Quizá no sean muchas las grandes ciudades que están cambiando tanto los hábitos como lo está haciendo París, una de las megalópolis de los negocios y el turismo mundial. Venía de ser esa ciudad atravesada por una autovía “periférica” con miles de automóviles y conductores estresados a toda velocidad y, a paso firme, empieza a dar la impresión de ser una capital algo más eco-friendly, con kilómetros de ciclovías y ejecutivos jóvenes en bicicleta. Quién la ha visto y quién la ve. Sobre todo en este particular verano (Un été particulier, según el lema del ayuntamiento parisino), pleno de recomendaciones sanitarias de prevención tras el confinamiento de la covid-19. París se resiste a dejar de recibir turistas y a ofrecer a su población las “playas” del Sena, que no son más que muelles con tumbonas y sombrillas, aunque con una variada programación de actividades como kayac o petanca, a las que se han añadido este año las lecturas de bibliotecas al aire libre, algunas puestas teatrales del Off de Avignon que puedan representarse en jardines y, eso sí, una gloriosa novedad: el cine sobre el agua.


Dicho con más precisión, se trata de gozar de la proyección de películas al aire libre, desde barquitas a más de dos metros de distancia unas de otras, frente a una gran pantalla, para respetar los protocolos sanitarios y, al mismo tiempo, disfrutar meciéndose con el movimiento del agua.
El concepto del ‘drive-in’ para el ‘boat in’
Esta pandemia va dejando curiosidades aquí y allá, ya sea reflotando viejas costumbres, ya sea con ingenio renovado para que la industria del entretenimiento no sufra un hundimiento mayor.


En España, con los protocolos de distancia física, la idea del autocine americano –una moda de los 30, que en Estados Unidos vivió su esplendor en los 50– volvió a cobrar auge. A los pocos drive in que habían sobrevivido en la Península desde los primeros 80, se agregaron esta temporada algunos más, por lo que este verano ya son ocho los recintos en los que se puede ver filmes desde el coche, con toda la tranquilidad de que toses y estornudos ajenos no llegarán en aerosol hasta nuestra butaca. Los más grandes son el alicantino, franquicia de Cinemacar, y el del RACE, en Madrid, con capacidad para 400 y 300 coches, respectivamente. El más antiguo es el de Denia, que comenzó a funcionar a finales de los 70, y allí sigue.
El Sena ofrece sus ‘playas’


El caso es que, en Francia, con la excelente excusa de inaugurar la temporada de las playas de París, instalaron barquitas eléctricas en el estanque Bassin de la Villette (del distrito 19), para ensayar el invento llamado Cine sobre el agua, con 38 botes de dos, cuatro o seis personas, convivientes o allegadas. Además, un centenar de tumbonas en la orilla completaron la singular platea, con todos los espectadores portando auriculares.


Sobre la pantalla (de 9 x 16 metros) se proyectó El gran baño (Le grand bain, 2018), de Gilles Lellouche, con Matthieu Amalric, una película que habla justamente de salir del desánimo a través de la historia de un grupo de hombres en torno a los 40 años, que esquivan la depresión preparando una coreografía de natación sincronizada para unos juegos deportivos en Escandinavia. Además, la organización municipal decidió exhibir, como antesala, el cortometraje ganador del concurso mk2 de ‘cortos confinados’, A corona story (una historia del corona) de Victor Mirabel.
Otras experiencias sensoriales
Esta experiencia de ver películas sobre butacas en movimiento parece emular aquellas propuestas sensoriales de los 70 con el cine catástrofe, aunque en aquel caso se trataba de simulaciones que acompañaban la trama de la pantalla, con filmes como Terremoto (1974), de Mark Robson, que inauguró el sistema Sensurround, creado por el departamento de sonido de la productora Universal. Este sistema de sonido, que hacía temblar suelos y techos hasta provocar grietas, se conseguía añadiendo una banda sonora no audible al oído humano pero que transmitía vibraciones a la sala, a través de grandes amplificadores.
Hoy es la empresa australiana Beyond cinema una de la que está ofreciendo simuladores y “experiencias” inmersivas en el cine, y la que, durante este verano, llevará esta modalidad de ‘cine sobre el agua’ a San Diego, Austin, Cincinnati y Filadelfia, en Estados Unidos. Seguiremos atentos y atentas a lo que la industria cultural esté ideando para sortear este gran bache.