Cuando unos llegan, otros se van. Entre la operación retorno y salida de los que han escalado sus vacaciones, entre agosto y septiembre, este verano ha surgido una tendencia mundial que ha llevado a muchas personas a plantearse su destino de vacaciones. Tomar un avión para cruzar medio mundo y desconectar del trabajo durante unos días está topando con la consciencia de que este modelo es, cada vez más, insostenible.
El movimiento llamado “Vergüenza a volar” (flight shaming o flyskam), está ganando simpatizantes en Europa que quieren reducir las emisiones de dióxido de carbono que producen los trayectos aéreos. Su icono es Greta Thunberg, una joven activista sueca, que se desplaza por el mundo evitando este medio de transporte.
El pasado 20 de agosto se cumplió un año de un gesto que marcó un antes y después en la vida de esta joven. Acompañada solo de una pancarta, ese día empezó a protestar en frente del parlamento sueco reclamando más acción climática. Una acción que, desde entonces, ha repetido cada viernes y ha inspirado a miles de jóvenes de todo el mundo a seguir ejemplo creando el movimiento llamado “Fridays For Future”.


Thunberg se hizo popular tras participar en la pasada cumbre climática, COP24, en Katowice (Polonia), con una contundente intervención y llamado a la acción climática que se volvió viral. Desde entonces, la activista ha estado viajando por Europa, principalmente, participando en otros eventos de alto nivel como el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), en un viaje en tren de 32 horas. El hecho que todos estos desplazamientos hayan sido usando este medio de transporte, ha abierto los ojos de miles de ciudadanos que ahora ven, con asombro, cómo la joven acaba de culminar una travesía de 15 días en velero cruzando el Atlántico para poder participar en la próxima cumbre de acción climática que se llevará a cabo en Nueva York, del 21 al 26 de septiembre. Este periplo, que se ha llevado a cabo a bordo de una embarcación ecológica, ha abierto el debate sobre viajar de manera sostenible.
La puesta en marcha de las líneas aéreas de bajo coste ha provocado un aumento de las emisiones de un 70% entre 1990 y 2010
En este sentido, hay que recordar que la puesta en marcha de las líneas de bajo coste durante los años 90, ha provocado un aumento de las emisiones de un 70% entre 1990 y 2010. Igualmente, este sector está al margen del tratado internacional para reducir las emisiones a nivel global, el Acuerdo de París alcanzado en diciembre de 2015.
El tren recupera su atractivo
El sector de la aviación es el causante del 3,6% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de la Unión Europea. Según, el informe de Medio Ambiente de la Aviación Europea, entre el 2014 y el 2017, el número de vuelos en Europa aumentó en un 8%. Por este motivo, algunos países ya han tomado la delantera anunciando medidas al respecto. El pasado mes de julio, la ministra de Transportes francesa, Elisabeth Borne anunció la creación de una ecotasa de entre 1,5 y 18 euros, a partir del próximo año, para todos los billetes de avión de vuelos que salgan de aeropuertos franceses. La iniciativa pretende limitar el impacto medioambiental del transporte aéreo e invertir en el transporte ferroviario parte de los 180 millones de euros que se pretenden recaudar, anualmente, con esta medida.
En Suecia, este medio de transporte ha incrementado el número de pasajeros mientras que el aéreo ha perdido un 8% de pasajeros desde inicio de año. En este país, la empresa pública ha incrementado el servicio de tres trenes diarios la línea que recorre Estocolmo (Suecia), Copenhague (Dinamarca) y Hamburgo (Alemania). En este último país, la empresa de ferrocarril Deutsche Bahn anunció que, para este año, se esperan más de 150 millones de pasajeros en rutas internacionales e interurbanas.
En Suecia el transporte aéreo ha perdido un 8% de pasajeros desde inicio de año
Aunque la iniciativa de Rosén no es tan mediática como la de Thunberg, que ha sabido conectar con el público más joven. Inspirándose en la adolescente sueca, más de una treintena de jóvenes ha decidido seguir sus pasos y se disponen a cruzar el Atlántico para viajar a la próxima cumbre sobre cambio climático (COP25) que se llevará a cabo el próximo mes de diciembre para mostrar que existen alternativas a viajar en avión. Y es que un viaje de avión de ida y vuelta de Amsterdam a Santiago de Chile emite 4.700 kilos de dióxido de carbono. Con el objetivo de reclamar un cambio radical en el turismo, durante siete semanas explorarán pasos específicos hacia un turismo justo y sostenible.


“Se prevé que la industria de la aviación doble su actividad en los próximos 20 años. Es hora que nuestros líderes políticos y la industria reconozcan el enorme impacto climático de volar y aborden este problema en la COP25”, dice el cofundador de Sail to the COP, Jeppe Bijker.
El grupo de jóvenes, que saldrán a principios de octubre desde Scheveningen (Países Bajos) y llegarán a Rio de Janeiro el próximo 20 de noviembre, lanzó una campaña de crowfunding, que ha obtenido más de 17.000 euros, para financiar el alquiler de un velero y los costes de la travesía. Así, cuenta con el apoyo de más de 170 donantes, entre los que se encuentran diversas instituciones gubernamentales como el Ministerio de Infraestructura y Gestión del Agua danés.
¿Quien quiere, puede?
Aunque a veces existe la voluntad de viajar contaminando menos, el tiempo es clave para poder hacerlo ya que en muchos casos se utiliza el avión por las circunstancias que nos hacen estar en un sitio y lugar en un momento determinado. En estos casos el “viajar despacio” se vuelve muy complicado. No obstante, para facilitar este cambio hay iniciativas que se están empezando a poner en marcha. Por ejemplo, en Berlín, la cooperativa de mujeres WeiberWirtschaft han otorgado tres días de vacaciones extras a aquellas personas que no viajen en avión durante un año.
En una sociedad donde “el tiempo es dinero”, ¿es posible prescindir del avión totalmente? Al igual que sucede con el consumo de carne, el debate sigue abierto.
En busca de la pócima mágica
Sin salir de nuestro país, en Móstoles, se está desarrollando el proyecto SUN-to-LIQUID que pretende desarrollar queroseno a partir de luz solar, el agua y dióxido de carbono. Más de un centenar de espejos acumulan la radiación solar sobre un reactor químico que alcanza una temperatura de 1.500 grados y con la ayuda de un catalizador, produce un gas sintético a partir del agua y del dióxido de carbono extraído del aire.
La compañía aérea Lufthansa también está investigando alternativas sintéticas y produce queroseno con la refinería Heide, en el norte del país. Aunque es más sostenible que la producción de biocombustible, todavía no puede competir con el queroseno convencional ya que los costos de producción ascienden aproximadamente a dos euros por litro de queroseno, mientras que el precio del queroseno tradicional basado en petróleo es de 0,5 euros por litro.
Por este motivo y teniendo en cuenta que las alternativas de combustible sintético de bajo consumo aún se encuentran en etapas primarias, la reducción del efecto invernadero pasa, actualmente, por la compensación de CO2.
