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No parece tan lejano, ni tan improbable, el día en que aterrice en la madrileña plaza de Colón una nave intergaláctica capitaneada por seres de una raza superior y empiecen a abroncarnos por empeñarnos en hacer de este planeta, la Tierra, un lugar insostenible, aterrador, destartalado. Y mientras llega el momento, vergonzante hasta el sonrojo, podemos empezar a remediarlo tratando de asimilar Y vimos cambiar las estaciones, libro publicado por Errata Naturae que parece haber sido escrito para evitarnos pasar por tan bochornoso trance cuando a los primos segundos de Alien se les hinchen los tentáculos frente a nuestra desidia.
Y vimos cambiar las estaciones. Cómo afrontar el cambio climático en seis escenas, de Philip Kitcher y Evelyn Fox Keller, es, según Noam Chomsky, “una guía de navegación para el pensamiento y el debate, una necesidad urgente si queremos conservar un mundo habitable”. Un entrecomillado que, viniendo del lingüista, filósofo, politólogo y activista político, tendríamos que tomarnos como máxima recomendación del año en curso. Sobre todo cuando añade: “Su atractivo singular reside en que está escrito en forma de conversaciones bien construidas, imaginativas, rigurosamente documentadas, afiladas y lúcidas”. Poco más habría que añadir al respecto. ¿O sí?
Las preguntas del millón
Para empezar, todo lo que sea necesario para que este lúcido ensayo, tan insustituible, no caiga en el saco roto de las estanterías. Como lo que ha llevado a dos de los científicos más renombrados de la actualidad, los filósofos de la ciencia Evelyn Fox Keller y Philip Kitcher, a escribirlo a la manera de ‘diálogos socráticos’ que, a través de seis charlas cotidianas, nos trasladan su enorme preocupación por hacernos comprender la realidad del cambio climático mucho más allá de ser un mero compendio de aburridas cifras o gastados argumentos. Y vimos cambiar las estaciones no se anda por las ramas y busca reacciones en sus lectores.
Son las preguntas del millón de dólares. ¿Por qué rebotan de forma constante, una y otra vez, sobre la coraza de nuestra conciencia titulares del tipo “El nivel delmar subirá más de 0,2 metros en EEUU en los próximos 30 años” o Construir un futuro resiliente ante un cambio climático inevitable. ¡Nuestro propio diario incurre en eso aunque en nuestro propósito fundacional está renovar la forma de contar lo que le ocurre al planeta! ¿Qué hemos de hacer para traducir a un lenguaje común la gravedad noticias como estas Focas equipadas con GPS para estudiar el deshielo en la Antártida ¿Cuándo empezaremos a comprender el alcance de esta caótica situación? ¿Qué parte de que el cambio climático es uno de los temas más graves y urgentes de nuestro futuro inmediato seguimos sin entender? ¿Quién se beneficia de nuestro estado de negación permanente, de nuestra nula concientización, de nuestra insidiosa pereza?


Punto de partida
Y el caso es que todas las respuestas aparecen recogidas a lo largo y ancho de las 350 páginas de Y vimos cambiar las estaciones. En palabras de sus autores: “Una gran parte de la población humana permanece, comprensiblemente, centrada en las dificultades de la vida cotidiana. Debido a que la conciencia climática se ve retrasada por las absurdas y destructivas políticas de algunos líderes, como Donald Trump, muchos creadores en las humanidades y las artes han participado en proyectos de concientización, en particular escribiendo novelas y guiones, y a veces examinando las formas en que las civilizaciones se han derrumbado”.
“Esperamos que el lector se aventure más allá de los diálogos que hemos proporcionado”, prosiguen, “y que le vaya mejor que a nuestros personajes. Las fuentes que citamos en las notas pretenden servir de punto de partida. Con suerte, con mucha suerte y una buena dosis de determinación social, esas conversaciones podrían convertirse en un movimiento que acabe conformando una política mundial con la que afrontar los peligros ya predichos que entraña el cambio climático”.
“Pero primero tenemos que hablar”, concluyen.


Diálogos socráticos
Hablar, conversar, charlar, dialogar. No existe un mejor principio o comienzo. Así, de este modo, lo hacen sus personajes en este libro. Y dialogando empiezan a concienciarnos:
JOE: ¿A ti te gustaría apostar las vidas de nuestros hijos y de nuestros nietos al éxito de esa visión tuya tan… optimista?
JO: (Pausa. A continuación, en voz baja, pero firme). Sí. (Pausa). Lo haría. (Pausa). Y creo que tú también deberías. Por dos motivos. Primero, si no te arriesgas, hay un lado negativo. Estás condenándolos a un futuro bastante horrible. No solo por las consecuencias directas del calentamiento del planeta, sino también por cómo va a afectar este, probablemente, a la economía de todos los países. En segundo lugar, porque parece una inversión fantástica, que crea muchas oportunidades de trabajo productivo (y necesario).
Pero supongamos que tus economistas pesimistas tuvieran razón. Empezamos a avanzar en la dirección que yo propongo y sale mal. Pues, entonces, cambiamos de rumbo, aprendiendo de nuestros errores.
JOE: De unos errores que saldrán caros. Tal vez, provocando un daño irreversible.
JO: No, si los países del club del clima protegen sus inversiones. No olvides que yo he hablado de distintos experimentos en diferentes lugares. Por lo tanto, si crees que es genuino preguntarse por el valor de estimular la economía, crear muchos empleos relacionados con el clima, reciclar a la gente (todas la cosas que yo he imaginado), aplica políticas distintas en cada país miembro. Incentivos aquí, “responsabilidad fiscal” allí. Y a ver cuál funciona…
Y nada tiene por qué resultar catastrófico si existe una red de seguridad dentro de cada país y otra entre los países. Puedes pensar lo que quieras de otras instituciones, pero, sin duda, los Estados-nación son “demasiado grandes para fracasar”. Las normas del club deben incluir una parte que exija ayuda para los miembros cuyos experimentos hayan salido mal; protecciones en distintos niveles, para los ciudadanos particulares y para las naciones en su conjunto.
(Pausa).
Pero yo estoy dispuesta a apostar por qué el método de los incentivos funcionará. Creará puestos de trabajo, dará un nuevo impulso a las economías y, además, creará un mundo sostenible para los que vendrán después de nosotros. (Pausa). Estoy dispuesta a apostar el futuro por ello. El de nuestros hijos y el de nuestros nietos.
(Pausa).
Creo que ya he terminado. Se me han acabado las palabras. ¿He conseguido algún avance?
JOE: Alguno. (Pausa). Más de lo que esperaba. (Pausa). Pero me gustaría que hubieras sido más concreta, que me hubieras dicho exactamente qué es probable que pase.
JO: Eso es imposible, no habría sido honesto por mi parte.
JOE: Ya lo sé, y esa incertidumbre me fastidia. Aun me preocupa la idea de que vuestros planes acaben siendo unn desastre. Tal vez, lo mejor que puedo hacer es cuidar mi jardín.
JO: (Con ternura). Normal que te preocupes. El éxito no está garantizado y es muy importante que todo salga bien. (Pausa). Pero, incluso sin saber cómo irán las cosas, debemos intentarlo, no retirarnos al jardín.
Interesante, ¿verdad? Pues podéis seguir leyendo las primeras páginas de Y vimos cambiar las estaciones pinchando aquí. Que aproveche.
