Sin acceso al agua y al saneamiento, no puede haber educación

Sin acceso al agua y al saneamiento, no puede haber educación

En el Día Mundial de la Educación recordamos que la falta de acceso al agua de manera segura y al saneamiento es uno de los principales obstáculos para que millones de niños y niñas en el mundo tengan una educación de calidad e igualitaria


La educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva. Consagrada en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la educación desempeña un papel crucial en la paz y el desarrollo del planeta.

Sin una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos y sin oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, los países no lograrán alcanzar la igualdad de género ni romper el ciclo de pobreza que deja rezagados a millones de niños, jóvenes y adultos.

Según Naciones Unidas, en la actualidad, 262 millones de niños y jóvenes siguen sin estar escolarizados, 617 millones de niños y adolescentes no pueden leer ni manejan los rudimentos del cálculo, menos del 40% de las niñas del África Subsahariana completan los estudios de secundaria y unos 4 millones de niños y jóvenes refugiados no pueden asistir a la escuela.

El 24 de enero de 2022 celebramos el cuarto Día Internacional de la Educación bajo el lema «Cambiar el rumbo, transformar la educación». Tal y como se detalla en el reciente informe global de la UNESCO sobre ‘Los futuros de la educación’, transformar el futuro requiere reequilibrar de manera urgente la forma en la que nos relacionamos entre nosotros, con la naturaleza y con la tecnología que impregna nuestras vidas, que nos trae oportunidades innovadoras y, al mismo tiempo, plantea graves problemas de equidad, inclusión y participación democrática.

El Día Internacional de la Educación de este año será una plataforma para mostrar las transformaciones más importantes que hay que llevar a cabo para hacer realidad el derecho fundamental de todos a la educación y construir un futuro más sostenible, inclusivo y pacífico. El objetivo es generar un debate sobre cómo fortalecer la educación como bien público y común, cómo dirigir la transformación digital, apoyar a los docentes, salvaguardar el planeta y liberar el potencial de cada persona para contribuir al bienestar colectivo y a nuestro hogar compartido.

Pandemia educativa

También en este contexto, no podemos olvidar que la pandemia de coronavirus no solo ha afectado a la economía y condiciones sociales de todos los países sino también a la educación y a la consecución del ODS4, educación de calidad para todos. En los momentos más duros de la pandemia, 1.600 millones de niños no pudieron asistir a sus escuelas y aunque, paulatinamente, los centros educativos han retomado su actividad, muchos alumnos continúan sin clases o gravemente afectados por este parón educativo.

Esta generación de estudiantes corre el riesgo de perder unos 17 billones de dólares, en valor actual, del total de ingresos que percibirán durante toda la vida, o cerca del 14% del PIB mundial actual, como consecuencia del cierre de las escuelas vinculado con la pandemia de COVID-19, según un nuevo informe recién publicado por el Banco Mundial, la UNESCO y el UNICEF. El nuevo pronóstico revela que la repercusión es más grave de lo que se pensaba anteriormente, y que supera con creces las estimaciones de 10 billones de dólares estadounidenses calculadas en 2020.

Niños alrededor de una fuente en un colegio de Bagamoyo, Tanzania en enero de 2020. | Foto: Gideon Ikigai

Además, el informe, titulado El estado de la crisis educativa mundial: un camino hacia la recuperación, muestra que en los países de ingresos bajos y medianos, la proporción de niños que viven en situación de ‘Pobreza de Aprendizajes‘ – aproximadamente el 53% antes de la pandemia – podría alcanzar el 70% debido al cierre prolongado de las escuelas y a la carencia de eficacia del aprendizaje a distancia para garantizar la continuidad integral del aprendizaje durante estos cierres.

Las simulaciones que estiman que el cierre de escuelas provocó pérdidas significativas de aprendizaje están siendo corroboradas ahora con datos reales. Las pérdidas de aprendizaje estimadas fueron mayores en matemáticas que en lectura, y afectaron de manera desproporcionada a los educandos más jóvenes, a los que provienen de hogares con bajos ingresos y a las niñas.

Sin agua, no hay educación

Como no podía ser de otra manera, en este Día Mundial de la Educación, El Ágora debe fijarse en una condición imprescindible para una educación de calidad e igualitaria, un recurso que, cuando falta, merma de manera decisiva las posibilidades educativas de millones de niños y niñas en el mundo. Hablamos, cómo no, del agua.

En primer lugar, pondremos el foco en el acceso a agua de manera segura en los mismos centros educativos. La higiene en las aulas sigue siendo la constante que más seguridad aporta frente al coronavirusLavarse las manos con agua y jabón varias veces durante la jornada escolar es el principal escudo para los alumnos.

Pero este gesto tan sencillo de abrir un grifo y que el agua salga de manera segura y con una calidad excepcional para lavarse las manos y para beber, o contar con unos aseos bien equipados en los colegios no es algo cotidiano para millones de niños en el mundo.

Según los últimos datos de Unicef, el 43% de las escuelas de todo el mundo no tienen acceso a un lavado de manos básico con agua y jabón, una condición clave para que las escuelas sean capaces de operar de forma segura en medio de la pandemia.

Una niña se lava las manos en un bidón de agua.

Según el informe especial de Unicef ‘Progreso en agua, saneamiento e higiene en las escuelas’, enfocado en la pandemia de covid-19, alrededor de 818 millones de niños carecen de instalaciones básicas para lavarse las manos en sus escuelas, lo que los pone en mayor riesgo de contraer covid-19 y otras enfermedades transmisibles. Más de un tercio de estos niños (295 millones) son de África subsahariana. En los países menos adelantados, 7 de cada 10 escuelas carecen de instalaciones básicas para lavarse las manos y la mitad de las escuelas carecen de servicios básicos de agua y saneamiento.

Además, en los 60 países identificados como de mayor riesgo de crisis de salud y humanitaria debido a la pandemia, una de cada dos escuelas carecía de servicios básicos de agua y saneamiento y tres de cada cuatro carecían de servicios básicos de lavado de manos.

Mujeres y niñas, las más perjudicadas

Además de la necesidad básica de higiene, no podemos olvidar la desigualdad de género que provoca no tener acceso en las escuelas a servicios de agua e higiene para las niñas. Millones de jóvenes en el mundo tienen que abandonar sus estudios cuando comienzan la menstruación, son atacadas o tienen problemas de salud por no contar con un acceso seguro al agua y a instalaciones de saneamiento adecuadas en sus colegios.

Al no disponer de servicios con equipamiento básico e intimidad en sus colegios, los estudios se convierten en un suplicio para muchas de ellas. Al principio sólo dejan de acudir los días que menstrúan -entre 4 y 5 días al mes-, provocando un atraso en su rendimiento escolar que contribuye a que los padres o familiares con los que conviven se cuestionen el valor y el coste de su educación, resultando en algunos casos, finalmente, en el abandono de sus estudios.

Mujer frente a unas instalaciones de saneamiento público en Nigeria. | Foto: Simi Afun Ogidan/WaterAid

Por otra parte, la falta de acceso al agua de manera segura en los países más desfavorecidos hace que una parte muy importante del trabajo doméstico sea la recogida de agua. Según Unicef, niños y mujeres de más de 80 países en vías de desarrollo, con una vulnerabilidad hídrica alta o extremadamente alta, son los responsables de la recogida de este preciado recurso, vital para que sus familias puedan beber, cocinar, limpiarse y sobrevivir. Para esa colecta de agua, de no siempre adecuados parámetros sanitarios, tienen que caminar en muchas ocasiones durante horas, lo que les hace ser más vulnerables a ataques, violencia, raptos o violaciones.

Según las estimaciones de la ONG WaterAid, en un día cualquiera, los niños y mujeres de todo el mundo dedican un total de 200 millones de horas a recolectar agua, una enorme cantidad de horas malgastadas en recoger y transportar agua que no solo supone un problema para la integración laboral de las mujeres, sino que también afecta a la integración educativa de los más pequeños; problema que es especialmente grave en las zonas rurales de los países en desarrollo, donde muchos de ellos pasan la mayor parte del día realizando tareas domésticas extenuantes, lo que limita el tiempo disponible para estudiar. En total, apunta Unicef, 61 millones de niñas y niños en todo el mundo no van a la escuela por tener que trabajar.

El recolectar agua ocupa una parte de la jornada que quita un tiempo que podría estar dedicado a otras actividades como ir a la escuela. La discriminación hace que las niñas que recolectan el agua pierdan días de clase o dejen de asistir a la escuela antes que los varones.

Sirva como ejemplo la investigación realizada hace dos años por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Sierra Leona, que concluía que hay “cada vez más niños, y especialmente niñas, que están en la calle muy tarde por la noche o desde las cuatro de la mañana en busca de agua”, una situación que “aumenta su vulnerabilidad y contribuye a aumentar el embarazo en la adolescencia, el trabajo infantil, las altas tasas de deserción escolar y el bajo rendimiento educativo”.

En definitiva, sin lograr el ODS6, agua y saneamiento para todos, será imposible conseguir el ansiado ODS4, educación de calidad, ni el resto de Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sin agua, no puede haber educación de calidad e igualitaria para niños y niñas.


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