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Cuando hace diez años Salvador Macip (Blanes, Girona, 1970) publicó Las grandes plagas modernas, no se imaginó que una década después su libro volvería a estar de actualidad y que algunas partes, leídas hoy, iban a ser premonitorias. “No podemos ignorar una epidemia solo porque ocurre a miles de kilómetros de donde vivimos. Debemos saber detectar con rapidez los brotes de las enfermedades graves para poder frenarlos y erradicarlos antes de que se extiendan a todo el planeta”. ¿Les suena familiar?
Desde Leicester (Reino Unido), donde trabaja desde hace años dirigiendo un laboratorio del departamento de Biología Molecular y Celular de la Universidad de Leicester, Macip cuenta a El Ágora que hubiera preferido que su libro no volviera a estar de actualidad. Reeditado como Las grandes epidemias modernas (Destino, 2020), el científico ha incluido algunos apuntes sobre la pandemia actual.
“Pensaba que después de la pandemia de gripe del 2009 nos habríamos preocupado como ciudadanos de aprender más cosas sobre los microbios y que los políticos tendrían más presentes los problemas que pueden causar los virus”, señala. “Pero no ha sido así y la pandemia de COVID-19 nos ha cogido poco preparados”, se lamenta.
Aunque actualmente investiga sobre cáncer y envejecimiento, Macip estuvo nueve años en el hospital Mount Sinai de Nueva York (EEUU), donde estudió el funcionamiento del sistema inmune y las infecciones. Durante esa época colaboró con los virólogos que descubrieron las bases genéticas de los virus de las pandemias de gripe de 1918 y 2009 y se le despertó la fascinación que siente hacia estos microorganismos.
“Hay que maravillarse ante la perfección biológica de las formas de vida más simples que existen. A menudo las ignoramos o menospreciamos, pero su capacidad para sobrevivir por encima de todo es una característica que los humanos siempre envidiaremos”, subraya.
Alarmismo excesivo con la gripe A
El libro arranca en México donde, en la primavera de 2009, un brote de gripe se extendió por todo el mundo de forma imparable. Fue la pandemia de gripe A (H1N1), conocida como gripe A. En España, a finales de ese año se habían producido 271 fallecimientos relacionados con esta enfermedad, y a nivel europeo la cifra se situaba en 2.039 muertes, cantidades muy inferiores a las registradas por la COVID-19.
La comunidad internacional, con la Organización Mundial de la Salud (OMS) al frente, se preparó para el peor escenario y los gobiernos adquirieron numerosas dosis de la vacuna y de los antivirales desarrollados por la industria farmacéutica. Finalmente la mortalidad no se disparó y la OMS fue acusada de falta de transparencia en el proceso, de alarmista y de querer favorecer a las farmacéuticas.
Ahora estamos en el caso contrario: la mortalidad por el SARS-CoV-2 ha roto los peores pronósticos y, a día de hoy, no tenemos ni tratamiento ni vacuna. ¿Ha ocurrido como con el cuento de ‘Pedro y el lobo’: nos pasamos de previsores en el pasado y ahora hemos bajado la guardia?


Así lo cree Macip. “En 2009 nos preparamos para lo peor porque teníamos armas adecuadas: vacunas y antivirales. Al final no hizo falta pero cuando empezó la pandemia no se podía predecir, por tanto, creo que se actuó bien”, sostiene. Ahora estamos en la situación inversa: no tenemos herramientas para frenar la pandemia y el virus es mucho peor. “Prefiero mil veces la primera situación, aunque signifique haber tirado millones de euros a la basura”, recalca.
En el libro también se describen diferentes medidas de confinamiento y prevención que estamos aplicando en estos días, como las restricciones del tráfico aéreo, la suspensión de eventos multitudinarios o los cierres de los centros educativos. En el libro, Macip cita modelos matemáticos que demuestran que estas dos últimas medidas son eficaces siempre que se implanten durante las dos primeras semanas tras la aparición de los casos iniciales. Si se hace después, el virus estará tan extendido que no se podrá frenar el contagio.
A juicio del científico, en algunos países las medidas han llegado demasiado tarde. “Los datos son claros: los países que aplicaron medidas de confinamiento antes y más severas son los que han tenido menos casos y menos muertos”, destaca y recuerda que muchos expertos llevaban años avisando de que algo así podría pasar. “Lo lógico hubiera sido preparar un protocolo con tiempo para que todos los países hubieran sabido cómo reaccionar”, añade.
El mayor riesgo, un nuevo virus más letal
A pesar de las grandes diferencias entre la tasa de letalidad de la pandemia de 2009 y la actual, lo cierto es que ambas crisis sanitarias presentan similitudes. Llama la atención que el Nobel de Medicina Luc Montagnier, que hace unas semanas afirmaba que el coronavirus pudo haber sido diseñado en un laboratorio (hipótesis contraria al origen natural del virus que refleja la evidencia científica), hace una década también divulgaba mensajes sin base científica, como que, hasta que hubiera vacuna, lo más efectivo contra la gripe era beber preparados de papaya.
Y aunque entonces también circularan los bulos y las desinformaciones, el uso de las redes sociales y otras formas de comunicación no estaba tan extendido como hoy, lo que ha potenciado el concepto de infodemia, que utiliza la OMS para referirse a la epidemia de bulos. “En la era de las redes sociales, los bulos y las fake news se propagan muy rápido y esto es peor ahora porque hay mucha más gente pendiente de Internet”, compara Macip.


El libro recuerda que existen otras grandes epidemias que siguen vigentes en la actualidad y que tendemos a olvidar. Además de la epidemia de gripe que se sucede cada año, la pandemia del sida, la tuberculosis y la malaria están todavía lejos de su curación y golpean sobre todo a los países con menos recursos.
A la espera de saber qué pasará con el actual coronavirus, ¿tenemos que estar preparados por la llegada de una nueva epidemia de otro virus? “Volverá a ocurrir, sí, pero no sabemos cuándo. ¡Ojalá tarde mucho!”, afirma el científico. Como apunta en su libro, el mayor riesgo sería que surgiera un virus que se transmita con tanta rapidez como la gripe y que sea tan mortal como el ébola, y es una posibilidad real que no puede volvernos a pillar desprevenidos.
“Me gustaría pensar que la próxima vez estaremos preparados, porque esta pandemia ha alterado tanto nuestras vidas que creo que nos ha hecho darnos cuenta de lo grave que puede ser el problema”, mantiene Macip, aunque matiza: “El ser humano tiene una memoria muy corta y cuando termine esta pandemia, lo último que querrá hacer es pensar en la próxima”.
