La sal se lleva utilizando desde la década de 1930 para evitar que el hielo y la nieve proliferen en las calles de las ciudades. La razón de su extendido uso reside en las propiedades químicas de la sal, que permiten al agua reducir su punto de congelación hasta los -21°C



Lo que empezó siendo como un dato curioso, poco a poco fue convirtiéndose en toda una realidad a medida que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) lanzaba cada vez más comunicados advirtiendo sobre la llegada de borrascas atlántica que podrían desencadenar temporales de hielo y nieve en amplias zonas de la península.
Al final, el primer jueves de 2021 nos deleitó con un pequeño aperitivo en forma de nieve que se pudo saborear incluso en la capital española, donde el manto blanco no se había visto en grandes cantidades desde hace casi una década. Antesala, sin duda, del primer y segundo plato que llegaron durante los dos siguientes días, congelando el país y dejando estampas que a muchos les costará olvidar.
Sin embargo, lo que en principio fue motivo de felicidad, poco a poco ese sentimiento fue trasladándose hacia uno más recio debido a que la nieve tal y como la conocimos se convirtió en pocas horas en una placa de hielo que atrapó a los vehículos y dejó incomunicado tanto a grandes como a pequeños municipios.


Por suerte, teníamos a nuestra disposición el cloruro de sodio (NaCl), más conocido como la sal, que, aunque llegó tarde, lo hizo justo a tiempo para evitar un colapso aun mayor. De hecho, no es la primera vez que este aliado sale a nuestro rescate en nuestras horas más bajas frente al frío ya que, según la Sociedad Estadounidense de Química (ASC), la sal se lleva utilizando para combatir el hielo y la nieve desde la década de 1930.
La razón de esta curiosa alianza empieza nada más y nada menos con nuestro conocimiento sobre el punto de congelación, concretamente con el del agua, que, como ya sabemos, comienza a partir de los 0 grados Celsius. Sin embargo, cuando se añade sal a la mezcla, la experiencia nos indica que el agua puede resistir temperaturas incluso de -21°C sin llegar a solidificarse.
De acuerdo con la ASC, esto ocurre porque la sal impide que las moléculas de agua puedan formar cristales de hielo de sólidos. Solo cuando se somete a la mezcla a una temperatura lo suficientemente baja, los cristales del agua podrán unirse de forma organizada sin incluir los iones de sal que perturban la congelación a 0 grados. Ahora bien, alcanzar una congelación a menor o mayor temperatura dependerá de la cantidad de sal que se vierta en la mezcla.
Es por este motivo por lo que, de manera generalizada, los operarios tienden a echar sal o soluciones salinas en las carreteras para prevenir las heladas: “Cuando los primeros copos o heladas comienzan a aparecer y se derriten debido al calor acumulado en la carretera, el agua se mezcla con la sal vertida, logrando así una disolución con un punto de congelación más bajo al habitual en el agua”, informan desde la ASC.
“Ahora, aunque la nieve o el hilo pudieran enfriar la carretera lo suficiente, nunca alcanzará ese punto idóneo como para congelar la solución”, añaden.
La sal española
La sal ha sido un recurso altamente producido en la bahía de Cádiz durante siglos, incluso desde la época romana cuando incluso se utilizaba como moneda de cambio. No obstante, tras los últimos compases del siglo XIX, gran parte de esta actividad desapareció, dejando muchas de las salinas al amparo de la naturaleza o listas para ser reconvertidas en zonas de acuicultura sostenible.
En cualquier caso, las pocas que subsisten producen la mayoría de la sal en las salinas durante los meses de verano, cuando el agua, a su paso por los distintos canales, se evapora con mayor facilidad.
Una de las empresas más grandes del sector, que cosecha 400.000 toneladas al año que después exporta a Europa, ha afirmado que el 50% del producto destinado a los meses de invierno haya sido copado este año por el temporal Filomena, dejando entrever que ha sido uno de los que más nieve han dejado en nuestro país durante mucho tiempo.
No obstante, esta es tan solo una teoría. En épocas de olas de frío o en aquellos lugares donde la temperatura puede superar los -21 grados bajo cero, como en Siberia o Alaska, utilizar sal como estrategia preventiva no lograría ningún efecto. En estos casos, el procedimiento a seguir consiste en echar tierra o grava al hielo para incrementar la tracción de las ruedas en los terrenos resbaladizos.
En el caso de que no se haya podido prevenir la nevada, como ha sucedido en muchos lugares con el temporal Filomena, la sal podría ayudar incluso sin necesidad de mezclarla con el agua. Esto es porque los cristales de agua congelada no poseen la misma disposición estable en su interior que en el exterior, por lo que la sal aprovecha esa debilidad en las capas más externas de hielo para introducir poco a poco sus componentes y así desestabilizar el cristal de hielo.
“El procedimiento es mucho más lento, pero a medida que la sal penetra en los cristales de hielo, la solución se vuelve más presente, ayudando a derretir cada vez más hielo. El paso de los vehículos, debido a la fricción, acelera el proceso de disolución de la sal con el agua.
Alternativas a la sal
A pesar de que el uso de sal esté realmente extendido, eso no lo exime de tener ciertas desventajas. El impacto negativo más visible nos lo encontramos en nuestros propios vehículos cuando la sal de las carreteras se deposita en áreas, sobre todo en las ruedas, y aceleran la oxidación de los componentes.
Pero no solo los coches, la naturaleza también se ve resentida por la escorrentía de la sal que, por un lado, puede ser abrasiva para los animales que caminen sobre ella y, por otro, al dejar inservible los campos por el exceso de sal.
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Sus resultados arrojaron que estos compuestos eran mucho más eficaces que la sal convencional, eliminando mucho de sus inconvenientes. Sin embargo, han puesto sobre la mesa otros problemas que pueden resultar mayores si se atiende el contexto de cambio climático que estamos viviendo:
“Los aditivos agrícolas son algo más caros de adquirir que la sal, pero pueden proporcionar una mayor capacidad de derretimiento del hielo, reducir la corrosividad y durar más que químicos estándar cuando se aplican en carreteras”, explican desde el Departamento de Transportes de Estados Unidos.
“No obstante, su comercialización se ha visto obstaculizada en muchas regiones por la preocupación sobre su toxicidad, sobre todo para los sistemas de agua dulce cercanos. Esto es porque, como norma general, estos productos contienen altas cantidades de nitrato y fósforo que, como bien se sabe, están alterando los ecosistemas”, añaden desde el departamento.
