El Congreso Nacional de Albatera ha analizado el impacto del cambio climático en los recursos hídricos y los cambios que exige la gestión del agua para garantizar la sostenibilidad de sus usos, especialmente en la agroalimentación que es palanca de desarrollo de la región levantina



El agua es un recurso natural básico para el desarrollo económico y social, así como para el mantenimiento de la integridad del entorno natural actual y futuro, de cualquier país.
Existe una gran incertidumbre en cuanto a la disponibilidad de este recurso para satisfacer las demandas de agua requeridas en la producción de alimentos, energía, usos humanos y a su vez mantener el ecosistema ante un escenario de cambio climático y calentamiento global. De lo que no cabe duda es de que esta nueva realidad impacta ya a la baja en esa disponibilidad de agua para todos los usos.
Esta ha sido una de las principales conclusiones que se pueden extraer del primer bloque de ponencias del Congreso Nacional del Agua de Albatera que arrancaba esta mañana con el título «Planificación y Gestión», donde el director de la Fundación Instituto Euromediterráneo del Agua y profesor de la Universidad de Murcia, (UM), Francisco Cabezas, en su ponencia titulada “Caudales ecológicos. Revisión y contraste de propuestas en la planificación hidrológica española” ha explicado que sería recomendable una homogeneización del régimen de caudales ecológicos a efectos de los Planes Hidrológicos de tercer ciclo.


En este sentido, ha explicado que aunque en España se ha hecho un gran esfuerzo por mejorar la gestión de los recursos hídricos ante las proyecciones climáticas que muestran una tendencia descendiente en la disponibilidad, a fijación de caudales ecológicos en las masas de agua para regular los flujos de disponibilidad deberían, no solo homogeneizarse, a partir de un Plan Nacional de caudales ecológicos, que fijen y definan caudales mínimos y máximos, sino que esté controlado por un regulador único, con un régimen transitorio, mientras se terminan de definir estos caudales.
En su análisis sobre la herramienta esencial de planificación para los próximos años, los Planes Hidrológicos de tercer ciclo, que se prevé que sean aprobados antes de que acabe el año, el profesor Cabezas ha añadido que la trascendencia socio-económica de la limitación de disponibilidades a partir de estos caudales ecológicos «quizá requieran de estudios específicos y complementarios en algunos casos».
Por otro lado ha insistido en que en el tercer ciclo de planificación hidrológica no se ha tenido en cuenta la evolución natural y estacional de los caudales de los flujos fluviales ni su interrelación con la masas de agua subterránea, por lo que recomienda revisar los cálculos actuales de los caudales por métodos hidrológicos primando el régimen actual del rio sobre la determinación del caudal ecológico.


El Catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, Luis Garrote, ha señalado que el impacto del cambio climático en las variables hidrológicas no es una proyección de futuro sino una realidad presente.
Durante su exposición ha señalado que el impacto del nuevo escenario climático en las cuatro variables hidrológicas, temperatura, evapotranspiración, escorrentía y precipitaciones, no es homogéneo.
Para las temperaturas y la escorrentía la evidencia muestra una tendencia claramente alcista en todas las cuencas. Esta alza se manifiesta especialmente en la escorrentía que marca una tendencia a disminuir un 1% al año en los próximos 60 años.
Garrote ha señalado que las cabeceras del Tajo, Guadiana y Júcar son las cuencas que más han sufrido y van a sufrir en el futuro la bajada de las aportaciones de agua por precipitaciones, aunque la tendencia no es homogénea para todas las cuencas, tal y como ocurre también con la evapotranspiración.
Ha insistido en que «el cambio climático ya está aquí, aunque hemos mejorado mucho la gestión de recursos y no hay que tener miedo sino prever nuevos descensos en las disponibilidades para ajustar la gestión.
Agua y alimentos como palanca de desarrollo territorial
A escala mundial, la agricultura de regadío es la responsable del 70% del uso de agua dulce. Este sector ocupa el 20% del total de superficie cultivada, sin embargo genera el 40 % de la producción total de alimentos.
El binomio agua y alimentos y la variable energética como claves de sostenibilidad han estado muy presentes en la primera sesión del Congreso Nacional del Agua de Albatera donde se ha puesto de relieve como la disponibilidad de agua para el desarrollo agrario del Campo de Cartagena ha sido una palanca para el desarrollo económico y social de toda la región.
Alberto del Villar García (Profesor de la Universidad de Alcalá, UAH) ha mostrado un caso de éxito a nivel regional y comarcal haciendo palanca desde una actividad para el desarrollo de toda una comarca.
El impacto de la actividad agraria de Cartagena, desarrollado por el profesor del Villar, desde el punto de vista social, medioambiental y económico en la región pone de manifiesto que el regadío del Campo de Cartagena genera un Valor Añadido Bruto de casi 2.800 millones de euros anuales, el 37% del PIB de la comarca, y emplea a 47.400 trabajadores a tiempo completo.
La clave del éxito en este caso, según del Villar, está en la verticalización de toda la cadena de valor y el desarrollo de toda una industria auxiliar que ha hecho de la agricultura «un caso de monocultivo económico en España, generando una dependencia regional o local’ afirma el profesor. Es parecido a los que pasa en Baleares o Canarias, donde el turismo supone un 35 o 40% de la actividad económica».
La idea de un agricultor en un tractor se había transformado, con un modelo de integración vertical, en un empresario con negocios internacionales, gracias a la innovación en todas las fases del proceso productivo.
Por último Luis Juana (Catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, UPM) ha incorporado la variable energética en la sostenibilidad del uso del agua para uso agrario y ha señalado que el ahorro de agua y energía deben ir de la mano y el riego debe ser homogéneo y optimizado sin que haya pérdidas ni déficit y para ello debemos obtener riegos uniformes.
En lo que se refiere al consumo energético en los últimos quince años la modernización de los regadíos ha necesitado incorporar gran cantidad de energía para la captación, transporte y distribución del agua a los cultivos. Esta transformación ha convertido al sector del regadío, que ocupa el 20% de la superficie cultivada en España, en el preponderante con casi el 60% de la producción final agraria.


Al mismo tiempo se está avanzando rápidamente en la mejora de la eficiencia en el uso del agua, que se ha reducido un 21% desde 1950, una reducción que debe ponerse en relación con la mayor intensidad de energía aportada al agua de riego que ha crecido desde 1950 en un 1.800%:
«Los nuevos enfoques del uso de los recursos naturales a que nos obliga el cambio climático, y de manera más amplia la sostenibilidad, aconsejan introducir los balances energéticos del regadío, la huella hídrica y energética» y para hacer del regadío una actividad sostenible exige no solo ahorrar en los consumos de agua sino que esta reducción debe ir de la mano de la reducción de los consumos energéticos. Para ello plantea la organización de turnos para la optimación energética de redes colectivas del riego a presión.
