No heredamos la tierra de nuestros antepasados; la tomamos prestada de nuestros hijos”.
La visión a largo plazo no tiene por qué mostrar un conflicto entre presente y futuro. Solucionar el problema de la polución es un problema actual, pero tendrá un impacto en generaciones futuras.
“En la practica, esto exige permanecer dentro de los sistemas de sustento vital del mundo natural, de manera que no utilicemos más recursos de los que la Tierra puede generar espontáneamente o no acumulemos más residuos de los que puede absorber”.
La esperanza la pone Krznaric en algo en él denomina los rebeldes del tiempo, que están intentando hacer que esto avance más rápido. “Convertirse en un buen antepasado es una tarea formidable. Las posibilidades de hacerlo vendrán determinadas por el resultado de una lucha para la mente humana que actualmente está librando a escala global entre fuerzas opuestas del pensamiento a corto y largo plazo”, afirma.
El autor cree más en la esperanza que en el optimismo: “Cabe la posibilidad de que la humanidad no despierte de su sueño cortoplacista hasta que se produzca un cataclismo extremo, y puede que entonces sea demasiado tarde. Pero yo creo que la humanidad tiene la capacidad de actuar de forma efectiva en una crisis, pero se necesitan utilizar todos los mecanismos posibles”.
Pero el autor también opina que necesitamos con urgencia “una planificación a largo plazo para afrontar los desafíos ecológicos y tecnológicos de nuestro tiempo, así como algunas cuestiones de política social”.
