Sus 400 páginas de apretado texto (junto a la veintena de fotos realizadas por la autora) nos embarcan en uno de esos viajes que, al tiempo que desgastan las botas, nos obligan a resetear el alma, hablamos de Rendición, de Joanna Pocock. Un libro deslumbrante publicado por Errata Naturae dentro de su colección Libros Salvajes (no podía ser de otro modo), cuyo subtítulo resulta gráficamente esclarecedor: En busca del sentido de la existencia en un planeta dañado.
Arrancamos con la llamada crisis de la mediana edad, con lo que de nuevo se confirma que no hay mal que por bien no venga ni desgracia que 100 años dure. Joanna Pocock, tras perder a sus progenitores y la comenzar a notar los primeros síntomas de la menopausia, abandona Londres junto con su marido y su hija para plantarse en el Estado de Montana, Estados Unidos, a rebufo de los ecologistas radicales que por allá pululan haciendo de las suyas.


En el Far West
El sueño americano era esto: huir de las pesadillas, cruzar el charco, rendirse justo en ese instante en que empezamos a comprenderlo todo. Sobrevivir para no acabar muerto en vida. Porque nadie que no seamos nosotros va a hacer nada por paliar el cambio climático. Porque este planeta sufre más de lo debido y no basta con culpar a los de siempre. Porque solamente una vez que nos rindamos ante lo salvaje estaremos dispuestos todo otra vez.


La canadiense-británica Joanna Pocock (1965) nos invita a descubrir, sin tontunas ni prejuicios hollywoodienses, el verdadero Oeste americano. Esa tierra eternamente prometida que nunca deja de poner a prueba a los recién llegados. Pasamos del confort del pisito londinense a dormir al raso del salvaje territorio de Montana, donde Joanna nos permitirá empotrarnos con los survivalistas y carroñeros. Lo que resumido en sus palabras suena así:
“Desarrollamos un método de eliminación, excéntrico pero efectivo, para decidir a qué parte exacta del Oeste iríamos (basado sobre todo en las actividades extraescolares que podría realizar nuestra hija, que por entonces tenía seis años). ¿Quién iba a pensar que en Alpine (Texas) solo podría apuntarse al club de animadoras? Mediante una combinación de coincidencias e indagación, nos decidimos por la aliteración de Missoula (en Montana) y engatusamos a nuestra hija Eve para que creyera que sería una Gran Aventura. Empaquetamos nuestra casa, llenamos una maleta por cabeza y os marchamos de Londres. Yo tenía la idea de que reduciríamos lo superfluo de la vida y de que solo nos permitiríamos lo necesario, lo que Henry David Thoreau describió como ‘algo tan importante que muy pocos se atreven a renunciar a ello’”.


Cazadores-recolectores
Y a partir de aquí, damas y caballeros, abróchense sus cinturones de seguridad porque el Airbus A380 pilotado por la comandante Pocock realiza un aterrizaje de emergencia en los bosques de Washington y Yellowstone para que podamos respirar los residuos tóxicos que envenenan sus ríos, asomarnos a la arrasadora belleza de sus inacabables incendios forestales o pasmarnos frente la vertiginosa lentitud con que van desapareciendo sus glaciares.
Descubrimos gracias a Rendición que el bueno, el feo y el malo de hoy en día son cazadores-recolectores posmodernos que viven ilegalmente (“administrar la tierra de forma sostenible significa quebrantar la ley”), en memoria del viejo Sergio Leone, gracias a la recuperación de técnicas ancestrales de caza y refugio.


Ecosexualidad latente
Y es que hasta el mítico John Wayne, si viviese hoy, ya no sería el mítico John Wayne sino otro varón ecosexual dispuesto a hacer el amor con la Tierra para salvarla de su extinción justo después de cenar con ella a la luz de las velas (por aquello del ahorro de energía) para rematar con un postre realizado con sabroso chocolate (pero que lleven siempre el sello de “comercio justo”). Joanna Pocock, sin tapujos, nos aclara esta idea:
“Aquella noche, durante la cena, me senté con Chuck y un grupo de gente en una mesa de madera. Como llovía, nos acomodamos bajo toallas, abrigos, bolsas de plástico y lo que encontramos por ahí. Resultó que todos éramos bastante nuevos en ecosexualidad. Mientras tomábamos unos calabacines con espárragos cocinados con tahini, alguien sacó el tema del consentimiento. ¿Cómo podía consensuarse el sexo con la Tierra? Dije: “Bueno, nadie ha dicho que tú tengas que hacerle nada a la Tierra. A lo mejor hay que dejar que la Tierra te haga cosas a ti”. Se quedaron callados. Uno dijo: “¡Tienes mucha razón! Como dejar que te llueva encima”. Alguien añadió: “Oye, eso me gusta”.
Según Abi Andrews, la crítica de libros del Irish Times, esta es la nature writing que necesitamos: “La perspectiva de Pocock se abre a la participación en la red de la vida y en las comunidades apegadas a la tierra”.
Resulta imposible no estar de acuerdo. Naturalmente de acuerdo. Podéis empezar a leer Rendición pinchando aquí.
