Un equipo de científicos ha decidido usar las imágenes tomadas por los satélites espías estadounidenses entre 1958-1972 para comprobar cómo los usos de la tierra han perjudicado a la marmota bobak durante los últimos 50 años. Se trata de uno de los primeros trabajos que hacen uso de esas imágenes con fines ecológicos



La Guerra Fría supuso un cambio de paradigma en cuanto los conflictos se refieren. La tensión y la amenaza por la destrucción mutua asegurada derivada del armamento nuclear encaminó a las potencias dominantes a confrontarse mediante tácticas que empleaban las últimas tecnologías.
La más famosa de ellas fue el espionaje, aunque esta vez trasladado a un escenario completamente mundial gracias a los avances espaciales llevados a cabo desde la segunda década del siglo pasado.
Uno de los muchos programas que desarrolló los Estados Unidos fue el CORONA (1958-1972), el primer proyecto secreto de fotografía espacial que trató de cartografiar la Tierra con la fidelidad suficiente como para conseguir ventaja en el caso de que estallase una hipotética guerra nuclear o para tratar de evitarla.
CORONA, a su vez, evolucionó rápidamente desde un sistema de reconocimiento provisional a una sofisticada red de toma de imágenes y sistemas de datos de teledetección terrestre, que inició la era moderna de la teledetección por satélite global.
“Estas innovadoras aplicaciones científicas fueron el resultado de una fructífera convergencia en las ciencias de la tierra estratégicas de posguerra, cuyos detalles y mecanismos fueron difundidos y ocultados por elaborados protocolos de seguridad”, relata un artículo de la revista científica Social Studies of Science.
«Estamos hablando de imágenes tomadas por cohetes en el espacio en rollos de película, que luego fueron lanzados en paracaídas al suelo y capturados en el aire por aviones militares antes de que pudieran aterrizar y ser capturados por la inteligencia soviética», comenta por su parte Catalina Munteanu, ecóloga y geógrafa de la Universidad Humboldt en Berlín, Alemania, al diario The World.


Aquellas imágenes en alta resolución poco a poco fueron cayendo en el olvido hasta que, casi dos décadas después, el presidente Bill Clinton firmó una orden ejecutiva que desclasificó las imágenes de satélite y publicó 850.000 fotos tomadas entre 1960 y 1972.
Ahora, 50 años después de aquel acontecimiento, un grupo de científicos decidió desempolvarlas para darles una segunda vida, esta vez científica.
Esto es porque, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Procedings of the Royal Society, hasta el año 2000 no se volvió a tener acceso a unas imágenes con resoluciones similares a las del programa CORONA, por lo que aquellas fotografías del pasado podrían revelar información que ayudara a establecer proyecciones futuras a las generaciones presentes.
“Estas imágenes son valiosas para muchas aplicaciones en ecología y conservación, particularmente cuando se integran con datos contemporáneos. Sin embargo, ningún estudio ha hecho uso del tremendo potencial de CORONA para estudios de biodiversidad a largo plazo”, señalan los autores del artículo.
Para demostrar una de las posibles aplicaciones de estas imágenes, el equipo de expertos decidió investigar cómo los distintos usos de la tierra y la creciente expansión de la agricultura en Kazajistán durante la campaña de Tierras Vírgenes, lanzada por la URSS desde los años 50 y que llevó a desastres ambientales como la desecación del Mar de Aral, tuvo un importante impacto en las especies locales, entre ellas la marmota bobak (Marmota bobak), “una especie clave de las estepas euroasiáticas”.
Un pasado desvelado
El objetivo lo alcanzaron con ayuda de 12 pares de tiras de película estereográficas de las misiones CORONA tomadas entre en septiembre de 1968 y 1969 que después compararon con imágenes satelitales tomadas en su mayoría entre el 2012 y el 2014 y que están disponibles en tres motores de búsqueda actuales: ESRI Satellite Base Map (69% de los datos), GoogleEarth (23% de los datos) y Bing (8% de los datos).
Con los resultados sobre la mesa, compararon el número de madrigueras que se observaban en las fotos en los distintos periodos y descubrieron que estas se habían reducido en un 14% en los últimos 50 años, sobre todo en las tierras de cultivo que no fueron abandonadas y que aún se siguen trabajando.


“Nuestro análisis de los cambios en la densidad de madrigueras de marmota desde la década de 1960 sugiere que las poblaciones de marmota bobak disminuyeron como resultado de la conversión del hábitat en el pasado, y que estas disminuciones ocurrieron en escalas de tiempo de hasta 50 años”, señalan los autores.
“Para salvaguardar la biodiversidad de algunos de los ecosistemas más vulnerables, las acciones de conservación y manejo deben considerar las respuestas de la biodiversidad a largo plazo a las conversiones de tierras”, concluyen.
