Mary Oliver y la obra cumbre de la 'nature-writing' - EL ÁGORA DIARIO

Mary Oliver y la obra cumbre de la ‘nature-writing’

Mary Oliver y la obra cumbre de la ‘nature-writing’

Este año se ha publicado por fin en español ‘La escritura indómita’, de la gran poeta estadounidense Mary Oliver, para quien la existencia consistía en una única tarea: aprender a amar este mundo. A través de una prosa que, como no puede ser de otro modo, conserva un profundo aliento poético, la escritora nos da lecciones repletas de vida en torno a una naturaleza en las que no hay respuestas pero sí consuelo


La escritura indómita

La escritura indómita

Autor/es: Mary Oliver

Editorial: Errata Naturae

Ciudad/Año de publicación: Madrid, 2021

Páginas: 192

Precio: 18,00 €


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Como muchos otros grandes poetas, Mary Oliver tenía claro que no estamos en este mundo para conocer, sino para prestar atención. Que ciertas aves saben más de la vida que nosotros, que conviene escuchar a las flores cuando hablan y que los ríos son importantes porque en ellos encontramos compañía. Lecciones repletas de vida en torno a la naturaleza en las que no hay respuestas pero sí consuelo suficiente como para avanzar, pase lo que pase, sin dejar de sentirnos apegados a la tierra o al mar.

Si, como cuentan por ahí, Adán fue el primer hombre (o sea, el último mono) y por ese motivo recayó sobre él la tarea de poner nombre a las cosas, entonces no cabe duda de que la pareja de Eva fue, al mismo tiempo, el poeta original. Quizás porque, hasta que no desarrolló aquella peculiar rutina suya, una camelia, un gorrión, un bacalao, un roble y una tortuga no fueron una camelia, un gorrión, un bacalao, un roble y una tortuga.

Tal es el oficio de poeta. Nombrar lo innombrable. Alumbrar, con palabras, los recovecos del alma. Y aquel Adán fue el mismo Adán que un buen día se lanzaba de cabeza a un océano con ínfulas de pradera azul e inauguraba un género literario: la nature-writing. Llegarían luego centenares, miles o millones de poetas prestos a seguir rellenando de palabras los huecos que dejaba la agreste naturaleza. Manzanas incluidas.

Mary Oliver (1935-2019) fue una poeta que siguió la estela adánica de nombrar lo desconocido. Nacida en el seno de una familia disfuncional con la que malvivía en el rincón menos agradable de la América más profunda, halló muy pronto en la escritura, la lectura y las tempranas escapadas a los bosques cercanos las herramientas de huida o de defensa que le permitieron sobrevivir. Puesto que la vida se convirtió en eso. Sobre todo cuando el sueño americano era algo que nunca llegaba. Mera supervivencia.

Más tarde llegarían el National Book Award y el Premio Pulitzer, o el honor de ser investida doctora honoris causa por cuatro universidades distintas, y todo ello después de haber escrito más de una treintena de libros, la mayoría poemarios y unos pocos ensayos entre los que se encuentra el clásico del que nos ocupamos hoy: La escritura indómita, recientemente publicado en España por Errata Naturae en su colección Libros Salvajes con un acertado y revelador prólogo de la también poeta Elena Medel.

Patrullera de Marismas y Marjales

¿Y qué es La escritura indómita, de Mary Oliver? Un canto. El gozoso canto de una mujer que, al igual que Henry David Thoreau se nombró a sí mismo Inspector de Tormentas de Nieve, es distinguida por sus editores en español en el colofón del libro con el título de Patrullera de Marismas y Marjales. Un cargo que le viene que ni al pelo a la buena de Mary Oliver y al que deberíamos sumar el Perito en Lunas o el Poeta en Nueva York de nuestros Miguel Hernández y Federico García Lorca si un día quisiésemos expedir un catálogo de distinciones ilustres de herederos de Adán.

Y Mary Oliver, Patrullera de Marismas y Marjales, lo deja bastante claro en el capítulo del libro titulado La voz del poeta: «Así como los grandes felinos del mundo se caracterizan por su velocidad y gracia; así como la hormiga negra se caracteriza por su despotismo y diligencia; así como el yak y los bueyes se caracterizan por su fuerza bruta y carácter apacible, así la humanidad se caracteriza por su ingenio. Es la seña de identidad de nuestra especie. Todo ser humano desea estar despierto y activo, y el orden del día se compone de todo lo nuevo».

Mary Oliver
La poeta Mary Oliver junto a su perro Ricky en su casa de Florida, en una foto de 2013. | Errata Naturae

«Ahí yacen la fortuna y la fama», continúa, «y la promesa de la felicidad. Ningún hombre tiene necesidad de aburrirse, pudiendo transformarse en una suerte de divinidad al reunir viejos materiales, desmontarlos, cortarlos y pegarlos formando nuevos mecanismos y, luego, regalarse al mundo una sustancia transformada, una perinola insólita, una flor de un nuevo color, un huevo cuadrado, o un poema… un poema donde se combinan lo nuevo y lo viejo: el tema viejo se aborda desde un punto de vista novedoso, o el ejemplo viejo con una metáfora original, o la vieja emoción con un estilo distinto. Y ahí la tenemos: una creación nueva. Tal es la naturaleza del hombre, y me refiero, por supuesto, al hombre como especie: me refiero a los hombres y a los chicos y a las mujeres y a las chicas. Y, más que nadie, me refiero a los niños».

«Porque la voz de todo poeta nace en la infancia», concluye. Una bonita forma de expresarlo. ¿Pero qué más es La escritura indómita, de Mary Oliver? Es un listado de nombres que conviene ir anotando con esmero de entomólogo. Es un puñado de versos, de frases, de consejos, de advertencias que ella llama lenguadinas y no son más que todas aquellas anotaciones sueltas que fueron apareciendo en mitad del camino, siempre en mitad del camino de un paseo por el bosque, y acabaron siendo parte de lo que podría ser el almario donde la poeta guarda sus prendas más íntimas.

Piedra a piedra

Con advocaciones en este plan: «No acabes el poema como lo empezaste, a menos que te llames Blake y hayas escrito un poema sobre un tigre» o «Ben, corriendo en círculo por los campos. En su hocico, una universidad». O recuerdos personales como: «Y mi perro ahora está muerto, y también otro que tuve después de él, y mis padres están muertos, y ese primer mundo, la casa vieja, están vendidos y perdidos, y los libros que allí reuní, perdidos o vendidos».

‘La escritura indómita’ es, en definitiva, el paraíso perdido de Adán que tiene la forma de un libro con tapa dura y casi 200 páginas rebosantes de vida y poesía

 

«Pero hay más libros comprados», prosigue, «y en otro lugar, tablón a tablón y piedra a piedra, como una casa, la construcción de una viga genuina, y todo porque tuve claras una o dos cosas: amar a los zorros, y los poemas, la blanca hoja de papel y mi propia energía; y, sobre todo, los resplandecientes hombros del mundo, que se encogen despreocupadamente ante el destino de cualquier individuo que pudiera, en el mejor de los casos, hacer que el Nilo y el Amazonas siguieran fluyendo«.

La escritura indómita es, en definitiva, el paraíso perdido de Adán que tiene la forma de un libro con tapa dura y casi 200 páginas rebosantes de vida y poesía. Un océano de papel nada mojado donde flota la sangre y se escuchan las voces de todos aquellos poetas que en su día celebraron la naturaleza con el fragor de sus versos: Marianne Moore, Elizabeth Bishop, Edna St. Vincent Millay o Walt Whitman, entre otros. Un lujo al alcance todos que puedes empezar a leer ahora mismo pinchando aquí. De nada.


David Benedicte | Especial para El Ágora
Madrid | 11 junio, 2021

Tiempo de lectura: 5 min



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