Los volcanes han vuelto a despertar la curiosidad de la opinión pública. Por este motivo, conviene recordar qué son estos fenómenos geográficos, cómo se forman y, sobre todo, qué peligros desencadenan estas manifestaciones tan fascinantes de la naturaleza



Más de 25.000 seísmos sirvieron como antesala de la octava erupción volcánica que sucede en La Palma, que en estos momentos sigue expulsando lava ardiente por las colinas del Parque Natural de Cumbre Vieja. Precisamente, esa región es la que posee una mayor concentración cráteres volcánicos (o volcanes) en la isla y donde descansa el volcán de Teneguía, el ahora penúltimo en protagonizar una erupción en España.
A pesar de las diferencias entre todos esos volcanes, todos tienen un punto en común: son una manifestación en la superficie terrestre de un largo proceso geológico por el que se libera la energía encerrada en el interior de nuestro planeta, según el Instituto Geográfico Nacional (IGN). En este sentido, y aunque haya otros factores, lo que hace más bien único a cada volcán es la forma en la que libera toda esa energía que se origina presiones en el interior del planeta.
En el caso del reciente volcán de La Palma, los expertos apuntan a que se trata de un volcán estromboliano, es decir, uno en el que se generan pequeñas explosiones debido a la acumulación de gases en el interior del volcán y que, debido al espesor del magma, encuentran dificultades para salir a tierra firme.
Se podría decir que es todo lo contrario a la erupción Hawaiana, donde la lava que sale al exterior es líquida y viaja rápidamente por la superficie formando edificaciones volcánicas (relieves creados por la solidificación de la lava) largas en vez de altas, como ocurre en Tenerife con el volcán más emblemático de España: el Teide.
En cualquier caso, de acuerdo con un grupo de geólogos, la viscosidad de la roca fundida que se abre paso en su interior dependerá de los cristales volcánicos que se forman en los canales del volcan y que “modifican la composición química del magma (llamada lava cuando sale al exterior tras la explosión)”.
Para los expertos, esos cristales tienen la capacidad de funcionar como un filtro que secuestra elementos del magma que reducen la densidad de la roca fundida y aumenta su contenido en gases. Cuando se alcanza un alto contenido en gases, la presión termina por empujar el magma hacia la boca eruptiva, donde por fin sale el material.
Como curiosidad, existen volcanes en los que el magma alcanza tal densidad que, durante su salida por la boca eruptiva, se forma un tapón que imposibilita la salida del magma y los gases. En estos casos, la enorme presión que se genera en el interior del volcán provoca que el cono volcánico donde se sitúa la boca explote con una enorme violencia, arrojando piroclastos (fragmento sólido de material volcánico) y nubes ardientes de lava y gases.
Origen de los volcanes
Los volcanes se originan principalmente en las fronteras divergentes entre dos placas tectónicas, aunque sin dejar fuera tampoco a las regiones convergentes. En el primero de los casos, la separación entre placas deja al descubierto una zona del interior de la Tierra por donde emerge el magma, que asciende a la superficie por la fuerza de las presiones y por las corrientes de convección que operan en el manto.


En el segundo supuesto, la placa que se adentra hacia el interior del manto poco a poco se deshace en un magma que se irá filtrando por distintas grietas de las rocas hasta la superficie, donde provocará una erupción volcánica.
El caso de las islas Canarias es más extraño si cabe. Según el IGN, su prolongada actividad no concuerda con los atributos volcano-tectónicos que corresponderían a su ubicación en un margen continental pasivo, sino que se trata, a rasgos generales, de con una zona volcánica de puntos calientes.
En este supuesto, plumas aisladas de magma salen al exterior y se mantienen activas durante millones de años. Como las plumas se mantienen fijas, pero la corteza no, lo permite al magma formar cadenas de islas a medida que los movimientos tectónicos se suceden. Sin embargo, el nacimiento del archipiélago canario aun es un misterio y otros apuntan hacia otras teorías.
De cualquier modo, para el IGN, las islas Canarias constituyen una de las regiones volcánicas activas más interesantes del planeta: “Su estudio está ligado a los primeros pasos de la volcanología actual, reflejados en los trabajos de grandes naturalistas del siglo XIX, como Humboldt o von Buch, que han sido completados y mejorados a lo largo del siglo XX y XXI con ayuda de las nuevas tecnologías”, señala.
Los peligros de los volcanes
Independientemente del tipo de erupción volcánica al que nos enfrentemos o cómo se forme , las poblaciones cercanas normalmente tienen que hacer frente a siete grandes peligros que, de no tratarse con cautela, pueden desencadenar grandes tragedias. Por ejemplo, el Krakatoa, uno de los volcanes más peligrosos del mundo, es celebre por sus explosiones que podían escuchar hasta 5.000 kilómetros de distancia y que cuyas consecuencias se llevaron la vida de 36.000 personas.
Uno de los primeros peligros al que hace referencia es el IGN son las coladas de lava, es decir, el recorrido que sigue la lava desde la boca eruptiva por el edificio volcánico. Según detallan, el camino que sigue depende de la topografía, de las propiedades físicas de la lava y del ritmo de emisión.
“En general las lavas muy fluidas tienden a ocupar grandes extensiones con poco espesor mientras que las lavas más viscosas son de mayor altura y recorren distancias menores”, aclaran.


El flujo de piroclastos es otra de las grandes amenazas ya que, en los supuestos donde existan explosiones, puede crear flujos densos de una mezcla de gases y partículas sólidas a muy alta temperatura que viajan hasta 550 kilómetros por hora, denominadas coladas piroclásticas.
Hace cientos de años, una parte más inestable del edificio volcánico de la isla de El Hierro, en Canarias, se vino abajo creando un gran deslizamiento de tierra que, para algunos, pudo dar origen a un enorme tsunami. Independientemente de si ese suceso ocurrió, lo cierto es que la caída de grandes materiales sobre el agua a raíz de las erupciones puede dar pie a estos fenómenos tan extremos relacionados con el agua.
Por último, otro de los peligros más comunes son las emanaciones gaseosas que, en ocasiones, pueden no dispararse a la atmósfera, sino permanecer a pocos centímetros del suelo. Las cenizas pueden salir también disparadas con los gases que, dependiendo del tamaño de la pluma volcánica (el humo), pueden desplazarse cientos de kilómetros.
Con el volcán de La Palma, las autoridades temen que los elementos tóxicos derivados de la erupción que afecten a los acuíferos. Para evitar cualquier falta de seguridad en los servicios hídricos de La Palma, el Consejo Insular de Aguas está analizando este mismo lunes el agua del trasvase de Hermosillas para conocer si contiene metales.