Neptuno empezó siendo el dios romano de las nubes y la lluvia. Sin embargo, ascendió y acabó convirtiéndose en el encargado de sostener el planeta, ya que el océano rodea la Tierra y era evidente que él, desde el fondo marino, podía soporta el peso. Lo cual no es poca cosa. Quizá sea por ese exceso de carga por el que el dios de los mares sea un tipo que, desde la antigüedad clásica, arrastra cierta fama de desequilibrado.
Por eso no es conveniente provocarlo en exceso, ni alterar sus marejada emocional, para que esté de nuestro lado. Debemos añadirlo a la empresa sí o sí. Ficharle para la causa. Dejar de verlo como la mayor víctima de este thriller catastrófico titulado Calentamiento global y contratarlo, tal que hoy, como parte integrante del mundo.
El mar como salvavidas
Porque de nuestros mares podemos aprender lecciones que salvarán muchas vidas y también porque, en realidad, todo lo que le afecta a él nos afecta a nosotros. No hay elección posible. Ni plan B que valga. Tenemos que reclutar a Neptuno para que empiece a currar como activista medioambiental. A destajo atlántico. Sin cantábricas vacaciones. En horario de oficina mediterránea. Provocando maremotos llegado el caso.
«Es un luminoso ensayo que cuenta con un subtítulo de lo más contundente: ‘Cuidar los mares para salvar la vida'»
Y algunas de las claves para que ese reclutamiento forzoso se realice de la mejor manera posible para todos están recogidas en Antropocéano, de Cristina Romera Castillo. Se trata de un luminoso ensayo, recientemente publicado por Espasa, que cuenta con un subtítulo de lo más contundente: Cuidar los mares para salvar la vida.


Vertedero sumergido
La propia Cristina Romera Castillo, oceanógrafa del Instituto de Ciencias del Mar-CSIC de Barcelona centrada en el estudio del impacto de los microplásticos en los ecosistemas marinos, deja claro el problema de fondo del cambio climático en los mares. Un espinoso asunto que resume de forma concluyente en dos párrafos:
«Una desventaja con la que juega el océano a la hora de que la población preste atención a sus problemas es que muchos de estos quedan invisibilizados bajo el manto de su superficie. En el mar hay cada vez menos peces y más basura, pero no es tan fácil verlo. Durante mucho tiempo, el océano ha sido considerado como un lugar inmenso que se tragaba todo lo que queríamos hacer desaparecer de nuestra vista. Durante muchos años se ha usado como vertedero. Pero hoy sabemos que el océano no es infinito y que las cosas que lanzas allí no desaparecen. Algunas se quedan flotando, otras caen al fondo y otras se desintegran poco a poco dejando un reguero de partículas y compuestos tóxicos que llegan hasta nosotros».


«De una forma u otra, el océano nos devuelve lo que le damos. Hemos ignorado la existencia de este vertedero sumergido durante mucho tiempo, pero ya hay tanta basura que salta a la vista. Además, la ciencia y la tecnología de ahora nos permiten explorar sus profundidades y descubrir lo que antes era invisible. Aun así, es algo que no solemos ver en nuestro día a día. Nos pilla lejos. Seguro que si pudiéramos ver más de cerca toda la basura que hay y cómo se están acabando los peces de muchas especies que consumimos, si pudiéramos apreciar las consecuencias de todo eso de una forma más directa que afectara nuestra vida cotidiana, nos moveríamos sin demora para remediarlo».
Grandes pifias medioambientales
También podremos descubrir, gracias a una atenta lectura de Antopocéano, las experiencias profesionales de eminentes oceanógrafos de la talla de Harald Sverdrup y Walter Munk, quienes idearon un método al alimón para predecir las olas que hoy se usa en surf y pusieron además su granito de arena para que el desembarco de Normandía tuviese un éxito mundial.
«El océano ha sido considerado como un lugar inmenso que se tragaba todo lo que queríamos hacer desaparecer de nuestra vista, dice la autora»
Y acompañaremos a Manfred Gnädinger (Man para los amigos), el ermitaño de Camelle, alemán que decidió residir de por vida, ataviado con un taparrabos y en íntima convivencia con la naturaleza, en la mismísima Costa da Morte gallega. Repasaremos, a su vez, las grandes pifias medioambientales perpetradas por la humanidad que posteriormente han sido rectificadas e incluso revertidas. Sabremos de este modo que es posible enmendar muchos de los problemas que hemos creado en el océano, pero que hay que hacerlo cuanto antes para que no se vuelvan irreversibles.
Un fichaje divino
Como nos recuerda Cristina Romera Castillo: “Un estudio publicado en 2019 decía que el 67% de las personas encuestadas en 26 países consideraban que el calentamiento global es el problema más grave con el que se enfrenta el planeta. Esto muestra que la mayor parte de la población es consciente de la gravedad de la situación. Sin embargo, parece que nos cuesta mucho ponernos en marcha para remediarlo”.
No hay que llegar al extremo de encomendarnos al dios Neptuno y su mal genio. Quizá baste con ponerlo de nuestro lado. Y este libro resulta fundamental para ello. ¿Os apetece empezar a leerlo? Pinchad aquí. ¡Que os aproveche su lectura!
