Se empieza a hablar ahora del ‘country noir’ o del ‘ecothriller’ como subgéneros en alza, pero conviene recordar que la novela negra con brotes verdes o ambientación pueblerina siempre estuvo ahí. David Benedicte selecciona para El Ágora 10 títulos de todos los tiempos que presentan tramas policíacas con temas ambientales o en escenarios rurales
David Benedicte | Especial para El Ágora Madrid| 10 julio, 2020
Cuando uno relee los clásicos se da cuenta de que todo está ya contado y que Cervantes y Shakespeare fueron, en realidad, los primeros escritores de novela negra de la historia. Una especie de pioneros cuyo listón quedó tan alto que nadie, hasta hoy, se ha atrevido a rebasarlo. Don Winslow, autor de El poder del perro, lo tiene bastante claro: «Enrique IV está en el origen de El Padrino y Cervantes es el primero que escribe sobre la vida criminal en la literatura occidental». Muy poco, o casi nada, cabe añadir al respecto.
Se empieza a hablar ahora del country noir o del ecothriller como subgéneros en alza que, a la caza y captura de nuevos lectores, abarrotan estantes de las librerías y coronan las listas de best-sellers. No obstante, conviene recordar que la novela negra con brotes verdes o ambientación pueblerina siempre estuvo ahí, aunque solapada por un género que prefirió redecorar grandes capitales cual territorios comanches a su medida.
Barcelona, Madrid, Los Ángeles o La Habana se ven con otros ojos tras haber engullido cada entrega novelera de Manuel Vázquez Montalbán, Juan Madrid, Raymond Chandler o Leonardo Padura. Claro está que el noir es un reflejo de la sociedad en que aparece. Y que, aparentemente, tiene su lógica esa mudanza exprés de la ciudad al campo que efectúan polis y killers en las novedades editoriales de hoy. Aunque, repito, haya poco de novedoso en ello. De hecho, ahí van, entreveradas, 10 novelas verdinegras actuales y clásicas que trascienden su etiqueta para convertirse en indispensables, algunas de las cuales siempre estuvieron ahí, lo que ocurre es que apenas hubo tiempo para reparar en ellas.
1. ‘La tercera Virgen’, de Fred Vargas
En La tercera virgende Fred Vargas, el comisario Adamsberg se topa hasta con el fantasma de una monja del siglo XVIII con ínfulas de matarife en la que es, según críticos y lectores, la mejor entrega que una saga que, paulatinamente, nos permite descubrir una Francia cada vez más alejada de los típicos callejones y distritos parisinos. Vargas tiene algo de Simenon reseteado y su último libro, La humanidad en peligro, adquiere la apariencia de un ensayo/manifiesto en el que la novelista reflexiona sobre la ecología en el siglo que nos toca. Queda claro: del noir al verde que te quiero verde solo hay un paso.
Otra que tal baila. O surfea. En este caso, por los turbios canales venecianos en los que su detective Guido Brunetti se mueve a sus anchas. Eso sí, con moraleja entre sus páginas: ningún villano superará nunca en maldad y desolación al turismo masivo que asola a la Reina del Adriático.
El día en que al autor de El ruido y la furia le dio por ponerse truculento, le salió esta master piece escrita en tan solo tres semanas de 1929, año complicadito. Libro que nunca estuvo entre los favoritos de su autor, la verdad. Es más, el bueno de Bill siempre la consideró una novela «enclenque». Sin embargo, una vez leída, tras asistir a un ahorcamiento, un linchamiento, varios asesinatos, un incendio deliberado y un muestrario de horrores de todo tipo y condición, al lector le queda la sensación de haber visitado, con pensión completa, el verdadero infierno en la tierra. Razón: el Deep South estadounidense. O sea, el condado de Yoknapatawpha.
Convertir Tomelloso en una especie de Nueva York con aires castizos y a Plinio, su jefe de policía municipal, en una especie de Sam Spade trasegador de clarete en vez de bourbon gran reserva, hace de García Pavón el máximo representante del ‘noir’ marca España sesentero. Su mezcla de humor y costumbrismo añade a todas las novelas de la saga, El reinado de Witiza, Las hermanas coloradas, El rapto de las Sabinas y alguna que otra más, un combinado altamente adictivo. Se recomienda no perder de vista a don Lotario, el veterinario que acompaña a Plinio en sus pesquisas y una especie de doctor Watson manchego nada elemental.
Del reverendo Harry Powell, más conocido como El Predicador, se podrán decir muchas cosas, y todas ellas negativas, pero es lo que tiene pensar que para traspasar las puertas del cielo hay que actuar en vida como verdaderos motherfuckers. «Amor» y «odio», palabras tatuadas en sus dedos. El problema surge cuando te guías por lo que decora solo una de tus manos. ¿Realismo expresionista? ¿Fábula gótica? No hay forma de etiquetar esta novela que, publicada en 1953, no tardó en convertirse en eso tan extraño que tan pocas veces se da y algunos denominan clásico de culto.
6. ‘La vieja del molino de aceite’, de Santiago Lorén
Un estudiante de medicina empieza sus vacaciones en un pueblo llamado Mediavilla del Duque. Sin embargo, a partir de la extraña muerte de una anciana, acabará descubriendo una trama corrupta que gira en torno a la venta de aceite de colza desnaturalizado. Corren mediados los 80 y en la España real están a punto de escribir uno de los episodios más vergonzosos y sangrantes de su historia negra, trama de esta novela de misterio con toques de humor que valió a su autor un merecido premio Ateneo de Sevilla en 1984. Muy recomendable.
7. ‘La forma del agua’, de Andrea Camilleri
Primera entrega de la nutrida saga protagonizada por el comisario Salvo Montalbano, quien debe su apellido a la devoción de su autor por la obra de nuestro Vázquez Montalbán. Montalbano reside en la localidad de Vigata, provincia de Montelusa, lugares inventados para la ficción que se corresponden, en realidad, con Porto Empedocle y Agrigento, en Sicilia. El caso es que nunca es tarde para empezar a leer las novelas de un autor que falleció hace ahora justo un año.
8. ‘Las ovejas de Glennkill’, de Leonie Swann
Convertir a las componentes de un rebaño de ganado lanar en sagaces detectives fue el gran acierto best-sellero de Leonie Swann, pseudónimo de una escritora alemana pionera en materia de country noir. El resultado es una de las novelas más originales y divertidas que uno podía echarse al coleto allá por 2007. Pocos años después, apareció una segunda entrega protagonizada por estos dicharacheros rumiantes que nada tienen que envidiar al mismísimo Philip Marlowe. ¿Su título? ¡Que viene el lobo! No podía ser de otra manera.
El día en que al autor de Volverás a Región le dio por seguir los pasos de su admirado Faulkner en materia de truculencia, le salió esta obra inusual en la que, bajo el tórrido sol del verano, el capitán Medina recorre Región en busca de dos reclutas fugados del fuerte de San Mamud. La aparición en un pueblo del cadáver de un desconocido y su posterior conservación y trueque hace de esta novela un thriller con tintes guerracivilistas donde realidad y ficción se confunden.
Parece lógico que sea una cita de Los Abel, primera novela de Ana María Matute, la que sirva de epígrafe de esta Los Caín, ópera prima de un autor veinteañero nacido en Zamora y obsesionado con los traumatismos craneoencefálicos desde que, como cuenta en una entrevista, leyó El camino, de Miguel Delibes, y quedó marcado para siempre por la muerte de Germán El Tiñoso. Enrique Llamas nos invita a conocer Somino, pueblo semiperdido de la España franquista. Otra cosa es que salgamos indemnes de tal experiencia.