Ur significa agua en euskera y es el sufijo del verbo urtzen, que se refiere tanto derretirse como a sumergirse. Ur (Urim, en sumerio) también es la ciudad bíblica, capital de un poderoso imperio de la antigua Mesopotamia, que se erigía, unos 3.000 mil años antes de Cristo, sobre los terrenos pantanosos del delta que formaban los ríos Tigris y Éufrates (hoy territorio de Irak). Todo esto para hablar de Urtzen, la película de Telmo Esnal que acaba de obtener el premio Lurra (Tierra), de Greenpeace, en la 68º edición del Festival de San Sebastián.
Se trata de un ensayo documental sobre el modo en que cosas aparentemente inertes –como el agua y el resto de elementos de la naturaleza– se vinculan con nosotros, de tal modo que el mar podría ser “la conciencia que viene del corazón”.
Urtzen nació en los días de confinamiento, mientras la vida de Esnal transcurría en horas y horas de documentales, libros, entrevistas de radio y tertulias de TV, puertas adentro, en su casa de Zarautz, su pueblo natal. Así fue como una tarde escuchó una entrevista radial a Martín Caparrós, en la que este decía algo así como que, frente a esta pandemia, había que asirse a otra religiosidad, o encontrar otras esperanzas de salvación, porque las antiguas invocaciones místicas ya habían perdido vigencia.
Fue entonces cuando el realizador recordó el cuento Ur, El gigante del mar, de Pablo Azue, que hablaba de un gigante tierno, cuyo poder para sanar los océanos reside en saber amar: siempre había querido llevarlo a la pantalla y el momento había llegado. Con un equipo en un 90 por ciento de Zarautz, la película se hizo realidad y se estrenará en cines a finales de este año.


“Cuando uno vive de espaldas al mar cree que es de allí de donde viene todo lo que rompe la esencia cultural de un pueblo”
De ahí nuestra charla de esta semana con Telmo Esnal, un director de cine de ficción que ya había ganado un premio en Donostia con Dantza. A continuación, parte del diálogo:
PREGUNTA.- Como usted, muchos hemos estado solos y cercados de amenazas de más confinamiento durante estos meses. Sin embargo, en el cuento sobre el que empezó a trabajar en el encierro, la amenaza consiste en la intemperie, en hacer pasar a los descomprometidos una noche a solas en el mar…
RESPUESTA.- Es verdad que así empieza el relato de Pablo Azcue, pero yo sobre todo me fijé en la filosofía que transmite: tenemos totalmente abandonado el tema del agua. Si somos un 70 por ciento agua y, cuando lloramos o sudamos, el agua es salada, entonces tenemos un océano dentro. Esa agua está constantemente en movimiento y es la misma que circula, la que se evapora, vuelve a caer, se convierte en hielo o en ríos; entonces, si contaminamos, también tenemos agua contaminada dentro. Al menos por eso tenemos que cuidarla.
«Terminé descubriendo el mundo impresionante y maravilloso del agua»
P.- Da la impresión de que sus reflexiones empiezan por un enfoque más general del medio ambiente, pero el agua va ganando protagonismo y se apodera de todo el filme, ¿sucedió así?
R.- Es verdad que una cosa me llevó a otra y terminé descubriendo el mundo maravilloso del agua.
P.- Habla también de la sociedad masculinizada y, en ese sentido, el gigante del cuento Ur representa otro modelo, porque es un ser tierno, ¿representa el agua la metáfora de lo que está en constante movimiento, de quien sabe amar, sabe adaptarse y abandona la rigidez del mandato masculino?
R.- Es curioso porque son testimonios de hombres, pero todos opinan desde un punto de vista más feminizado. Karmelo Bizcarra habla de ello y considera lo masculino como un punto de conflicto. Lo femenino, en cambio, ayuda a entender las cosas de otra manera.
P.- El otro descubrimiento es que los cristales de agua le dan un carácter determinado a cada gota, ¿es verdad que todos los copos de nieve tienen formas diferentes?
R.- El mundo del agua es impresionante. En el propio documental que he utilizado de fuente para mostrar el efecto de las palabras sobre la estructura del agua, cuentan que Masaru Emoto también hizo fotos después de poner distintas músicas y comprobar cómo el agua reacciona de diferentes maneras. En el fondo, estos fenómenos están vinculados con el maltrato: todo empieza con unas palabras malas y crece. Probé esto haciendo brotar unos huesos de aguacate sobre vasos de agua apoyados en buenas palabras (‘bonito’, ‘hermoso’ y ‘ágil’) y están enormes. Lo muestro en la película, pero es curioso porque, cuando empecé a hacerla, no había previsto lo de la germinación. El guión es fruto de casualidades, de cosas que he hecho durante el confinamiento y que he ido integrando, porque finalmente tenían que ver con el espíritu de la peli, como el reciclaje (coso un delantal a partir de la tela de un pantalón) o el crecimiento de las plantas de aguacate. Iba fluyendo todo.
«Muchísimas palabras en el idioma vasco llevan la partícula ‘ur’ (agua)»
P.- Hay una línea que tiene que ver lo vasco, y que nos lleva a descubrir una cultura, ¿ser vasco es ser mar y no ser montaña?
R.- En la película, un historiador del mar dice que cuando uno vive de espaldas al mar cree que es de allí de donde viene todo lo que rompe la esencia. Y es verdad que aquí (en Euskadi) se ha hecho mucho hincapié en buscar nuestra idiosincrasia en cuevas, porque hay algo que tiene que ver con la madre tierra, pero Goyo Iturregui habla del espíritu de la madre en el agua. Y no termina de resolverse, y me encanta que no se resuelva. Me interesa contradecir un poquito lo que siempre nos han querido inculcar.
P.- La de la lengua es otra vertiente interesante, teniendo en cuenta que la diversidad biológica está ligada a la preservación de la diversidad cultural, que incluye el rescate de las lenguas en peligro de extinción…
R.- Hay estudios de gente anterior que habla de la presencia de la partícula ‘ur’ en muchísimas palabras en euskera. E ‘iz/its’, que alude al mar, también está vinculada y tiene mucha presencia en el idioma vasco. Hay un filólogo en la película que dice que no se puede aseverar que esto tenga un valor lingüístico, pero que es bonito pensarlo. Cuando Pablo alega que lo que no es agua de nuestro cuerpo es tierra y que el hueso no tiene agua, recordamos que, en euskera, la palabra hueso es esur (literalmente, no-agua). El vasco tiene raíces muy antiguas; las palabras nuevas se notan. Pero hay más ur: ahí están los Urales…
P.- En castellano, la mar tiene dos artículos: el femenino que usan los marineros y el masculino, ¿y en euskera?
R.- En euskera no tiene género. Quizá es que en español le llaman “la mar” quienes la sienten como madre
