Yann Arthus Bertrand ve la Tierra desde el aire. Es el vigía de las preguntas que hacen avanzar la consciencia en el mundo. Compatriota del explorador de los mares Jacques Cousteau, Bertrand (YAB) un día se subió a un aparato volador para entender algunos estados de la Tierra en imágenes panorámicas y solo bajó para mantener breves diálogos con los más desfavorecidos y con quienes les socorrían, o los que proponían algún remedio a la desproporción.


Sus fotos monumentales de poblaciones en desplazamiento, de océanos, desiertos y montañas nos han hecho recorrer el planeta con presencia ecológica y solidaria, porque sus películas cuidan al detalle no solamente la belleza de cada plano sino también la información que divulga. YAB consigue que prestemos atención a las imágenes, a la música y a los textos, como muy pocos lo logran en esta época multitareas.
Cuando se dedica a lo humano, sus entrevistas se convierten en las más vistas en cualquier medio, como aquella a José Mujica, todavía presidente de Uruguay, hablando del consumo superfluo que nos lleva a “gastar tiempo de vida” a cambio de objetos prescindibles, declaraciones que hizo para Human (2015), una extensa película de Bertrand que recopilaba las voces humanas que teníamos que oír en ese momento de nuestro planeta.
Antes nos había dedicado Home (2009), un documental producido por Luc Besson, que nos dejó asombrados con la inmensidad de la naturaleza, nuestra casa, desde el cielo, y con Planeta Océano (2012) , en colaboración con Michael Pitiot, que narraba de manera sublime la relación de la Tierra con sus océanos y con la propia existencia, desde nuestro momento primigenio como bacterias. También de 2012 es La sed del mundo:“Creía que, en París, yo consumía unas pocas decenas de litros de agua y me enteré de que consumía casi cinco mil litros y que provenían de todo el mundo (…) porque todo lo que consumimos a su vez consume agua, y no poca, si atendemos a los 960 litros que se necesitan para producir una botella de vino, o los 3.400 litros por un kilo de arroz…y los 11.000 litros por unos vaqueros”, decía su voz en off al inicio de un filme de divulgación frente al que nadie puede sentir indiferencia.
Como espectadores, no tenemos opción, porque el realizador no nos deja inmunizarnos: hay un compromiso que todos nos vemos obligadas a abrazar, en cada fotograma.
Y muy pronto fuimos siete mil millones
Él mismo era un reportero de prensa, que cubría el rally París-Dakar y otras historias de color para la mítica revista Paris Match, cuando hizo un viaje iniciático con su mujer a Kenia, y entendió que una familia de leones se habían convertido en sus primeros profesores de fotografía, en la reserva Masai Mara. Aprendió a diferenciar a los leones contando los pelos del bigote (“porque no hay dos leones con el mismo bigote”) y a sufrir con las aventuras de las crías, como si de la partida lejana del propio hijo se tratara. Intuitivo, YAB admiraba a Jane Goodall, por lo que comprendió cabalmente que la cámara era la mejor aliada de sus observaciones, porque las palabras no le alcanzaban para transmitir la emoción de ver los lazos familiares entre animales salvajes, y posiblemente su similitud con las necesidades humanas, y por eso comenzó a hacer fotos profesionalmente. De los primeros años ochenta datan sus libros Lions (Leones) y Masai.


Su leal colaboradora de varias décadas en la Fundación Good Planet, Jacqueline Goffart, nos explicaba, esta semana, en un encuentro en Madrid, que “para ganarse la vida, en aquella época, Yann se hizo piloto de globo aerostático y descubrió que la visión global de un territorio y de sus recursos nos ayudarían a comprender su belleza y la importancia de su preservación”.
El globo, los aviones y los helicópteros se convirtieron en herramientas indiscutibles de su empresa, por lo que, en 1991, fundó Altitude, la primera agencia de fotografía aérea del mundo. Mucho antes de que la tranquilidad de los paisajes estuviese tan frecuentemente interrumpida por los motorcitos chillones de los drones, YAB ya había rodado París visto del cielo, Bestias y Caballos, entre otros más de treinta proyectos recopilados en libros y exposiciones que dejaron registro de lo que su ojo admiró (y también temió): la relación de las personas con su entorno.


Así, invitado a la legendaria Cumbre de Río (1992), el fotógrafo declaró: “No es posible sobrevolar la tierra durante diez años, leer sobre desarrollo sostenible y seguir siendo el mismo. De un periplo de estas características se sale transformado, uno se ve obligado a interrogarse sobre nuestro futuro como habitantes del planeta. La voluntad pedagógica subyacente en mi trabajo consiste en sensibilizar a las personas sobre los problemas medioambientales existentes en la actualidad. Amo esta Tierra, apasionadamente. Es el mayor regalo que me aporta mi actividad. He aprendido no solo a apreciar mejor mi entorno y los seres humanos que lo habitan sino también a hacerme preguntas. Los comentarios que acompañan mis fotografías han satisfecho, en primer lugar, mi propia curiosidad. Tenía ganas de entender lo que había fotografiado para luego poder compartir con los demás lo que había visto y entendido. Comunicar nuestras pasiones e ideas, y tratar de convencer al otro es algo que, en mi opinión, está anclado en la propia naturaleza del ser humano”.


YAB no se cansa de repetir que cuando él nació, en 1946, los seres humanos éramos dos mil millones sobre la Tierra y que ahora ya somos siete mil millones y que eso ya es muy visible en los surcos y las huellas que vamos dejando con nuestro hacer desaforado. Desde arriba se nota aun más que hemos acentuado el desequilibrio en la fauna y la flora que va mermando, en relación casi directa con nuestro crecimiento: “cuando fui a estudiar los leones por primera vez, había unos 400 mil ejemplares, hoy son unos dos mil”, aseguraba a la prensa, el año pasado, con motivo de la primera retrospectiva de su obra, en París.


En cambio, admira la agricultura de subsistencia de quienes la practican pacientemente, con sus manos, para saciar quizá la primera entre las preocupaciones universales de las personas, como es nutrir a la familia. Esa consciencia de pertenencia debería alimentar nuestro compromiso y, al menos en el caso de YAB, lo lleva a ejercer la generosidad desde la cesión gratuita de gran parte de su catálogo, a través de la Fundación Good Planet, para quienes lo exhiban sin fines de lucro. “Actuar te hace feliz”, es el lema preferido de este hombre con sed, pero de gesto sereno, casi siempre sonriente, que ya prepara el lanzamiento de su próximo documental, Woman (Mujer), para el mes de marzo, y de Legacy (Legado), coincidiendo con el 10º aniversario de Home (Hogar). Porque, en sus propias palabras, “es demasiado tarde para ser pesimista”.