El calentamiento de la Tierra como consecuencia de la emisión de los gases de efecto invernadero está aumentado el nivel del mar a un ritmo sin precedentes. Según los expertos, existen dos principales mecanismos que impulsan el fenómeno: la expansión térmica y la descongelación del hielo posado



Muchas de ellas pueden pecar de exageración, otras de simple sensacionalismo, pero en lo que nunca fallan todas esas imágenes apocalípticas repletas de escenarios emblemáticos inundados es en transmitir a sus emisores una verdad más que palpable: el nivel del mar está subiendo.
De hecho, el nivel de los océanos no ha parado de elevarse desde principios del siglo XX a un ritmo medio aproximado de 1,4 mm/año hasta ganar en el año 2015 0,16 metros de altitud con respecto a los datos recogidos en el 1902, según los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
Lejos de ser un crecimiento constante, los expertos advierten que este fenómeno se ha acelerado durante los últimos hasta registrarse cifras “sin precedentes en los últimos 100 años” de unos 3,6 mm/año. Esto explica cómo algunos organismos climáticos, como la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los Estados Unidos, anuncian crecidas de 10 centímetros desde el 1995.
Ahora bien ¿Por qué ha comenzado a elevarse el nivel del mar desde principios del siglo XX? Para responder a esta pregunta, los científicos subrayan que lo primero que debemos entender es que no se trata de un fenómeno natural, sino de una consecuencia del forzamiento antropogénico sobre el planeta, en concreto del tan conocido cambio climático.


A medida que los humanos emanan gases de efecto invernadero como un subproducto de sus actividades, nuestro mundo se aproxima a un estado más parecido al de un invernadero en el que los rayos ultravioletas de los objetos calentados por el sol se ven incapaces de volver al espacio.
La alta capacidad calorífica del agua puede regular y mitigar, en cierto modo, el exceso de calor que propicia este efecto nuestro planeta. Sin embargo, la cantidad de energía a tratar es tan elevada, que el océano irremediablemente ha empezado a calentarse y a padecer una transformación conocida como expansión térmica.
Este efecto ocurre cuando el incremento de las temperaturas agita las partículas que componen un material, en este caso el H2O, y, en consecuencia, aumentando el espacio que separan unas de otras. Este espacio ganado a nivel molecular provoca que los materiales como el agua se dilaten a simple vista.


Por ejemplo, si calentamos una botella de agua debidamente cerrada, la expansión del agua por el calor provoca que la botella termine explotando. En el caso de un termómetro, el calor que aplicamos estimula el desplazamiento del líquido por el tubo en el que está contenido. Con océanos ocurre un hecho similar: el agua se expande y comienza a ocupar más espacio, elevando en consecuencia el nivel del mar.
Los científicos del IPCC señalan que este efecto ha sido responsable de incrementar el nivel de los océanos aproximadamente 1,4 mm/año desde el año 2006 hasta el 2015 y un tercio del total desde el inicio del siglo. Estas cifras desvelan que en este juego existe otro factor con un impacto mucho mayor que no es otro que la famosa descongelación del hielo mundial, aunque con matices, ya que no toda la fusión del hielo contribuye a la elevación del nivel del mar.
En concreto, las masas de hielo que flotan en los océanos, como los icebergs, ya están aumentando de por sí el nivel de nuestros océanos al encontrarse flotando en el agua, por lo que su descongelamiento para nada contribuye a este fenómeno. Para comprender este suceso tan solo hace falta remitirse a las cualidades del agua, un elemento que cuando se calienta a bajas temperaturas no se expande, sino todo lo contrario, permitiendo a los icebergs compensar el volumen desplazado por el hielo con el agua derretida que generan.
A menor escala se puede realizar un experimento para entender este fenómeno. Si ponemos hielo en un vaso y después llenamos el recipiente con agua hasta el borde, observamos que el agua no rebosa a pesar de que el hielo se haya derretido gracias a esa peculiaridad del agua.
Medir el nivel de los océanos
De acuerdo con la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), el nivel del mar se mide principalmente mediante mareógrafos, instrumentos que se localizan en la costa o en otras acumulaciones de agua y que registran de forma numérica, gráfica o digital los movimientos verticales del mar.
A partir del 1993, los altímetros satelitales son los que actúan como mareógrafos virtuales en el espacio para medir las variaciones a escala global, a diferencia de los mareógrafos que lo hacen a una escala mucho menor.
“En conjunto, estas herramientas nos dicen cómo los niveles de nuestros océanos están cambiando con el tiempo”, señalan desde la ESA.
Dicho esto, lo que realmente preocupa a los expertos es la descongelación del hielo posado, es decir, el hielo que se encuentra sobre los continentes en forma de glaciares o en algunos casos en el permafrost. Todas estas masas sí desplazan el agua marina cuando llegan a la costa y, en consecuencia, elevan el nivel del mar.
De acuerdo con las cifras aportadas por los informes del IPCC, la descongelación de los mantos de hielos de las superficies y de los glaciares han incrementado el nivel del mar en 1,8 mm/año desde el 2006 hasta el 2015, creciendo este valor a un ritmo muy superior que el aumento por expansión térmica.
Por suerte, tanto la expansión térmica del agua como el deshielo de glaciares continentales y otras reservas de agua pueden predecirse con moderada confianza gracias a los datos medidos y el conocimiento de las reservas de hielo continental, tal y como se expone en el informe sobre cambio climático en la costa española, elaborado entre otros por el científico Iñigo Losada, director del Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria.


Gracias a estos datos, se puede conocer que el nivel del mar aumentará hasta unos 80 centímetros adicionales en escenarios de altas emisiones para finales de siglo, adquiriendo así un margen para esbozar las medidas de adaptación pertinentes. El problema surge a la hora medir el impacto del derretimiento de las masas de hielo continentales presentes sobre Groenlandia y la Antártida ya que su tamaño y la escasez datos no permiten prever su contribución al aumento del nivel del mar.
“En la escala de tiempo de siglos la contribución del deshielo de las placas de Groenlandia o la Antártida es incierta, pudiendo experimentarse aumentos por encima de un metro si su contribución es significante”, señala el informe español.


Otros divulgadores científicos advierten de que la subida podría ser mucho mayor, de varios metros de altura. De hecho, debido a la lenta absorción del calor por los océanos y descongelación de los casquetes polares, si parasemos de emitir gases desde hoy, el derretimiento se seguiría experimentando hasta dentro de varios siglos o milenios, aumentando en consecuencia el nivel del mar durante todo ese tiempo.
Por lo tanto, a lo mejor todas esas imágenes apocalípticas de la estatua de la libertad con el agua hasta el cuello o mostrando una hipotética playa en Bruselas no están tan mal encaminadas. En manos de la humanidad queda comprobar que realmente están equivocadas y que verdaderamente estamos capacitados para vivir en este planeta sin causar más perjuicios.
Antes de que los humanos impactasen de forma tan notoria en el planeta, la Luna era la encargada de realizar los mayores cambios en el nivel de los océanos mundiales. De hecho, a día de hoy sigue siendo la responsable de elevar este nivel en algunas partes del mundo y rebajarlo en otras.
Todo tiene que ver con su fuerza gravitatoria, que atrae a las masas de agua que están más cerca de la luna y provocando el efecto contrario en las que están más lejos. Esto es conocido como el fenómeno de las mareas.
