En 2018, la BBC publicaba una investigación que hacía saltar todas las alarmas en Bangalore. Y es que, al igual que pasaba en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), esta metrópoli india aparecía como una de las 11 ciudades del mundo que más riesgo corría de quedarse sin agua potable en un futuro inminente. El motivo estaba en el rápido crecimiento de la urbe, que por la importancia del sector tecnológico es conocida como el Silicon Valley de la India y ya es la cuarta ciudad más poblada del país. Al no acompañar este crecimiento de políticas integrales de gestión hídrica, la falta de previsión se ha traducido en cientos de miles de personas sin acceso a agua potable y amenazaba con ahogar la expansión de la ciudad.
Sin embargo, esta espada de Damocles parece estar alejándose cada vez más de las cabezas de los habitantes de Bangalore gracias a una combinación de tradición e innovación difícil de encontrar en cualquier otro lado del mundo. Por un lado, la autoridad pública estatal (la composición territorial de la India es federal) ha cerrado alianzas con empresas de agua para aumentar la cantidad de agua que se bombea desde el río Cauvery, situado a más de cien kilómetros, lo que supondrá una auténtica proeza a nivel de ingeniería.
Pero, sobre todo, desde la colaboración entre la sociedad civil y diversas empresas privadas nació Biome Environmental Trust, una entidad local que ha sido la responsable de poner en marcha un proyecto que rescata técnicas ancestrales para solucionar el problema local del agua: la excavación de nada más y nada menos que un millón de pozos de lluvia. Una tarea hercúlea cuyo objetivo declarado no es solo el de facilitar el acceso al líquido elemento a toda la población de Bangalore, sino que busca empoderar a los conocidos como manu vaddars, artesanos que llevan cientos de años construyendo estos pozos.


Es, sin duda, un regreso a los orígenes. Hasta la llegada del colonialismo británico y la introducción de los sistemas de cañerías en 1896, la gran mayoría de las ciudades indias se valían de pozos de lluvia o de sondeo para el suministro de agua, y Bangalore no era una excepción. Sin embargo, los acuíferos de esta urbe se han ido agotando ante el rápido crecimiento demográfico y la abundante lluvia que se deposita en la época de monzones no sirve para recargarlos. Sobre todo, porque el avance de aceras pavimentadas y calles asfaltadas, que ahora recubren la gran mayoría del suelo urbano, impiden que las precipitaciones se filtren al subsuelo.
La tradición al rescate
Un pozo abierto o de lluvia es simplemente un agujero en el suelo que permite el acceso al agua subterránea en el nivel más superficial. Y, a diferencia de los pozos de perforación, permiten explotar acuíferos que solo reciben agua cuando la lluvia se filtra hacia ellos y que son por lo tanto recargables. Es decir, con la técnica tradicional india de construcción de pozos, se es más respetuoso con el medio ambiente al mantener intacto el nivel freático.
Además, a largo plazo, se puede garantizar con mayor facilidad la seguridad hídrica de la ciudad, porque las corrientes subterráneas en muchas áreas del distrito urbano de Bangalore están contaminadas por aguas residuales, contaminación industrial y altos niveles de nitrato.
Pero construir estos pozos abiertos no es tan sencillo. Su excavación, reparación y mantenimiento es una ocupación altamente especializada y llena de peligros. De hecho, los manu vaddars se adentran en el subsuelo armados con poco más que una pala y el consejo de un anciano trabajador, que les ayuda a practicar una técnica que ha sido transmitida de generación en generación. Pero esta estrategia casi minimalista permite crear nuevos pozos o arreglar antiguos en poco tiempo y por relativamente poco dinero.


Por el momento, y más allá de los temas de seguridad hídrica, el proyecto del millón de pozos ya ha servido para ayudar a solucionar en Bangalore un problema enquistado en el conjunto de la sociedad india: la vulnerabilidad de los trabajadores del agua y el saneamiento. Habitualmente pertenecientes a la casta más baja, estos trabajadores, que emigran con frecuencia de zonas rurales donde dejaron a su familia, la tierra y un mayor estatus social, reciben muy poca dignidad, remuneración e incluso formación básica. Pero su incalculable trabajo para acceder al agua potable está permitiendo mejorar su situación.
“Esta comunidad es bastante hábil. Un equipo de cuatro personas puede terminar fácilmente el trabajo en un día. Por ejemplo, un solo trabajador ha participado en la construcción de unos 5.000 pozos de recarga en unos años. El trabajo definitivamente ha aliviado sus vidas a través de una fuente estable de ingresos, al mismo tiempo que reducen silenciosamente el problema del agua de Bangalore”, asegura Chitra K. Vishwanath, uno de los fundadores del proyecto de millón de pozos, al medio local The Better India. En concreto, el coste de una de estas excavaciones oscila entre los 400 y 1.000 dólares, según el diámetro de la infraestructura.
Accesibilidad como clave del éxito
La accesibilidad del proyecto es clave para su éxito. Todos los residentes de Bangalore pueden contribuir al movimiento del millón de pozos, porque no se requieren demasiados recursos de infraestructura ni mucha inversión. Además, si se lograra el objetivo, no solo se solucionaría en gran medida el problema del abastecimiento de agua de la ciudad, sino que además se ayudaría a resolver el de las inundaciones en época de lluvias: con un millón de pozos, se eliminaría el efecto de la pavimentación y se lograría que entre un 50 y 60% de las precipitaciones acabasen en los drenados acuíferos de la urbe.
“Con el avance del proyecto a lo largo de los años, hemos podido observar cómo los pozos acuíferos de la zona están resucitando gradualmente, lo que ayudará en la creación de bancos de agua subterránea en toda la ciudad. Si se construyen un millón de pozos y estos pozos se distribuyen por todo Bangalore, se evitarán las inundaciones urbanas, se recargarán los acuíferos y se permitirá la seguridad hídrica de la ciudad”, resume Vishwanath.
Sin embargo, y a pesar de que el proyecto del millón de pozos está teniendo un impacto muy positivo en la sociedad de Bangalore, su velocidad de implantación es insuficiente para las necesidades de la urbe, que sigue creciendo gracias a su polo tecnológico sin que importe demasiado la situación hídrica. Por eso, la autoridad pública estatal ha decidido ampliar también el volumen de agua que se recoge del lejano río Cauvery y se bombea hasta la urbe, con el objetivo de casi triplicar los volúmenes actuales de 775.000 metros cúbicos de agua potable por día a más de 2,35 millones.


Para ello, se ampliará en los próximos años el complejo de agua TK Halli, situado a 95 kilómetros al sur de la ciudad de Bangalore y que absorbe por tubería de gravedad el agua desde el río Cauvery, que se encuentra a 20 kilómetros de las instalaciones, para luego tratar y bombear el agua potable hasta la capital tecnológica india. En teoría, el proyecto, que está siendo desarrollado por SUEZ con financiación india y japonesa, se convertirá en una de las mayores operaciones de infraestructura hídrica de los últimos años en Asia y estará finalizado en 2023.
Mientras tanto, el trabajo de los manu vaddars tendrá que continuar. Y es que, en cualquier caso, la autoridad pública de aguas de Bangalore ha dejado claro que ambos proyectos son complementarios. Desde el año pasado, exige estructuras obligatorias de recolección de agua de lluvia y recarga de agua subterránea en cada casa y comunidad, un auténtico espaldarazo al proyecto del millón de pozos que sin embargo requerirá de grandes esfuerzos para hacerse realidad.