El agua y el saneamiento, dos elementos claves cuya gestión obró el milagro que convirtió Cartagena de Indias en una ciudad próspera y vibrante donde los turistas disfrutan y en la que sus ciudadanos gozan de una calidad de vida plena



Cartagena de Indias es una de las ciudades más hermosas de Colombia, con una privilegiada localización en la costa norte, sobre una de las más maravillosas masas de agua del planeta: el mar Caribe. Tiene una población que ronda el millón de habitantes, y un puerto comercial, turístico e industrial de gran relevancia.
Es una ciudad moderna, que ha ido creciendo y proyectándose con sugerentes edificaciones que se fusionan armónicamente con la naturaleza que las rodea y con sus raíces históricas.


Fue declarada Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1984, gracias a la conservación de sus barrios del siglo XIX, y por poseer una de las mayores fortificaciones coloniales de América del Sur. Se convertía así en el primer territorio colombiano que pasaba a formar parte de esta lista.
Sin embargo, el privilegiado conjunto arquitectónico y la belleza de sus paisajes no siempre estuvo acompañado de un idóneo nivel de calidad de vida, en cierta medida debido a la falta de acceso a agua potable y saneamiento adecuados.
A comienzos del siglo XX, los problemas de salubridad entre la ciudadanía, causados entre otros motivos por la carencia de infraestructuras adecuadas que asegurasen un óptimo suministro de agua potable, provocaron demandas sociales de obras y proyectos que permitieran mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Los primeros intentos impulsados para solucionar este crítico escenario fracasaron, al igual que lo hizo la empresa pública de servicios municipales de Cartagena -creada en la década de los 60- y que no consiguió resolver las desigualdades en el acceso al agua, los cortes de agua, o la implantación de un sistema de tratamiento de aguas residuales.
Todo ello provocó que la Administración local optase por la entrada de un operador privado, y fue así como en 1995, con el impulso del Banco Mundial, surgió Aguas de Cartagena (Acuacar), una compañía cuyo capital se reparte entre el Ayuntamiento (50%), que conserva además la titularidad de los activos (tuberías, acueductos, alcantarillas, etc.), la Sociedad General de Aguas de Barcelona (con un 45,9%), y el 4,1% restante entre accionistas minoritarios.
Este proyecto de colaboración público-privada comenzó a ofrecer resultados de manera inmediata, y el reto que se presentaba como insuperable en 1995 -dotar de abastecimiento de a agua potable a la ciudadanía- se encuentra claramente superado, y Cartagena puede presumir ahora de contar con una cobertura del suministro de agua que supera el 99%, y una cobertura de alcantarillado que supera 94%.
Un cambio de operador que obró el milagro de Cartagena en muchos más aspectos que la gestión del agua, y que permitió convertirla en una ciudad próspera y vibrante, donde cartageneros y turistas pueden disfrutar de una calidad de vida plena.
Agua como elemento transformador de las dinámicas sociales


No fue fácil para los gobernantes municipales de Cartagena de Indias asumir, en los años 90, que era imprescindible apostar por un cambio en el operador de la gestión del agua. Habían sido años de continuos fracasos, y se temía por un nuevo descalabro.
Sin embargo, esta decisión, junto con la de invertir en el servicio de agua y saneamiento como pilar básico e imprescindible para el desarrollo de la urbe, se ha demostrado absolutamente esencial para el mantenimiento y progresivo crecimiento de una de las principales fuentes de ingresos de la ciudad colombiana: el turismo y las industrias asociadas a éste.
Y es que las inversiones asociadas a la red de infraestructuras de aguas no solo han permitido la mejora del servicio y su gestión más eficiente y sostenible, sino que además han conseguido cambiar dinámicas sociales y la forma de vida de los ciudadanos.
Ahora éstos tienen una conciencia mucho mayor en torno a la necesidad de preservar un recurso escaso, especialmente en un contexto de cambio climático como el actual; de apoyar una adecuada gestión de los recursos hídricos, que permita además desarrollar planes de estímulo económico, una mayor eficiencia en los sistemas de producción agrícola y el desarrollo socioeconómico local; o de convertirse en partícipes de la propia gestión, a través de su participación en mesas y comités constituidos entre las instituciones y la operadora.
A ello sin duda han contribuido planes como los impulsados por Acuacar en el barrio de Villa Hermosa, un asentamiento constituido hace más de 20 años en un territorio muy cercano a la zona industrial de Cartagena, donde gracias a la gestión articulada de la empresa, el Ayuntamiento, y el apoyo de la Agencia de Cooperación Española, se consiguieron recursos para ejecutar un proyecto que conectará a cerca de 1.500 familias al sistema de acueducto y alcantarillado de la ciudad.


Proyecto que además irá acompañado por un Plan de Gestión Social con el objetivo de impulsar el desarrollo local de la comunidad, y con el que, entre otros, implementará programas de formación para los habitantes y lanzará programas de apoyo para las iniciativas productivas generadoras de ingresos, que permitirán mejorar la situación socioeconómica de Villa Hermosa.
El ejemplo en el barrio de Nelson Mandela
El barrio de Nelson Mandela es otro asentamiento urbano donde tradicionalmente se conjugó pobreza y contaminación ambiental. Con una población cercana a los 40.000 habitantes, cerca del 80% de las familias que lo conforman son familias desplazadas por el conflicto armado.
Hace apenas diez años, este barrio contaba con una cobertura de alcantarillado del 15%, situación que obligada a sus moradores a construir pozas sépticas en sus viviendas, o a verter directamente las aguas residuales y heces a las calles, arroyos naturales, terrenos baldíos o basureros satélites, lo que provocaba la proliferación de enfermedades infecciosas, especialmente en la población infantil.
Este escenario se agudizaba en épocas de lluvias, debido a la emisión de gases, y al recorrido de los lixiviados por las calles, lo cual intensificaba el problema de la insalubridad, aumentando además las enfermedades respiratorias agudas, enfermedades diarreicas, y enfermedades de la piel.
Sin embargo, la situación actual dista mucho de la narrada, porque un proyecto impulsado por Aguas de Cartagena y la Agencia Española de Cooperación Internacional, consiguió transformar radicalmente la vida de los 40.000 residentes en el barrio de Nelson Mandela, gracias a la implantación de un sistema de alcantarillado que consiguió mejorar sustancialmente las condiciones de salud, especialmente las de la población infantil, que ya no se encuentra expuesta a los vertidos de aguas residuales.
Una mejora esencial en la calidad de vida de sus habitantes gracias a la infraestructura del agua urbana, pero que además se vio acompañada de una vertiente social muy significativa, porque como en el barrio de Villa Hermosa, Aguas de Cartagena también impulsó en el Nelson Mandela proyectos de desarrollo socioeconómico y formativos para los habitantes (suministro de alimentación y uniforme; capacitación de los habitantes en educación, convivencia, emprendimiento y liderazgo comunitario; reducción de la desigualdad de género; campañas de sensibilización en el uso racional del agua y para el buen uso del sistema de alcantarillado, etc.)
La gestión social del agua


El agua, más allá de ser un elemento esencial para la vida de la sociedad, también se ha convertido en uno de los principales articuladores de las iniciativas que generan desarrollo social en Cartagena, gracias a la labor desarrollada por el operador de agua urbana, que ha vertebrado en torno al líquido elemento numerosos programas de gestión social con las comunidades.
Así, durante el año 2020, Aguas de Cartagena organizó talleres, encuentros con líderes comunitarios, jornadas ambientales, etc. en los que participaron más de 30.000 personas, y en las que, bajo el paraguas de promover el uso eficiente, el ahorro de agua, el adecuado uso del servicio de alcantarillado, o el cumplimiento de la legalidad, se pretendía aportar en la constitución de una ciudadanía conocedora de sus derechos y deberes.


También impulsó la habilitación de puntos de encuentro comunitario para la integración y el bienestar, y con iniciativas como “Me la juego por mi barrio” – que recibió además el premio nacional como mejor práctica en Desarrollo Sostenible, por apostar por el ODS 10–, promovió la habilitación de espacios donde incentivar la sana convivencia a través del deporte y la recreación, aportando al cierre de la brecha social -por ejemplo, en el Corregimiento de Puerto Badel, se recuperó el parque principal, la cancha polideportiva y una amplia zona verde, y se reconstruyeron dos edificaciones destinadas al encuentro de las organizaciones de base comunitaria, sitios todos ellos utilizados para reuniones, capacitaciones y actividades culturales-.
Bajo la misma sombrilla de integración social y desarrollo comunitario, destaca el proyecto de inversión social enfocado en mujeres cabeza de hogar impulsado en el corregimiento de Rocha, vecinos a la fuente de captación del acueducto de Cartagena, a través del cual diferentes grupos de mujeres van aprendiendo el oficio de la panadería.
Y es que una de las máximas de la labor desarrollada por Aguas de Cartagena ha sido promover el valor social como principio de integración, cercanía y confianza en cada una de las comunidades donde tiene presencia, aportando de esta manera al desarrollo sostenible de la ciudad.