La variabilidad climática del pasado propició la desaparición de muchas ciudades que, a pesar de contar con sistemas eficientes de gestión del agua, no pudieron adaptarse a los nuevos escenarios hídricos. Ahora, un grupo de expertos cree que se debería aprender del destino de estas urbes para sobrevivir al cambio climático



Una sólida narrativa que conecta las ciudades de las culturas tropicales del sur de Asia, el sudeste asiático y Mesoamérica versa sobre que su declive estuvo marcado por una intensa variabilidad climática, con el agua como protagonista.
Según un reciente estudio que aborda el tema, la pronunciada estacionalidad de las lluvias, común en ambas regiones tropicales, estimuló la evolución paralela de grandes y elaborados sistemas de gestión del agua, tangibles en términos de infraestructura material, como la transformación sistemática del paisaje.
“En Angkor, en la actual Camboya, se terraformaron paisajes boscosos enteros para crear campos delimitados para la labranza húmeda fija del arroz, mientras que los mayas crearon extensos sistemas de campos de humedales canalizados policulturales y paisajes en terrazas. En cualquier caso, si bien los sistemas de captación de agua destruyeron los servicios ecosistémicos iniciales, terminaron por mejorar el capital natural y los servicios en una variedad de escalas”, escriben los autores.El problema de aquellos sistemas, continúan, es que dependían enormemente de la estabilidad del ciclo del agua regional. En el momento que este se vio alterado y generó fenómenos extremos, como sequías e inundaciones, se fueron abandonando cada vez más núcleos urbanos en favor de pequeñas urbes situadas en el interior.
En Angkor, por ejemplo, la variabilidad climática de los siglos XIV y XV coincide con la evidencia arqueológica de daños en la red de gestión de agua que, en consecuencia, deterioraron el suministro de agua y la productividad agrícola de la ciudad.
“Este daño físico está específicamente asociado con inundaciones severas y delimitado por dos episodios de sequía que probablemente interrumpieron el sistema de gestión del agua y aumentaron su vulnerabilidad a la repentina aparición de los años húmedos del monzón”, explican los autores.
En el caso de los mayas, los autores no tienen claro una estrecha relación entre el abandono de las ciudades y la variabilidad climática relacionada con el agua dado el historial de ocupación humana en la región. De hecho, los autores exponen que muchos centros mayas tenían una eficiente red de abastecimiento de agua que podían tolerar grandes cambios climáticos, por lo que piensan que los factores sociopolíticos, como las guerras, cultura o la sobreexplotación del recurso, podría haber exacerbado los impactos climáticos hasta el desastre.
En cualquier caso, señalan que estas respuestas al estrés climático, sobre todo en lo que al agua se refiere, son de vital importancia para preparar el mundo moderno a medida que el cambio climático se vuelve más tangible en nuestras sociedades.
“Estos casos históricos de colapso urbano enfatizan que la inversión a largo plazo y a gran escala en la resiliencia del paisaje, como mejorar el almacenamiento y la retención de agua, mejorar la fertilidad del suelo y asegurar la biodiversidad, puede permitir que las comunidades urbanas y rurales toleren mejor los períodos de estrés climático”, señalan los autores.
“A menudo pensamos en estos eventos históricos como desastres, pero también tienen mucho que enseñarnos sobre la persistencia, la resiliencia y la continuidad frente a la variabilidad climática”, concluyen.
