Escondidos en nuestros bosques y praderas nacen unos árboles que destacan por su majestuosidad, belleza y longevidad. Son los llamados “árboles singulares”, unos especímenes que constituyen un valioso tesoro dentro de nuestro rico patrimonio natural



La historia de los bosques de la cuenca mediterránea está llena de altibajos, con ejemplos de superficies arboladas que casi de la noche a la mañana se expandieron y desaparecieron del mapa. Sin embargo, su historia también destaca por sucesos extraordinarios en los que los bosques permanecieron inamovibles a pesar de los estragos del tiempo.
Las gestas de estos últimos quedan escritas en las cortezas de los árboles que los componen, o más bien de aquellos especímenes nunca abandonaron sus filas a pesar del paso del tiempo. Estos últimos son los llamados “árboles singulares”, una figura que se creó “para dar a conocer la existencia de un valioso patrimonio natural que, con frecuencia, pasa desapercibido y favorecer su conservación”.
“La figura de árbol singular hace referencia a aquellos árboles y arboledas que se consideran excepcionales por motivos tan variados como su gran tamaño, su belleza, su longevidad, la originalidad de sus formas, su vinculación a un paisaje o su importancia cultural, histórica, científica o educativa”, señalan las administraciones.
En España existen más de 1.600 ejemplares catalogados como árboles singulares, siendo Castilla y León quien aglutina casi al 25% de ellos. En este artículo os mostramos 10 ejemplos de estos árboles tan característicos:
1. Tejo de Santa Coloma (Asturias)
En Asturias, el tejo (Taxus baccata) se considera un árbol de gran relevancia cultural por “haber representado un papel simbólico a lo largo de la historia del principado”, a pesar de que su significado se haya ido transformando a lo largo de las generaciones.


Según el Principado, su figura se ha reformulado en la actualidad como un representante de un pasado mítico, una “identidad asturiana basada en la tradición” y un cuerpo de valores ecologistas y medioambientales, de ahí que el tejo sea una especie protegida en todo el territorio asturiano por Decreto.
Cabe destacar que la importancia del tejo no puede entenderse al margen de sus características biológicas y de su ubicación junto a un edificio religioso, concretamente el templo parroquial, formando parte del llamado “campo de la iglesia”. De ahí que la mayoría de los tejos singulares tengan nombres ligados a la tradición cristiana, como es el caso del Tejo de Santa Coloma.
En aquella iglesia, que se cree que se edificó sobre los cimientos de otra nacida en la segunda mitad del siglo XV, afloran dos tejos masculinos: uno con un perímetro troncal de cinco metros y medio, situado frente al templo, y otro más pequeño, de dos metros, que nació espontáneamente sobre el muro de una finca.
Ambos están protegidos y forman parte de la llamada “Ruta de los Teixos” de Asturias, sin embargo, quien tiene el protagonismo es el primero, un ejemplar que según el Principado fue plantado probablemente en el siglo X – de ahí que se crea que es el más antiguo de Asturias- por motivos religiosos y fue declarado de manera no oficial por los vecinos del municipio como “Monumento Natural”.
2. Pino de Peixerani (Cataluña)


Ningún otro árbol es capaz de soportar la altitud como los pinos negros (Pinus uncinata), por eso no es de extrañar que abrigado en el Parque Nacional de Aigüestortes, en el Valle de Boí, se encuentre el que es considerado como el pino negro de tronco y de copa más grandes y uno de los pinos más gruesos de Cataluña: el Pino de Peixerani.
El pino se encuentra solo en un prado, lo que ha propiciado que algunos rayos hayan impactado contra su copa. No obstante, su estado es bueno, con un perímetro de cinco metros y una altura de 17 metros. Nada mal para un año que ha aguantado condiciones frías extremas durante los 500 años que lleva entre nosotros.
3. Pino Castrejón (Castilla y León)
La Tierra de Pinares no escoge su nombre al azar, sino que se lo debe a la alta concentración de Pinus pinaster y Pinus pinea que nacen en cada esquina de la comarca castellano leonesa. Por eso, no es de extrañar que entre toda esa maleza haya nacido un ejemplar piñonero de 16 metros de altura y una amplitud de copa de 25 metros que es, sin ninguna duda, un verdadero orgullo para el Hoyo de Pinares donde se ubica.
Curiosamente, este pino nació en un prado con escasa vegetación arbórea que parece realzar la esencia de su figura. En ese sentido, cabe destacar que la medida de su circunferencia a la altura del pecho es de 4,78 m, siendo uno de los pinos piñoneros más gruesos de la comunidad de Castilla y León, y el de mayor grosor de la provincia de Ávila.


Catalogado como espécimen de singular relevancia en la comunidad autónoma, el pino se encuentra en la plenitud de su vida con más de 250 años y otros tantos de abundante producción. Según detallan los carteles adyacentes a él, este pino ha logrado producir hasta 2000 piñas, “globosas e inconfundibles”, en una única temporada.
Para acceder a él cabe la posibilidad de realizar unas de las numerosas rutas de senderismo que ofrece el municipio. En este caso, la ruta Castrejón y peña halcón hace escala a la sombra del pino antes de traspasar la frontera con tierras trabajadas por viñas, higueras y pequeños huertos.
4. Taray de lo Santero (Murcia)
El Tamarix canariensis se presenta como un pequeño arbusto, que ocasiones pueden superar los dos metros de altura, que nacen en las en zonas salinas o húmedas del litoral y canarias, es decir, de regiones tradicionalmente áridas.
Quizá por ello, el Taray de lo Santero sea el mejor ejemplo de cómo siempre hay un sujeto que se salta la norma ya que se trata de un Tamarix de más de seis metros de altura y un tronco de cinco metros de diámetro.


Los datos sobre él son escasos y se reducen a los propios recuerdos de los habitantes de Torre Pacheco donde se encuentra el espécimen. De hecho, dada la enorme capacidad de este arbusto para regenerar su corteza, se ha hecho difícil estimar una edad que, según algunas investigaciones, creen que ronda los 103 años de antigüedad.
Tradicionalmente, este árbol se ha utilizado como árbol de sombra, en principio para caballerías, tal como lo demuestran los restos de clavos, y posteriormente para vehículos. Estos usos, y los constantes ataques del sol, ha provocado que el Taray necesite más cuidados y protección de los necesarios para su conservación.
5. Encina La Terrona (Extremadura)
En el Camino Real a su paso por el municipio extremeño de Zarza Montánchez, en Cáceres, se encuentra la que puede ser la encina (Quercus ilex) más grande y vieja, por lo menos, de España y Europa.


Con sus 16 metros de altura y un tronco con casi ocho metros de perímetro, esta encina ha visto cabalgar a Caballeros de la Orden Militar de Santiago hacia la reconquista de la Península en el siglo XIII, lo que significa que tiene más de 800 años bajo su corteza.
Incluso, Antonio Machado escribió que “el mismo campo se hizo árbol en ti, parda encina” haciendo referencia a este espécimen que, según su criterio, era el más representativo de la flora arbórea de nuestro país.
6. El Drago Milenario (Tenerife)
Dice la leyenda que cuando los dragones murieron se convirtieron en dragos (Dracaena draco), una especie de planta arbórea que se puede encontrar en Canarias, donde es considerado un símbolo natural: “Viendo la curiosísima forma del drago, no es de extrañar que fuese considerado por los antiguos habitantes de las Canarias como un árbol divino”, relata el gobierno insular.


En las islas existen varios dragos impresionantes, aunque de entre ellos destaca uno de 150 toneladas, 17 metros de altitud y casi 800 años que se encuentra en Icod de los Vinos. Según el gobierno insular, este ejemplar de drago se sometió a un profundo saneamiento en 1985 y a la instalación de un ventilador en el interior de su tronco para facilitar la circulación del aire y evitar la proliferación de hongos.
Más tarde, en el 93, el municipio desvió una carretera cercana para asegurar la integridad de este árbol que, en la actualidad, no corre peligro.
7. El Abuelo (Castilla y León)
Los castañares en el Sistema Central son comparables a los oasis en los desiertos ya que el frío y las actividades humanas acabaron con ellos en el pasado, a excepción prácticamente de uno de ellos: El Castañar de El Tiemblo.
Para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se trata de un enclave único qua una unos valores, singularidad botánica y faunística sin parangón a nivel peninsular, europeo e, incluso, en el ámbito de toda la región Mediterránea occidental.
“Este bosque ha logrado sobrevivir a la dinámica pastoril y al impacto ejercido desde la prehistoria e, incluso, a los incendios durante más de tres milenios”, relata Antonio López Sáez, científico titular del Instituto de Historia del CSIC.
En ese bosque existieron centenares de castaños (Castanea sativa) milenarios que a lo largo del siglo XX fueron extraídos por la actividad humana, quedando uno de ellos incluso expuesto en uno de los parques municipales de El Tiemblo, el municipio responsable de El Castañar.


A pesar de la tala, algunos de ellos sobrevivieron, siendo El Abuelo el más famoso por ser un castaño al que se le atribuyen más de 1.000 años de historia. De él destaca su aspecto moribundo fruto de un incendio, pero, en realidad, sigue vivo, al igual que los hijos y nietos que han nacido alrededor de él.
Sin embargo, esta edad lo hace muy sensible a los impactos antropogénicos que vive en la actualidad este enclave que es visitado por miles de turistas sin precauciones hasta el punto que científicos de toda España se han manifestado en favor de una regulación estricta del enclave.
8. La Palmera Imperial (Comunidad Valenciana)


La Dama de Elche no es la única reliquia del municipio alicantino ya que en una de las huertas de la localidad se levanta una palmera (Phoenix Dactylifera) que cautiva miradas, entre las ellas la de la emperatriz Elisabeth de Baviera, Sissi.
En concreto, la emperatriz y reina consorte de Austria y Hungría respectivamente fue invitada a conocer la ciudad de Elche en 1894 y, como no podía ser de otra forma, a visitar la huerta del cura Castaño donde estaba la palmera, que en los años anteriores se había labrado una fama sin paragón.
Sorprendida por la majestuosidad de la palmera de siete brazos, algo inusual en este tipo de árboles, parece ser que ella sugirió al cura Castaño que debía tener un nombre. El capellán decidió, en su honor, llamarla Palmera Imperial. Su fama, sin embargo, no se quedó ahí y años más tarde comenzó a ganar reconocimientos internacionales hasta el punto de que en el año 2000 la UNESCO nombró al palmeral donde está el árbol “Patrimonio de la Humanidad”.
9. Sabina de Blancas (Aragón)
La sabina albar (Juniperus thurifera) son un tipo de árbol característico del mediterráneo que deben soportar condiciones durísimas, de ahí que la Sabina de Blancas sea una de las singularidades arbóreas más interesantes de Aragón.


A pesar de su baja estatura para sus cerca de 1.000 años, ya que su altura no sobrepasa los ocho metros y su ancho los cuatro, es uno de los árboles más imponentes de la región y, por supuesto, uno de los más viejos de Aragón.
Tras su catalogación como singular fue saneado, pero sus ramas siguen dando refugio a pastores y animales que deben luchar, como él, a los empaques del sol.
10. Olma de Guadarrama
Madrid, como el resto de España, también tiene hueco en sus tierras para proteger y mimar a arboles singulares. En este caso, es el municipio de Guadarrama el responsable de dar cobijo y fama a un olmo común (Ulmus minor) que, a ojos de los visitantes, no es tan normal como parece.
Situado en medio de la plaza, reluce sus 21 metros de altura y cuenta la historia de los municipios castellanos, muy ligados a los olmos, gracias a que ha podido vivir cerca de 130 años. En ese sentido, se cree que nació a finales del siglo XIX, alrededor del año 1882, sustituyendo posiblemente a un antiguo ejemplar.


Además, este olmo ha salido airoso de complicadas situaciones, como la pavimentación de la Plaza del Ayuntamiento y la carretera, y de la propagación de la grafiosis, que ha acabado con la mayoría de los ejemplares de olmo de la Península Ibérica, Europa y Norteamérica.
Desde el ayuntamiento señalan que durante la primavera se le aplica un tratamiento preventivo con el objetivo de mantener al olmo en perfecto estado y evitar posibles afecciones que debiliten su salud y la hagan más vulnerable a esta mortal enfermedad.
La Carrasca de Lecina, Árbol Europeo 2021
Del mismo modo que otros árboles, las encinas (Quercus ilex) fueron consideradas por las antiguas culturas como entes sagrados. Así, los celtas creían funcionaban como nexo entre los hombres y los dioses, y los griegos, por ejemplo, celebraban sus reuniones bajo una encina sagrada donde tomaban sus decisiones más importantes. Los habitantes de Aragón no fueron una excepción hasta el punto de incluir a una de ellas, la Carrasca de Lecina, en su escudo, como un símbolo de resistencia y vida -algo, que, por cierto, se ha puesto de manifiesto en la Comunidad en esta pandemia-.
Precisamente esa Carrasca ha sido elegida ahora Árbol Europeo 2021, un hito tras tras batir todos los récords de votos en la historia del concurso y por ser el primer árbol español que gana el certamen. Aunque antes de ganar este galardón, fue nombrado primero Árbol Singular de Aragón y después Árbol de Año de España.
Este árbol de más de mil años de historia y localizado en la localidad oscense de Lecina, posee una altura de 16,5 metros, un diámetro de copa de 28 metros y la posibilidad de proporcionar 615 metros cuadrados de sombra bajo sus hojas. Además, es conocida en el pueblo como la Castañera por las grandes cantidades de bellotas que proporciona.
