Hay mucho, muchísimo, del herbario peripoético, íntimo y personal de Emily Dickinson entre las páginas de este De Natura Florum que Clarise Lispector publicó en 1971 en el diario Jornal do Brasil de Río de Janeiro, y en 1984 integró el volumen A Doscoberta do Mundo.
Y ya solo por eso, dejando a un lado que en este 2020 pandémico y nada celeste se cumplen los 100 años (el 10 de diciembre, para ser exactos) del nacimiento de la escritora ucraniano-brasileña de origen judío, merece la pena echar un vistazo a esta joyita con lomo que, con motivo de tal efeméride, ha publicado el sello editorial Nórdica Libros de la mano de Elena Odriozola, Premio Nacional de Ilustración, y Alejandro G. Schnetzer en materia traductora.


Chaya Pinjasovna Lispector, más conocida como Clarice Lispector, es considerada actualmente como una de las escritoras brasileñas más importantes del siglo XX, perteneciente a la tercera fase del modernismo, el de la Generación del 45 brasileña, con una obra de difícil clasificación.
De hecho, ella misma definía su trabajo como un «no-estilo» y sostenía que «escribir es una maldición, pero salva». Basta hojear De Natura Florum para comprender el alegato lispectoriano sobre el poder balsámico de la literatura: el libro parece estar concebido para leer y ver con todo el detenimiento del mundo, como si lo que se nos abriese entre sus páginas fuesen, en realidad, las puertas chirriantes y gigantescas del jardín secreto al que se nos acaba de invitar.




Erotismo y botánica
El texto, a la manera de los herbarios en prosa, se estructura a partir de 25 entradas, de las cuales las cinco primeras son definiciones botánicas generales (el néctar, el pistilo, el polen, el estambre y la fecundación), mientras que las restantes 20 se conciben como interpretaciones florales (la rosa, el clavel, el girasol, la violeta, la siempreviva, la margarita, la palma, la orquídea, el tulipán, la flor de los trigales, la angélica, el jazmín, la estrelicia, la azalea, la dama de noche, la flor de cactus, el edelweiss, el geranio, la victoria regia y el crisantemo), con una poética particular que, como ya ha quedado escrito, era más que marca de la casa en toda la obra de la inclasificable Lispector.


Todas las definiciones de libro contienen tenues ecos eróticos que provienen de la atribución de cada flor a lo masculino o a lo femenino. ¿Pero es De natura florum un poemario al uso? Pues sí y no. Puesto que bajo la apariencia de poemas sin medida o rima aparente, lo que Lispector nos ofrece son una serie de textos que podrían a su vez ser definidos como ejercicios de prosa poética. Sin embargo, prefiere uno quedarse, como lector, con la extraña sensación de que ha sido invitado a recorrer un jardín particular en el que no hay reglas, ni etiquetas ni medidas, y donde solo queda la opción de dejarse embriagar por las palabras y los aromas que emanan de las mismas.
Aromas embriagadores
Y aquí van, a modo de muestra, tres ejemplos que, tomados al azar, dan una muestra casi completa de lo que uno puede encontrar deambulando por los nada trillados senderos de este frondoso rincón: el jardín botánico de Clarise Lispector.
Orquídea
Es hermosa, exquise y antipática.
No es espontánea; quiere una
redoma. Pero es una mujer
espléndida, no se puede negar.
Tampoco se puede negar
su nobleza; es epífita, es decir,
nace sobre otra planta pero
no obtiene de ella su nutrición.
Miento: adoro las orquídeas.
Girasol
Es el gran hijo del Sol, tanto
que nace ya con el instinto
de volver su enorme corola
hacia su madre. No importa
si el Sol es padre o madre,
no lo sé. ¿Es el girasol una flor
femenina o masculina? Pienso
que masculina. Pero una cosa
es cierta: el girasol es ruso,
probablemente ucraniano.
Dama de noche
Tiene perfume de luna llena.
Es fantasmagórica y un poco
asustadora: solo sale de noche,
con su aroma embriagador,
misterioso, silente. Es de las
esquinas solas y en tinieblas,
de los jardines de casas con
luces apagadas y ventanas
cerradas. Es peligrosa.

