Los espacios urbanos son uno de los escenarios más importantes de la lucha contra el cambio climático. Proyectos como RESCCUE buscan aumentar la resiliencia de las ciudades mediante la modelización de grandes cantidades de datos que permiten encontrar las mejores soluciones frente a desastres como las inundaciones



La lucha contra la emergencia climática y la mejora de nuestras ciudades para hacerlas más sostenibles son dos caras de la misma moneda. Actualmente, el 54% de la población mundial vive en ciudades, una proporción que aumentará hasta el 66% para 2050, por lo que es imposible imaginar una transición ecológica que no esté basada en la transformación urbana. Una sincronía que casualmente se evidencia en la agenda internacional de esta semana, cuando con justo siete días de diferencia se celebran el Día Mundial contra el Cambio Climático (24 de octubre) y el Día Internacional de las Ciudades (31 de octubre).
Pero la relación entre cambio climático y ciudades va mucho más allá de esta anecdótica efeméride. Por un lado, está la mitigación: si bien solo cubren el 2% de la superficie de la Tierra, las grandes urbes son responsables de más del 70% de las emisiones de gases de invernadero totales, razón por la que la descarbonización es un asunto prioritario para muchos ayuntamientos. Pero además de ayudar a frenar el calentamiento global, las metrópolis deben preocuparse también de adaptarse a sus consecuencias para poder proteger a sus habitantes de los terribles efectos de eventos climáticos extremos como las olas de calor, las sequías o las inundaciones.
Sin embargo, para hacer frente a los riesgos es necesario primero conocerlos bien. Ese es precisamente el objetivo de RESCCUE (acrónimo en inglés de Ciudades Resilientes Contra el Cambio Climático), un proyecto transfronterizo que ha contado con financiación europea y la participación e investigación del español Centro Tecnológico del Agua (Cetaqua). En concreto, mediante RESCCUE se recaban y analizan una enorme cantidad de datos meteorológicos, que se cruzan con proyecciones climáticas generales y permiten modelizar el clima de una ciudad. Es decir, mediante una serie de herramientas y metodologías, es posible anticiparse para ayudar a que los espacios urbanos sean más resilientes a eventos climáticos extremos.


“La idea es obtener conocimientos que permitan entender los riesgos a los que las ciudades se enfrentan, para que luego esto se pueda plasmar en una planificación por parte de los ayuntamientos en las que se lleve a cabo una serie de medidas para la adaptación al cambio climático”, explica Eduardo Martínez-Gomariz, jefe de proyecto en Cetaqua. Es decir, se crea un modelo mediante el cual es posible saber cuáles van a ser los impactos futuros del clima en una ciudad concreta y luego se utiliza para planificar en consecuencia.
El proyecto RESCCUE basa sus resultados en tres casos de estudio (Bristol, Barcelona y Lisboa), seleccionados tanto por representar diferentes desafíos en términos de construcción de resiliencia urbana como por su fuerte participación en iniciativas de adaptación. De hecho, las tres forman parte selección del programa 100 Resilient Cities, financiado por la Fundación Rockefeller. Además, las tres ciudades identificaron los riesgos relacionados con el agua como cruciales en su análisis, una característica común que permitió un mejor desarrollo de la metodología del proyecto.
De la proyección futura a la adaptación presente
Según explica Martínez-Gomariz, RESCCUE se conformó en tres fases. Primero, se hicieron las proyecciones climáticas tanto a nivel europeo como de ciudad para ver exactamente a qué se enfrentaban, trabajo para el que contaron con el apoyo experto de Fundación para la Investigación del Clima. Unas proyecciones que, después, se cruzan con las realidades climáticas de cada ciudad analizada gracias a los datos proporcionados por las autoridades municipales, obteniendo finalmente un modelo que permite trazar la evolución futura de los diferentes riesgos.
“Por ejemplo, en Barcelona nos centramos mucho en la parte de inundaciones y de descargas del sistema de saneamiento. Para ello, mapeamos las áreas en las que había inundaciones: las zonas más críticas para los peatones, las zonas donde las inundaciones puedan desencadenar la pérdida de estabilidad de vehículos…”, explica este investigador. “El objetivo es calcular cuál es el incremento de riesgos en este futuro, de acuerdo con estas variables ya calculadas inicialmente y dejar claro qué es lo que pasará si no hacemos nada”, asegura.
Desde luego, los resultados de RESCCUE evidencian que la inacción climática a la hora de adaptar la ciudad no es una opción. A pesar de que no se espera que la precipitación media sufra cambios, las lluvias extremas sí aumentarán en las tres ciudades analizadas y lo mismo ocurre con las marejadas ciclónicas, que serán más frecuentes principalmente debido al aumento medio del nivel del mar. Además, se espera que las sequías meteorológicas sean más frecuentes, especialmente en Barcelona y Lisboa, donde también los eventos relacionados con la temperatura sufrirán un aumento notable, multiplicando drásticamente las olas de calor y las noches tropicales.


En este sentido, el análisis de inundaciones, tratado a través de drenaje urbano, modelos de inundaciones de mareas y ríos, y un conjunto de modelos acoplados, fue un problema común en las tres ciudades de RESCCUE, con la resiliencia a estos excesos de agua como una de sus preocupaciones más críticas en un contexto de cambio climático. Por eso las modelizaciones se llevaron a cabo teniendo en cuenta diferentes escenarios de adaptación que permitían priorizar unas estrategias sobre otras.
“Se crean mapas en los que se ve qué ventajas tendría cada medida de adaptación, viendo de forma numérica la eficiencia que pueden tener según la ciudad”, explica Martínez-Gomariz, que apunta que el modelo permite a los ayuntamientos designar políticas prioritarias también según su coste y beneficios secundarios. “Por ejemplo, las zonas verdes no ayudan solo a drenar el suelo y prevenir inundaciones, sino que también ofrecen co-beneficios como la mejora de la calidad del aire, la renaturalización de espacios urbanos o incluso el aumento del valor de las propiedades”, expone el investigador de Cetaqua.
Un modelo exportable
Gracias a estos tres casos de estudio, el equipo responsable de RESCCUE ayudó a las ciudades participantes a priorizar políticas climáticas. En Barcelona, los resultados de la investigación condicionaron no solo el plan climático de la ciudad, que se ha actualizado en gran medida teniendo en cuenta las proyecciones de RESCCUE, sino que también ha tenido un impacto en la licitación del plan director de la red de alcantarillado. De hecho, éste tiene ahora un enfoque pionero en el mundo al basarse en la evaluación de los riesgos que las inundaciones puedan tener en las calles.
También en Bristol y Lisboa las partes interesadas decidieron centrarse en la mejora de la resistencia de la ciudad frente a inundaciones pluviales y fluviales. Pero el mayor aporte de RESCCUE no está en sus resultados concretos para estas tres urbes, por mucho que hayan tenido un importante impacto en sus políticas de adaptación. Y es que los desarrolladores del proyecto han sido capaces de crear un modelo que extrapolable a cualquier ciudad que quiera avanzar en resiliencia, gracias a una página web que puede servir a cualquier ayuntamiento del mundo como herramienta para la adaptación.
En concreto, se han desarrollado varias guías sobre los diferentes paquetes de trabajo de RESCCUE con el objetivo de explicar a los usuarios finales, que no son otros que todas las corporaciones municipales del mundo, los resultados más relevantes. Estos materiales sintetizan los resultados clave de cada etapa del proyecto en un formato atractivo y fácil de entender y sirven para presentar una hoja de ruta sobre cómo aplicar la metodología RESCCUE en diferentes ciudades.


“El concepto es bastante sencillo, aunque lo que haya detrás sea muy complejo”, apunta Martínez-Gomariz, dejando claro que RESCCUE tendrá un impacto significativo en el sector de la resiliencia urbana en Europa porque las metodologías y herramientas desarrolladas para permitir la evaluación, planificación y gestión de la resiliencia de la ciudad se pueden utilizar fácilmente en otros lugares. Y eso que el proyecto aún no ha dicho su última palabra: aunque la primera fase con las tres ciudades piloto se dio por finalizada en 2020, desde el equipo investigador aseguran que su intención es conseguir financiación europea de nuevo para continuar expandiendo y mejorando su fiabilidad utilizando otros casos de estudio.
Por no hablar de las posibles áreas de estudio y colaboraciones que han surgido de RESCCUE y que podrían encontrar continuidad muy pronto. Por ejemplo, en el contexto del proyecto se estudió cómo afectaban las inundaciones al transporte subterráneo, ya que las interrupciones al servicio del metro están siendo cada vez mayores en ciudades como la propia Barcelona. “Es un tema que no ha sido estudiado y que tiene mucho recorrido”, explica Martínez-Gomariz. Y es que, en cuestiones de resiliencia urbana, la mayor parte del trabajo de adaptación climática está todavía por hacer.
