El país caribeño vive su peor crisis humanitaria de los últimos años debido a la violencia y la falta de acceso a servicios básicos como el agua y el saneamiento, que intensifica los efectos de la pandemia y podría empeorar aún más con la llegada de la temporada de huracanes



La crisis humanitaria en Haití es cada vez más grave. El país caribeño vive una tormenta perfecta en la que el aumento de la violencia y el acceso limitado al agua potable, la salud y la nutrición, sumados a la interrupción que ha supuesto la pandemia de coronavirus para muchos servicios de educación y protección están planteando serios problemas a la población local, que acaba de contemplar como su presidente Jovenel Moïse moría en un tiroteo en su casa y ahora espera con temor la llegada de la temporada de huracanes. La situación es tan precaria que el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) ha dado esta semana la voz de alarma pidiendo una solución para los al menos 1,5 millones de niños (uno de cada tres menores de 12 años del país) que necesitan ayuda urgente para sobrevivir en un entorno de carencias y violencia creciente.
“Cuando las pandillas luchan en la calle y las balas vuelan, es difícil llegar a las familias más vulnerables con estos suministros que salvan vidas. A menos que se otorgue un paso seguro a las organizaciones humanitarias, miles de niños afectados seguirán con poca o ninguna asistencia”, ha explicado Bruno Maes, representante de Unicef en Haití. Es más, el cooperante no duda en señalar que la vida de muchos niños depende exclusivamente de la ayuda humanitaria, ya que es la única forma que tienen muchos haitianos de acceder a servicios básicos como el agua y el saneamiento o para proveerse de artículos esenciales como vacunas, medicinas y alimentos terapéuticos.
Desde principios de año, la situación humanitaria de las familias haitianas se ha deteriorado mucho y sólo en el primer trimestre se incrementaron un 26% las hospitalizaciones de niños con desnutrición aguda grave, con respecto al año anterior. Para empeorar el panorama, en junio estallaron los enfrentamientos entre grupos armados en algunas zonas de Puerto Príncipe, provocando incendios y otros daños en cientos de viviendas que han motivado, de acuerdo con los datos de la ONU, que desde entonces más de 15.000 mujeres y niños hayan abandonado sus hogares en la capital y la periferia.
Además, los casos de COVID-19 van en aumento y para fines de junio se habían registrado más de 18.500 infecciones y 425 muertes, siendo Haití además el único país de toda América al que no ha llegado una sola dosis de la vacuna. Es más, según Bruno Maes «es probable» que la violencia de las pandillas en Puerto Príncipe y sus alrededores retrase aún más la llegada de estas necesarias defensas contra el coronavirus y haga que su distribución en todo el país sea aún más complicada, un retraso que «pone en peligro la vida de cientos de personas”.
Y es que a la falta de vacunas y medicamentos se suman las condiciones de hacimiento de gran parte de la población de Haití y las graves carencias en cuanto a instalaciones de saneamiento e higiene, que hacen casi imposible incluso uno de los gestos más necesarios contra el covid: lavarse las manos. De hecho, el país caribeño tiene la peor tasa de acceso a servicios WASH de toda América: según el Programa Conjunto de Monitoreo para el Abastecimiento de Agua, el Saneamiento y la Higiene, una base de datos mundial gestionada por la OMS y Unicef, apenas el 22% de los haitianos tiene acceso a instalaciones básicas de higiene personal.
Un problema enquistado
Es importante reiterar que, en términos de infraestructura de agua y saneamiento, Haití es el país más desatendido de América. Y es que, aunque las condiciones de base no eran buenas, la situación se volvió aún más crítica después de que el terremoto de 2010 destruyera gran parte de la infraestructura existente lo que provocó que, entre 1990 y 2015, la proporción de la población con acceso a agua potable disminuyó del 62% al 52%. Un descenso que lo convierte en el país de todo el mundo que más ha empeorado en cuanto al Objetivo de Desarrollo Sostenible 6, agua y saneamiento para todos, desde que se tienen registros. Hoy en día, más de la mitad de la población rural del país todavía carece de acceso a agua potable, mientras que solo alrededor de un tercio de los haitianos tiene acceso al saneamiento básico.


Estos problemas de agua y saneamiento, además de suponer un importante obstáculo a la supervivencia diaria de millones de haitianos, tiene un efecto directo sobre la salud de la población de este país caribeño. La falta de tratamiento de aguas residuales ha ayudado a que Haití tenga una de las tasas de incidencia de cólera más altas del mundo: según datos del Ministerio de Salud Pública y Población, entre octubre de 2010 y diciembre de 2018, 819.000 personas mostraron signos de la enfermedad y 9.700 murieron, lo que convierte a Haití en uno de los países más afectados por el cólera. Y, aunque ahora se considera que esta enfermedad está bajo control, las posibilidades de reaparición son «altas» según alerta Unicef.
Además, el agua contaminada por falta de tratamiento es también una de las principales causas de enfermedades infantiles y la tasa de mortalidad infantil muy alta en Haití (57 por cada 1000 nacimientos). Un problema enquistado que exigirá de una importante inversión en ayuda al desarrollo en los próximos años: Unicef ha solicitado para este 2021 48,9 millones de dólares para aliviar las necesidades humanitarias de 1,5 millones de personas en Haití, incluidos más de 700.000 niños, pero hasta ahora sólo ha recibido el 31% de los fondos requeridos.
