El pasado 26 de septiembre de 2020, un señor de 94 años se abría su primera cuenta de Instagram. Apenas pasadas cuatro horas, exactamente, cuatro horas y 44 minutos, tenía ya un millón de seguidores.
Batía así el récord de todos los tiempos de esta red social. Hasta entonces, la persona que más rápido había ganado el millón de amigos en Instagram era la actriz estadounidense Jennifer Aniston. La popular intérprete lo había logrado en cinco horas y 16 minutos. Antes de ella, fueron el futbolista David Beckham y el Papa Francisco sus antecesores en el podio del seguimiento fulgurante en redes.
«Esta es mi declaración como testigo. La historia de una decadencia global durante una generación», dice Attenborough
¿Quién es ese abuelo de 94 años que arrasa todos los récords? No es otro que sir David Attenborough, el naturalista por antonomasia, el hombre que durante décadas ha traído la naturaleza salvaje a las pantallas de nuestra televisión.
Attenborough es, por otra parte, un nonagenario que no tiene nada de jubilado. A su edad, presenta en España su última producción, un largo documental de 83 minutos titulado David Attenborough: Una vida en nuestro planeta, que ha generado la aclamación en cada país donde se ha estrenado previamente, conmoviendo conciencias entre todos los que lo han visto. Podemos verlo en Netflix.
La gran acogida del filme es entendible, pues estamos ante el testimonio íntimo, sincero, emotivo, un último testamento vital y de pensamiento, de una de las personas que más ha hecho por la divulgación y la defensa de la naturaleza… en este siglo y el anterior.
Desde que allá por los comienzos de los años 50 se asomara por primera vez al televisor en blanco y negro desde el púlpito de la BBC británica, Attenborough se ha convertido en el epítome de la divulgación de la naturaleza, en la imagen arquetípica de los naturalistas de leyenda, y en una voz amena, discreta y cercana que ha acercado a generaciones diversas a la vida silvestre.
Como explica Carlos de Hita, habitual colaborador de nuestro diario y profesional de la producción audiovisual de la naturaleza, Attenborough representa al naturalista ideal: «Es lo mismo que Indiana Jones para la Arqueología; ya sabemos que los arqueólogos no son así en la realidad, pero igual que Indiana representa al arqueólogo de película, Attenborough es lo mismo para el naturalista. Es perfecto; aparece siempre tranquilo, elegante aunque esté lleno de barro y rodeado de pingüinos, transmitiendo serenidad, humor y una gran pasión por los animales».
La TV en blanco y negro de los años 50
David Attenborough: Una vida en nuestro planeta es un largo documental dirigido por Alastair Fothergill, Jonathan Hughes y Keith Scholey y producido por Silverback Films y WWF, la organización internacional dedicada a la conservación de la naturaleza.
Para Coral García Barón, del equipo de Comunicación de WWF en España, Attenborough es un caso único en la divulgación de la naturaleza. Del mismo modo que Carlos de Hita, la portavoz de la entidad conservacionista cree que ha ayudado a crear un arquetipo de género: «Otro de los ingredientes secretos del naturalista británico es ese aire de pionero, de explorador antiguo, de esos que aparecían en los libros de aventuras y nos permiten adentrarnos y conquistar junto a él mundos desconocidos y exóticos».
Pero no todo es el halo, imagen ni puesta en escena, sino que es esencial el contenido. «Una de las claves del éxito de Attenborough es que su forma de narrar y de acercarse a la naturaleza está cargada de una emoción contagiosa. Creo que es un comunicador único e irrepetible, y que esa pasión que siente por la fauna traspasa la pantalla, dejando entrever un respeto reverencial por la vida salvaje», añade la experta de la ONG que ha producido el documental.
Precisamente, esa emoción, llevada al campo de lo más personal, es lo que muestra Attenborough en su último trabajo, que resulta ser una bofetada para las conciencias.
El naturalista se ha caracterizado siempre en sus míticas series de largo alcance global y audiencias millonarias por dejar que sean los animales, la fauna y la flora las estrellas del relato. Pero en esta ocasión es él mismo quien protagoniza la historia. Por primera vez en su vida. Y lo hace llevado por la obligación personal, afirma, de dar su opinión sobre la situación del mundo actual y sobre lo que ha visto ocurrir a lo largo de su carrera.


En Una vida en nuestro planeta, Attenborough traza un paralelismo entre lo que ha experimentado en los últimos 60 años, mientras recorría los lugares más salvajes de la Tierra, y lo que ocurría en los ecosistemas que retrataba.
«Hemos devastado el mundo por completo; el mundo no humano ha desaparecido; los seres humanos hemos infestado el mundo», dice Attenborough
Como explica el naturalista, estamos ante un colapso generalizado de los ecosistemas y una destrucción de los últimos rincones vírgenes del planeta, un proceso agravado por la emergencia del cambio climático e impulsado por el acelerado crecimiento de la población humana y del consumo de recursos.
En el transcurso de su vida, recuerda el narrador británico, la población humana se ha más que duplicado, las emisiones de gases de efecto invernadero han alcanzado un máximo no conocido en el último millón de años y hemos visto cómo desaparecía la mayor parte de la fauna silvestre y de los espacios vírgenes.
En opinión de Odile Rodríguez de la Fuente, hija de nuestro gran divulgador ibérico, Félix Rodríguez de la Fuente, «en la última etapa de su vida sir David ha vehiculado la pasión anglosajona por la naturaleza hacia una postura de estupor y profunda preocupación por el impacto que estamos causando en el medio que nos soporta».
Respecto a su papel como referente moral de nuestro momento, Odile Rodríguez de la Fuente añade: «Attenborough se ha convertido en una de las voces más autorizadas que clama para hacernos reflexionar sobre la urgente y necesaria transformación de un sistema socio-económico que ha devenido en la sexta gran extinción masiva y un cambio climático que amenaza nuestra propia supervivencia».
Hay un momento en Una vida en nuestro planeta que compendia todo el trabajo de Attenborough como comunicador y seductor de las cámaras. Y es un silencio. Él, cuya voz lo ha llenado todo, renuncia a la palabra. Simplemente nos mira, desde sus ojos ya ancianos pero vivos como los de un niño, y nos apela. Son unos angustiosos segundos de dramática pausa en los que el naturalista hipnotiza a la cámara, él solo, en un set de estudio sin animales.
Attenborough nos escruta y dice. «Esto es lo que hay; esto es lo que hemos hecho; hemos devastado el mundo por completo; el mundo no humano ha desaparecido; los seres humanos hemos infestado la Tierra». Y no dice más. Baja la mirada. Se adentra en un mundo interior que entendemos lleno de recuerdos de cosas que vio y que no volverán. Y nos da tiempo para reflexionar. Para pensar sobre lo que hemos hecho.
Una voz única
La escena deja una pavorosa sensación de vacío y responsabilidad en todos y cada uno de nosotros. Es el mensaje de un sabio, de un anciano de la tribu, de uno de nuestros mayores. Y no uno cualquiera, sino de uno que ha estado en todos los lugares del mundo y lo ha visto todo. Recuerdos de Galápagos y Borneo; del Amazonas y el Congo; de Groenlandia y la Antártida; de bosques de Siberia y la Patagonia que alguna vez existieron y ya no están, explica sir David.
Si pesamos la masa de todos los mamíferos de la Tierra, nos dice, solo el 4% corresponde a animales silvestres. El resto somos nosotros y nuestras especies domésticas. Pasando a otros grupos de fauna: puede que haya más gallinas y pollos en el mundo ahora mismo que ejemplares del resto de las 11.000 de aves que existen, nos cuenta. ¿Cabe mejor estadística para explicar la domesticalización del planeta?


Todos sabemos que la televisión es un show. Que los documentales de naturaleza, aun siendo verídicos, tienen también mucho de producción y montaje. Attenborough, que en muchos sentidos ha contribuido a marcar el canon del género, no es ajeno a todo lo que tiene de artificial su propuesta natural. Pero con todo y con eso, en todo aquel que lo ha visto durante décadas, queda una sensación de autenticidad. La misma que transmite su último trabajo.
«Es uno de los personajes que más han contribuido a educar, a través de la belleza, sobre el misterio y complejidad de la naturaleza», dice Odile Rodríguez de la Fuente
En opinión de Antonio Sandoval, uno de los grandes escritores de naturaleza de nuestro país y experto en aves, «Attenborough es hoy el mejor avivando, a través de la pantalla, nuestra fascinación ante las maravillas de la naturaleza, y nuestro compromiso con su conservación». Sandoval, quien mensualmente publica en nuestro diario sus excelentes reflexiones sobre el mundo natural, añade: «Cierto que Attenborough trabaja con un equipo excelente, pero es que su voz, sus ojos, su entusiasmo y su propio asombro se dirigen directos, y honestos, al corazón«.
En ese sentido, Odile Rodríguez de la Fuente añade: «Es uno de los personajes que más han contribuido a educar, a través de la belleza, misterio y complejidad de la propia naturaleza, sobre el valor y magnificencia de la misma, a varias generaciones a escala global».
Para el periodista Jacinto Antón, una de las firmas que desde hace años nos deleita con historias de naturaleza y exploración desde las páginas de El País, «Attenborough es el gentleman de la naturaleza». Al preguntarle a Antón qué es lo que cree que ha convertido al naturalista inglés en un referente universal, afirma: «Su manera a la vez apasionada y tranquila, tan elegante, de aproximarse a la naturaleza me parece su marca de estilo. Sin olvidar que detrás de esa apariencia tan característica hay una larguísima carrera de contacto directo con los animales y el medio natural, que es lo que le da la profundidad, el conocimiento y el savoir faire«.
La pérdida de lo salvaje
Eso es lo que, precisamente, hace que uno se sienta conmovido por el silencio profundo que hace Attenborough desde la atalaya de su avanzada edad, cuando se lleva las manos a la frente y explica cómo, en el transcurso de su vida, ha visto al género humano destruir todos y cada uno de los lugares silvestres y salvajes que él conoció cuando el mundo era todavía en blanco y negro.
Lo extraordinario es que el documental no termina ahí. Attenborough hace de cronista, de relator, de observador. Cuenta lo que hay: «Esta es mi declaración como testigo. La historia de una decadencia global durante una generación«. Pero también ejerce de agitador y de conmovedor aspiracional, con un discurso alejado de la angustia de los adictos al relato del colapso y el catastrofismo.
Hay un momento en ‘Una vida en nuestro planeta’ que compendia todo el trabajo de Attenborough como comunicador. Y es un silencio. Son unos angustiosos segundos de dramática pausa
Su propuesta es, además, muy práctica y llena de una sabia lectura ecológica. No es la naturaleza la que tiene un problema. Como ha ocurrido en los 4.500 millones de años de la Tierra, la vida se abrirá paso y resistirá tras cada interrupción. No es la vida, sino nosotros, dice sir David, los que estamos en riesgo.
Por eso, Attenborough pide un impulso para abrazar la sostenibilidad. Por poner en marcha un cambio de conciencia planetaria que nos haga cuidar la Tierra y sus limitados recursos como un jardín o un huerto, no como una mina que se saquea y explota: energías renovables, eficiencia en los cultivos, recuperación de tierras silvestres, restauración de ecosistemas, protección de los océanos y control de la población por medio de una extensión de la educación y el bienestar material a los países en desarrollo… Esta es la fórmula para evitar lo peor, según su detallada propuesta, que ocupa la estimulante parte final del documental.
«Energías renovables, eficiencia en los cultivos, recuperación de tierras silvestres, restauración de ecosistemas, protección de los océanos y control de la población son la salida, según Attenborough»
Y es que puede que todavía haya salida. Palabra de Attenborough. Si no, lo que espera es un páramo… y puede que sin nosotros.
Hace 60 años que sir David Attenborough empezó a recorrer el planeta y a enseñárnoslo como nadie había hecho hasta entonces. La entrega final de esa carrera es Una vida en nuestro planeta, un conmovedor testamento vital. Si podemos verlo ahora es también porque la vida está llena de azares. Cuando Attenborough hizo su primera prueba para la BBC en los años 50, el jefe de producción, sin duda alguien muy importante y no sabemos sin con un gran don para la estrategia, rechazó al candidato.
Tenía los dientes muy grandes, dijo, y no iba a funcionar en pantalla.
Afortunadamente, alguien decidió no hacerle caso. O le convencieron.
El gentleman que hizo grande a la BBC
Es imposible separar a sir David Attenborough de su trabajo en la BBC durante décadas. En buena parte, su trabajo se ha beneficiado de la capacidad de producción y difusión del canal público británico. Pero sin duda, este mismo ha crecido junto a Attenborough, que ayudó a consolidar el género, sentar sus bases y convertir a la BBC en el Hollywood de la naturaleza que ahora es.
Series multimillonarias como Life on earth o Blue Planet deben tanto a la BBC como a Attenborough, y más posiblemente a este último que al canal en sí.
Es lo que opina el experto español en audiovisuales de naturaleza Fernando López Mirones, para quien hay un antes y un después de Attenborough.
“El estilo narrativo de Attenborough une pasión con un sentido del humor muy inglés que le ha dado un tinte diferente. Él no presume de elocuencia, sino que siempre es un sorprendido ante lo que ve. Y el humor es uno de los toques importantes”.
Para López Mirones, Attenborough es un fenómeno “porque muchos lo han intentado y no lo han conseguido, de la misma manera que muchos han intentado emular a Félix y no lo han logrado”.
Sin duda, hay una anécdota que explica la particular mezcla de rigor y capacidad narrativa de la obra de Attenborough, como explica el cineasta López Mirones: “En las clases de Zoología en la universidad, cuando el profesor no podía venir nos ponían un capítulo de La vida a prueba y valía como lectivo. Ese es el rigor que no se nota, que no presume erudición. No hace falta decir palabras raras para enseñarte. Consiste en contar historias sencillas, que contienen mucho más y que no te des cuenta… que parezca un cuento”.
