Tras varios días de intensa actividad sísmica, el 19 de septiembre de 2021 la isla de La Palma, la Isla Bonita, vio con terror cómo una inmensa columna de humo, que luego se convertiría en explosión de lava, comenzaba a salir del volcán de Cumbre Vieja.
La erupción, que duró hasta el 13 de diciembre y se dio por extinguida oficialmente el día de Navidad, cubrió de lava unas 1.221 hectáreas de terreno y ganó 50 hectáreas nuevas al mar.
Las cifras del desastre son escalofriantes: 1.676 edificaciones afectadas por las coladas, 7.000 evacuados durante la crisis, 8.506 seísmos acumulados, daños por valor de 907 millones de euros, 370 hectáreas de cultivos perdidos, 73 kilómetros de vías públicas cubiertas por la lava, una columna eruptiva de 8.500 metros, coladas de hasta 70 metros de espesor y 2 teragramos de dióxido de azufre emitidos. Y una cifra positiva: cero víctimas mortales.
Como siempre, en las dificultades brilló el trabajo y la resiliencia de todo un pueblo. La Palma se unió para ayudar, para acoger a los desplazados, para limpiar una ceniza que llenaba cada centímetro de la isla. 85 días de trabajo sin descanso de administraciones y empresas para que los servicios esenciales no se vieran afectados por la complicada situación.
Una de las primeras preocupaciones fue, sin duda, el agua. La actividad volcánica puede ser una importante fuente de contaminación del preciado recurso ya que, cuando los flujos provenientes del volcán alcanzan masas de aguas superficiales o subterráneas, los gases disueltos y las partículas sólidas arrastradas pueden afectar la calidad del recurso.
Afortunadamente, La Palma tiene la particularidad de no disponer apenas de agua superficial y todo su abastecimiento proviene de los cinco acuíferos que hay en la isla. Esta característica resultó ser una verdadera suerte para preservar la seguridad del recurso.
Canaragua, empresa del grupo Agbar y gestora del ciclo integral del agua en la capital de la isla, Santa Cruz de la Palma, y los municipios de Breña Alta y Tazacorte, comenzó desde el minuto uno a trabajar para proteger las masas de agua, asegurar su calidad y la prestación continua del servicio.
Tazacorte, con 4.575 habitantes, fue uno de los municipios, junto a El Paso y Los Llanos de Aridane, afectado directamente por las coladas. La lava llegó al mar precisamente en la zona costera de este pueblo palmero.


Los primeros días de la erupción, cuando aún no había llegado la lava a Tazacorte, se realizaron simulaciones del recorrido de las coladas con datos del programa Copernicus de la Agencia Espacial Europea, el Cabildo de La Palma y el Instituto Geográfico Minero Español (IGME) contemplando diferentes escenarios que presentaron una imagen muy aproximada a lo que finalmente ocurrió.
La empresa reforzó el equipo humano en el municipio y planificó el cierre de válvulas de las redes de agua. “En una primera fase se cerraron tres válvulas antes de que llegara la lava para que no hubiera problemas posteriores. Se actuó bastante rápido”, recuerda Ana Rodríguez, responsable de Calidad del Agua y Laboratorios de Canaragua y empresas filiales en Canarias. “Se previó el cierre de otras cinco válvulas en el caso de que la lava avanzara hacia la dirección norte, y la instalación de una válvula cerrada si aumentaba la afección, pero afortunadamente no fue necesario”, explica.


De los 53 kilómetros de redes gestionados por Canaragua en el municipio de Tazacorte, solo se vieron afectados 14 kilómetros, el 26,8% de la red, al verse sepultadas por la lava o quedar fuera de servicio por estar rodeadas de las coladas en su camino hacia el mar. El servicio se vio afectado para 593 habitantes, el 12,9% de la población de Tazacorte, y hubo 334 contratos afectados, el 13% del total. Los terrenos sepultados por la lava eran principalmente zonas agrícolas pero también afectó a algunas zonas residenciales. El resto del municipio y su principal núcleo urbano se pudo abastecer de agua sin incidencias.


“La prioridad de Canaragua fue preservar el único depósito que abastece a Tazacorte, el de Las Rosas, e impedir a toda costa la entrada de cenizas volcánicas. Lo que se hizo fue cerrar automáticamente todos los respiraderos del depósito y controlar diariamente el sellado del tanque. Se realizaba cada día una limpieza de la cubierta para que el peso de las cenizas no pusiera en peligro la estabilidad estructural del depósito”, explica Rodríguez.
Además de estas medidas, se realizaron análisis diarios para comprobar que el agua no se había visto afectada en ningún momento.
“Canaragua dispone de un laboratorio en la isla, en Breña Alta, así como de equipos de medida en campo y medios humanos para realizar estos trabajos, lo que nos permitió actuar rápidamente. Se realizaron diariamente análisis in situ en siete puntos de muestreo: la entrada y la salida del depósito de Las Rosas, y los acuíferos que suministran a Santa Cruz de La Palma y Breña Alta”, señala la responsable de Calidad de Agua y Laboratorios.
Además de los análisis de campo, se realizaron análisis en laboratorio de manera diaria de la entrada del depósito y, hasta un mes después del comienzo de la erupción, en la salida del depósito, cuando que se aseguró que no había diferencia de calidad entre los dos puntos de muestreo. Las masas de agua subterránea se analizaban también en laboratorio semanalmente así como diariamente en campo.
Los parámetros básicos a analizar en campo y en laboratorio fueron conductividad eléctrica, pH (para controlar la acidificación del agua, temperatura, cloro libre residual y turbidez. Además, mensualmente se analizaban en laboratorios del grupo Agbar en la Península parámetros complejos como metales, dioxinas y furanos (por la quema de los plásticos de los invernaderos), o radiactividad, entre otros.


“Afortunadamente, todos los parámetros básicos se mantuvieron estables a lo largo del proceso eruptivo y sin cambios con respecto a los valores originales, y en los análisis de parámetros complejos no se detectó ninguna anomalía. Tampoco se observó contaminación en los acuíferos”, explica Ana Rodríguez.
“Gracias a que tenemos el laboratorio en la misma isla pudimos hacer un seguimiento continuo de los distintos parámetros y mantenernos alerta y listos para actuar en caso necesario. Además, nuestro laboratorio prestó soporte técnico al laboratorio de Sanidad en La Palma cuando fue requerido. La coordinación de todos, empresas gestoras del agua, Cabildo y Consejo Insular de La Palma, autoridades sanitarias, autoridades locales… fue una constante y todos ayudábamos en lo que podíamos”, explica la responsable de Calidad del Agua y Laboratorios de Canarias.
Además del control en el abastecimiento de agua, la gestión de las redes de saneamiento también fue un desafío. “La ceniza volcánica fue un gran problema. La red de alcantarillado y la red de pluviales es unitaria en Tazacorte por lo que se hizo una labor muy intensa para prevenir posibles obstrucciones a causa de las cenizas, sumadas a las toallitas y la lluvia”, afirma Rodríguez.
El refuerzo del mantenimiento preventivo, la limpieza de imbornales y de redes para evitar incidencias dio sus frutos y no se produjeron problemas reseñables. Estas tareas se realizaron no solo en Tazacorte, sino también en la capital, Santa Cruz de La Palma, y Breña Alta.


Coordinación desde Dinapsis
El éxito de las operaciones durante esos tres meses fue una combinación del compromiso de todo el equipo de La Palma y de la coordinación que se llevó a cabo desde el Hub Operativo de Dinapsis Canarias, con sedes en las islas de Tenerife y Gran Canaria.
“En el hub operativo de Dinapsis, donde gestionamos más de 300.000 órdenes al año, intentamos dar soporte a la explotación en unos momentos muy duros para los compañeros de La Palma”, comenta Federico Cuyás, director de Dinapsis Canarias. “Desde este ‘pequeño Gran Hermano’ que todo lo ve, pudimos aglutinar toda la información desde los diferentes departamentos para poder mostrarla de una manera coherente y que todo el mundo estuviera informado en todo momento de lo que estaba ocurriendo”, explica.
Desde Dinapsis se monitorizó día a día el estado de los servicios, aspectos cuantitativos sobre almacenamiento de agua y demandas de Tazacorte, Santa Cruz de la Palma y Breña Alta, supervisión del almacenamiento y de la autonomía, parámetros de la calidad del agua y continuidad de los aportes. “Todos nos volcamos para dar soporte a los compañeros. Fueron días en los que tuvimos muchísimas incidencias y Canaragua desvió medios desde otras islas para poder hacer frente a la avalancha de trabajo que había”, explica Cuyás.
“Todos los sistemas de automatización que tenemos en la isla son vitales siempre, pero en una situación de este tipo más aún. Todos los equipos extremaron los cuidados para que no fallara nada, se estuvo pendiente de cualquier incidencia por si había que levantar los sistemas sobre la marcha para garantizar el servicio”, recuerda.


Para el director de Dinapsis Canarias “fueron momentos muy complicados. Estudiando todas las posibilidades que mostraban las simulaciones, todos muy comunicados, todos muy atentos a lo que pasaba. La información tiene que fluir muy rápido en una situación como esta. Todo el trabajo de prevención que hacemos normalmente, establecer planes de continuidad para distintas incidencias, te otorgan una experiencia y un conocimiento que hace que los equipos se adaten rápidamente a cualquier circunstancia que pueda ocurrir”.
Dinapsis prestó un apoyo muy importante, “ayudamos en lo que pudimos”. Pero si algo tiene claro Federico Cuyás es que “la respuesta de los compañeros de La Palma fue para quitarse el sombrero, espectacular. La parte humana, en momentos que sobrepasan emocionalmente, es de la que más se aprende. Ver cómo se involucraron, siendo conocedores de que trabajan en un servicio público y gestionan un recurso tan necesario para la población como el agua en momentos como aquellos. El compromiso de todos fue increíble”, concluye.
Pendiente de recibir ayudas económicas de la Península y la Unión Europea, la isla de la Palma ya está en plena reconstrucción. Se instalan casas prefabricadas para acoger a los desplazados, se estudia la utilización de las cenizas para la agricultura y la construcción, se ponen en marcha nuevos planes de ordenación urbana… Renacer de las cenizas para seguir viviendo y disfrutando de uno de los paraísos que nos regala el planeta, asegurando que el agua no faltará en la Isla Bonita.
