Qué son los virus y qué es el coronavirus (SARS-CoV-2)

Qué son los virus y los coronavirus

Existen infinidad de virus en nuestro planeta. Uno de ellos, el coronavirus, ha sido el artífice de la gran pandemia que estamos viviendo. Por ello, desde El Ágora os traemos toda la información necesaria para comprender cómo funcionan estos imperceptibles seres y, en especial, el SARS-CoV-2


Más de 500 millones de kilómetros cuadrados componen la superficie de nuestra Tierra, un vasto territorio que decenas de grandes imperios han soñado con gobernar a lo largo de la historia y que, paradójicamente, al final ha acabado siendo conquistado por uno de los seres más pequeños que nos podemos imaginar: los virus.

Según el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano (NHGRI, por sus siglas en inglés) de los estados Unidos, un virus es un agente infeccioso que está en el límite de lo que consideramos un organismo vivo.

En este sentido, muchos científicos consideran a los virus como un organismo no vivo debido a que, tal y como expone Lotti Tajouri, de la Universidad de Bond, en Australia, dependen de las células de otros organismos para sobrevivir y reproducirse, porque no pueden capturar ni almacenar energía por sí mismos. Además, tampoco están formados por células, que según la teoría celular son las estructuras básicas de la vida.

No obstante, los virus poseen algunas características importantes en común con la vida basada en células. Por ejemplo, tienen genomas de ácido nucleico con base en el mismo código genético que usan tus células (y las de todas las criaturas vivas). Además, al igual que la vida basada en células, los virus tienen variación genética y pueden evolucionar.

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Esta última cualidad ha permitido que en nuestro mundo existan, según los expertos, 1031 virus. Se trata de un número tan elevado que, si pusiéramos todos esos virus en fila, abarcarían 100 millones de años luz.

Siguiendo con la definición del NHGRI, los virus son unas partículas más pequeñas que la célula, entre 0,000002 y 0,0003 milímetros, por lo que son catalogados como submicroscópicos, es decir, que no se pueden ver en el microscopio convencional.

Su única función es la de reproducirse y, como hemos comentado, necesitan a las células para lograr este cometido. Para ello, localizan a su presa, se introducen dentro de ella y «secuestran» las enzimas y los materiales del huésped para producir más copias de sí mismos.

Según Lotti Tajouri, si los virus no reconocen nuestras células, y por lo tanto no las “cazan” y se introducen en ellas, no nos infectarán. Sin embargo, hay otros que sí lo hacen y acaban asentándose en nuestro organismo.

Algunos no causarán perjuicio, pero otros pueden tener consecuencias nefastas para su huésped. El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH o sida) o el ébola son ejemplos de virus que pueden matar a los humanos.

La cantidad de daño que puede causar un virus u otro patógeno se describe como «virulencia». Esto no solo depende del daño que puede causar, sino también de la capacidad del virus para evitar las defensas del cuerpo, replicarse y propagarse a otras células.

En este sentido, los virus deben alcanzar un punto intermedio, ya que, si se reproducen con rapidez, matarán a su huésped en poco tiempo. Sin embargo, si se reproduce poco a poco, podrá hacer menos daño y, por lo tanto, vivir más tiempo dentro de un ser vivo.

Composición de un virus

A pesar de haber un enorme número de virus en el mundo, con distintos tamaños, formas y ciclos de vida, todos ellos tienen en común que están compuestos por dos o tres elementos.

Estructura de un virus | Foto: El Ágora

Comenzando desde el interior, tienen un ácido nucleico, que puede ser ADN o ARN. En ambos, casos el ácido nucleico puede ser tanto de cadena simple como de cadena doble. A continuación, rodeando el ácido nucleico hay una cubierta proteica o cápside.

La cápside, o cubierta proteica, de un virus se compone de muchas moléculas de proteínas. Las proteínas de la cápside siempre están codificadas por el genoma del virus, lo que significa que es el virus quien proporciona las instrucciones para hacerlas. Existen tres formas comunes de cápside (aunque existen otras muchas más):

  • Cápside helicoidal (filamentosa), típico de virus vegetales y bacteriófagos.
  • Cápside icosaédrica, típica de virus, animales y en menor medida de virus vegetales y fagos.
  • Cápside compleja. Aquí los virus están formados por una cabeza o nucleocápside y una cola. La cabeza puede ser icosaédrica o hexagonal, y la cola sencilla o más compleja.

Por último, algunos virus pueden poseer una envoltura que consiguen de la membrana plasmática del hospedador.

Tipos de cápsides comunes en virus | Foto: El Ágora

Cómo infectan los virus

El ciclo de vida viral es el conjunto de pasos en los cuales un virus reconoce y entra en una célula hospedadora, la “reprograma” y proporciona instrucciones en forma de ADN o ARN viral, y utiliza sus recursos para hacer más partículas virales. De este modo, el virus no solo consigue lograr su único objetivo, que es el de reproducirse, sino infectar a un ser.

De forma general, este ciclo de vida se puede dividir en cinco grandes etapas:

La primera es la denominada como fijación, donde el virus reconoce y se conecta a una célula hospedadora mediante una proteína de la cápside que une a molécula receptora situada en la superficie celular.

Después, el virus penetra en la célula, fusionándose con su membrana o “engañándola” para poder entrar dentro de su cuerpo. Otros inyectan directamente su material genético cuando se fijan en la membrana celular.

Una vez conseguido lo anterior, comienza la replicación del genoma viral. En esta fase entra en juego la célula contagiada, que se encargará de clonar el material genético del virus con los orgánulos disponibles para ello y se crean proteínas virales.

Estas proteínas recién sintetizadas se unen para formar capsómeros, que interactúan con otros capsómeros para formar la cápside de tamaño completo, con el material genético replicado en su interior.

Por último, llega la propagación de los nuevos virus, que se realiza a través de la lisis (rompiendo la célula), por canales preparados en la célula (exocitosis) o brotando de la célula, llevándose durante el proceso una envoltura de membrana plasmática.

Los coronavirus

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) e instituciones españolas y científicas, la familia Coronaviridae comprende una serie virus de ARN de cadena simple. De esta familia surgen los Coronavirinae (o Orthocoronavirinae), que a su vez se subdivide en seis géneros: Alphacoronavirus, Betacoronavirus, Gammacoronavirus, Deltacoronavirus.

Mientras que los virus de los géneros Alphacoronaviruses (Cov-1) y Betacoronaviruses (CoV-2) infectan principalmente a mamíferos, el Gammacoronavirus infecta a las especies de aves. El Deltacoronavirus, por su parte, se han encontrado tanto en huéspedes mamíferos como en aves.

Cabe destacar que el nombre de coronavirus proviene del latín «corona», y que hace referencia a la apariencia del virus visto por el microscopio electrónico. Al observarse por ese aparato, se aprecia una serie de espigas rodeando la cápside que recuerdan a la forma de una corona.

Foto de dos coronavirus captados en el microscopio electrónico | Foto: National Institute of Allergy and Infectious Diseases, Flickr

De entre todos los tipos de coronavirus que existen, en la actualidad se conoce que siete de ellos pueden infectar a humanos (principalmente Betacoronaviruses): HCoV-229E, HCoV-OC43, HCoV-NL63, HCoV-HKU1, MERS-CoV, SARS-CoV y el SARS-CoV-2.

Desde principios de siglo, la humanidad ha asistido a tres grandes crisis relacionadas con estos patógenos.

La primera ocurrió en el año 2002 y estuvo relacionada con un brote de SARS-CoV (Severe Acute Respiratory Syndrome). La primera vez que se identificó este virus fue en noviembre de ese año, en la a provincia de Guangdong, China.

En total, este virus infectó a cerca de 8.000 personas en el mundo y los últimos casos de SARS se registraron en 2003, aunque después de julio de ese año se notificaron cuatro episodios relacionados con casos adquiridos en el laboratorio.  Dado que el virus podría estar presente en reservorios animales, el ECDC y la OMS recomendaron mantener la vigilancia y el SARS se incluyó como enfermedad de notificación obligatoria en el marco del Reglamento Sanitario Internacional 2005.

La mortalidad del SARS-CoV fue menor del 30 %, la del MERS-CoV alcanzó un 9 % y la del SARS-CoV-2 es de aproximadamente el 2 %

La segunda surgió en el 2012 y estuvo relacionado con un caso de MERS-CoV (Middle East Respiratory Syndrome) principalmente observado en la Península Arábiga. Según un comunicado del ministerio de exteriores español, este virus se contagia por entrar en contacto con dromedarios infectados que se encuentran en grandes zonas de África, en Oriente Medio y en algunas zonas del sur de Asia.

Desde 2012 se han notificado casos de MERS en 27 países. Solo en una ocasión en 2015, un caso importado a la República de Corea dio lugar a un gran brote en un entorno sanitario, con 186 casos confirmados, principalmente a través de la transmisión intrahospitalaria. Actualmente el virus continua en circulación en los camellos.

Por último, apareció en brote del SARS-CoV-2, que surgió en la ciudad de Wuhan, China, en diciembre del 2019 y se ha extendido a prácticamente todos los países del mundo, dejando una lista de más de 1.300.000 personas contagiadas y 70.000 fallecidos (y siguen aumentando), según las cifras oficiales.

Su origen aún se está investigado, aunque todo apunta a que tiene un origen animal, concretamente el reservorio puede localizarse en los murciélagos (posibles causantes del otro SARS) y en los pangolines.

Síntomas del coronavirus

Los coronavirus pueden causar una variedad de síntomas que varían desde signos leves, como el resfriado común, hasta enfermedades respiratorias más graves (de ahí el nombre de SARS).

En el caso del COVID-19, enfermedad que causa el SARS-CoV-2, los síntomas más comunes incluyen fiebre, tos, y sensación de falta de aire. En algunos casos también puede haber síntomas digestivos como diarrea, dolor abdominal y pérdida del gusto y olfato.

En casos más graves, la infección puede causar neumonía, dificultad importante para respirar, fallo renal e incluso la muerte que, generalmente, ocurre en personas ancianas o que padecen alguna otra patología coronaria, pulmonar o inmunitaria.

Transmisión y precauciones

En el caso del SARS-CoV, las autoridades destacaron que, posiblemente, se podría transmitir de persona a persona a través de las gotas de saliva que emanaban de la boca de los humanos contagiados. En el caso del MERS, eran los camellos los causantes de la enfermedad y solo ellos pueden transmitirla.

Debido a la alta capacidad de contagio del SARS-CoV-2 que se ha observado durante estos meses, toda la maquinaria científica se puso manos a la obra para identificar la fuente del contagio. Gracias a esos estudios, se ha podido conocer que, para que se produzca la infección, es necesario un contacto directo de las secreciones respiratorias de un animal infectado, o de una persona infectada, con las mucosas de otra persona (nariz, boca, ojos).

Debido a que se transmite por esas vías, las autoridades sanitarias recomiendan utilizar mascarilla, toser o estornudar en los codos o en un pañuelo desechable y, sobre todo, lavarse las manos. Esta última medida se presenta como altamente eficaz, debido a que el jabón puede disolver la cápside del virus y, como consecuencia, destruirlo.



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