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Dicen que es de bien nacidos ser agradecidos. Demos, pues, las gracias a Agua: una biografía, de Giulio Boccaletti, y a sus 500 páginas de absorbente prosa. Gracias, Giulio, por contarnos la historia de la civilización a través de la peripecia existencial del líquido elemento. Algo que empezaba a ser tan necesario en las bibliotecas como lo es la lluvia en periodos de sequía.
¿Puede un libro convertirse en una especie de río Amazonas que se desborda en cada capítulo mientras provoca, a su paso, fuertes inundaciones de lucidez e inteligencia? La respuesta es sí. Y el mejor ejemplo con el que uno se puede topar hoy por hoy es este contundente ensayo editado en nuestro país por Ático de los Libros y destinado a saciar nuestra sed de conocimiento en estos tiempos de carestía. No en vano dicen que el trabajo del pensamiento se parece a la perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, pero luego se clarifica.
Una especie de Amazonas, eso es el libro de Boccaletti. Algo parecido, aunque en tapa dura y en formato papel, al río más largo y caudaloso del mundo. Agua clara que a su paso lo arrastra todo. O casi todo. Un compendio de lo que ha sido, es y será nuestra relación con el agua en un mundo en el que se avecina la escasez más completa, motivo obvio por el cual estamos obligados a conocer su historia, porque también se trata de la nuestra al fin y al cabo.


Un Amazonas a punto de desbordarse a causa de las lluvias torrenciales y que parece haber sido escrito, como sostienen los críticos del Library Journal, para tender puentes «entre ecologistas, historiadores, politólogos y economistas». Agua: una biografía es un cuento para adultos que, por desgracia, carece de final feliz. El retrato de una dama conocida como H₂O. El libro de historia que arrastra a su paso una infinidad de magníficas historias y con el que lograremos aclarar nuestro presente. La necesaria biografía del llamado oro líquido del planeta: el agua.
El bien público por excelencia
De Giulio Boccaletti, su autor, bastaría saber que se trata de un experto internacional en la gestión de los recursos naturales y en la sostenibilidad medioambiental. Pero resulta que, además, desempeña un puesto como investigador asociado honorífico en la Universidad de Oxford. Formado como físico y científico climático, se doctoró en Princeton y fue miembro del NASA Earth Systems Science, el programa de desarrollo que, con la ayuda de cinco satélites, nos brinda datos críticos sobre el cambio climático. Su trabajo sobre el agua ha aparecido en la miniserie documental H₂O: La molécula que nos hizo. El suyo es un currículo a prueba de negacionistas.
«Durante el curso de la historia humana», expone Boccaletti en el prólogo del libro, «la vida en el paisaje acuático forjó un contrato social. El agua es la res publica –un bien público– por excelencia, una sustancia móvil y sin forma que desafía la propiedad privada, es difícil de contener y requiere una gestión colectiva. La población desarrolló instituciones que precisaban conciliar los deseos individuales y la acción colectiva frente a la fuerza del agua. Al final, estas instituciones se hicieron dominantes en todo el mundo moderno.
«Los sistemas jurídicos y políticos, el Estado-nación territorial, las finanzas, un sistema comercial, todo evolucionó durante miles de años, mientras las comunidades intentaban garantizarse sobrevivir a –o incluso aprovechar– la fuerza del agua al servicio de una comunidad», continúa Boccaletti. Sin entender de dónde procedían estas ideas y cómo su desarrollo estaba relacionado con el agua, es imposible dar sentido a cómo y por qué el paisaje es como es actualmente».
Y concluye en el mismo prólogo: «Para imaginar qué tipo de futuro pueden aportarnos los sueños actuales, es primordial entender la relación de la humanidad con el agua, el agente más poderoso del sistema climático de la Tierra. Para ello, la historia combinada de la gente y del agua –una biografía del agua– tiene una gran importancia».
Del pasado al futuro
No hace falta pensárselo mucho para zambullirse a la zaga de Giulio Boccaletti en esa historia combinada que nos vemos obligados a recordar para no hundirnos de una vez para siempre. Del Homo sapiens a las recientes tecnología e infraestructuras propias de la China contemporánea pasando por la Baja Mesopotamia, el Tigris, el Éufrates, la Edad del Bronce, el Nilo, Judea, Filistea, el Levante, Grecia, Roma, Oriente Próximo o Esparta. Resulta en vano que pretendamos rememorar nuestra existencia sin abrir el grifo de los grandes mercados hídricos.
«Existen indicadores de que los países ya se están adaptando al cambio climático», asegura Boccaletti, «en preparación para lo que está por llegar. Mientras el centro de gravedad económico se ha desplazado hacia el este, el énfasis en la seguridad del agua ha cambiado para reflejar las preocupaciones de sus economías emergentes y, en primer lugar, de la China. La reciente supremacía china en el campo de las infraestructuras hídricas y la energía hidráulica ha demostrado ser una elección estratégica y ha posicionado al país como modelo dominante en el inicio del nuevo milenio».


«Los impactos del cambio climático en el agua viajarán no por los ríos o las llanuras aluviales del mundo, sino a través de las instituciones de la sociedad humana. Hoy más que nunca, la sociedad está unida por sus expectativas sobre la seguridad hídrica. Lo que ocurra cuando una sociedad en algún rincón del mundo no pueda cumplir o no cumpla esas expectativas configurará el futuro de todos los habitantes del planeta», sostiene Boccaletti.
Y su predicción queda clara. Tanto que nos aclara algo que, aunque sigamos sin dar importancia, estamos obligados a prever. Nos jugamos bastante en ello. Entre otras muchas cosas, que el vaso siga estando, y ojalá que sea para siempre, medio lleno.
