Tras dos largos años en los que la pandemia y la economía han acaparado todas las miradas, este fin de semana la emergencia climática volverá a la primera plana mundial. La inauguración de la Cumbre del Clima COP26 de Glasgow (Reino Unido) supone una enorme oportunidad no solo de buscar un acuerdo global para frenar el cambio climático, sino la ocasión para impulsar de nuevo la Agenda 2030 y volver a caminar por la senda de la resiliencia y el desarrollo sostenible que se frenó bruscamente con el coronavirus. Pero, más allá de la difícil negociación diplomática que se plantea y de la que según la ONU depende en gran medida el futuro de la humanidad, el arranque de la COP26 este año tiene una particularidad: coincide en el tiempo con el Día Mundial de las Ciudades, que se celebra este domingo 31 de octubre.
Esta coincidencia va mucho más allá de la casualidad: las ciudades son el principal escenario de la lucha climática, ya que, si bien solo cubren el 2% de la superficie de la Tierra, son responsables de más del 70% de las emisiones de gases de invernadero totales, razón por la que la descarbonización es un asunto prioritario para muchos ayuntamientos y todo el tejido empresarial y asociativo que trabaja en ciudades.
Pero no solo son protagonistas a nivel de mitigación, sino que también deben ser la principal preocupación a la hora de planificar la adaptación a los efectos ya existentes del cambio climático. Olas de calor, inundaciones, tormentas, sequías… Muchas urbes del mundo ya sufren en sus carnes fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, motivo por el que sus autoridades se están poniendo manos a la obra para transformar sus estrategias de planificación y edificación. El nuevo paradigma climático implica que una ciudad moderna y resiliente no debe limitarse solamente a organizar el mapa urbano, sino que debe integrarlo mucho mejor en la naturaleza al tiempo que lo protege de cualquier posible emergencia.
Esto significa que, en cualquier estrategia urbana verde, la renaturalización y digitalización de las infraestructuras juegan un papel enorme, sobre todo en el fundamental aspecto hídrico. Actualmente, las infraestructuras verdes abarcan una gran variedad de prácticas de gestión del agua, como plantaciones urbanas, techos verdes, jardines absorbentes y otras medidas que capturan, filtran y reducen las aguas pluviales. Al hacerlo, no solo se mejora la calidad y cantidad del agua, limitando los efectos de la sequía, sino que se reduce la virulencia de las inundaciones, además de limitar la escorrentía contaminada que puede llegar desde las calles y alcantarillas al subsuelo, dañando acuíferos, ríos y océanos.


Grandes ciudades como Berlín o Londres ya han apostado por este nuevo urbanismo integrado a través de lo verde. Por ejemplo, en el centro de la capital de Alemania, en la famosa Potsdamer Platz donde solía estar la frontera entre el este y el oeste, se han creado una serie de depósitos y canales para evitar inundaciones, cumplir objetivos ecológicos y mejorar la vida urbana. Y en la ciudad del Támesis tienen el London Wetland Centre, un humedal urbano que se extiende sobre 42 hectáreas y tiene múltiples beneficios para la ciudad, incluyendo la promoción de la biodiversidad e incluso la mejora de la salud mental. Pero no hace falta irse tan lejos para encontrar buenos ejemplos de resiliencia urbana: basta con mirar atentamente a la Región de Murcia, donde una empresa del sector del agua, Hidrogea, está haciendo grandes esfuerzos para crear ciudades adaptadas a los extremos hídricos.
Las ciudades murcianas como ejemplo de resiliencia
Murcia es una comunidad autónoma que tiene una relación ambivalente con el agua. Aunque el líquido elemento es la base de su famosa huerta y por ende de gran parte de su economía a través de la agricultura, esta zona pegada al Mediterráneo ha sufrido durante mucho tiempo tanto largas sequías como devastadoras inundaciones, un problema que además se está intensificando cada vez más como consecuencia del cambio climático. “La región está sujeta históricamente a un estrés hídrico estructural importante. Hemos vivido numerosos ciclos de sequía con episodios de menor o mayor intensidad que incluso llegaron a provocar restricciones severas. Además, estamos sufriendo lluvias extremas torrenciales que provocan siempre incidencias en las ciudades», explica Juan José Alonso Sanz, consejero delegado de Hidrogea, que considera que “una ciudad resiliente es una ciudad que, ante una crisis medioambiental es capaz de anticiparse, enfrentarse y recuperarse con el menor impacto posible.”
En este sentido, esta empresa de servicios urbanos de agua de Murcia ha situado la adaptación en el centro de su estrategia, aliándose con diversos ayuntamientos para crear ciudades verdaderamente resilientes a las inundaciones y las sequías. Y es que cada vez más urbes de la comunidad han decidido apostar por la colaboración público-privada como motor de transformación para adaptar su territorio urbano a los extremos hídricos que el cambio climático hace cada vez más frecuentes.


“La ciudad debe ser más inteligente y sostenible donde las tecnologías de la información y la comunicación permitan conectar con las personas, disponer de soluciones que nos permitan hacer seguimiento de eventos meteorológicos extremos como climatología o lluvias intensas, pero también la calidad del aire, incluso movilidad. En Hidrogea tenemos las herramientas tecnológicas necesarias para monitorizar, anticipar y ayudar a la toma de decisiones”, apunta Alonso.
Por un lado, para mitigar los efectos de la sequía, el objetivo es sobre todo en la mejora de la eficiencia hídrica, que en Murcia es de hecho una de las más altas de España. “Procuramos tener diferentes fuentes de abastecimiento con una combinación de pozos, aguas superficiales, agua desalada y agua del trasvase”, asegura Alonso. Una diversificación que se completa con recursos propios como las aguas regeneradas a través de la depuración y que permite asegurar el suministro incluso cuando hay escasez de precipitaciones.
Por otro, está el tema clave de las inundaciones. “Tratamos de proteger las ciudades y hacerlas más resilientes al riesgo de inundación gracias a la construcción de redes separativas que permitan conducir el agua bajo tierra y no por escorrentía superficial, con los daños y riesgos que esto provoca”, explica Alonso, que apunta que este tratamiento separado sirve además “para que no haya desbordamientos que puedan afectar al medio receptor por la contaminación que arrastrarían”. Además, la empresa trata también el agua de lluvia gracias a balsas de laminación y tanques de tormenta, lo que permite a su vez reutilizarla en las zonas verdes de las propias ciudades, cerrando el círculo de los extremos hídricos.
Es más, el enfoque resiliente de Hidrogea se traduce también en un abastecimiento asegurado de agua incluso en la peor de las situaciones. Este mismo septiembre, las lluvias torrenciales provocaron una rotura en la línea general a pesar de la cual se consiguió mantener la continuidad del servicio. Acciones de mantenimiento como la previsión de almacenar agua en los depósitos hasta su máxima capacidad permitieron la hazaña, mientras que gracias al telemando se pudo localizar digitalmente la rotura en tiempo real, permitiendo actuar con más rapidez y exactitud.


“En Águilas sí que se dio el caso de una lluvia fuerte que no estaba prevista, no había actividad alarmante y nos pilló totalmente por sorpresa. Pero como había una buena planificación con el plan director, pues la red era más resiliente y había más alternativas”, asegura Francisco José Balsalobre, gerente de Hidrogea.
Un enfoque integrado
Pero las acciones de Hidrogea en Murcia no se limitan a la gestión hídrica en sí, sino que en algunas ciudades han adoptado un enfoque integrado en el que infraestructuras verdes y agua se complementan para mejorar la adaptación climática. El mejor ejemplo de esto es Cieza, donde la colaboración entre la empresa y el ayuntamiento abarca, además de los servicios urbanos de agua, la gestión de los espacios verdes y la limpieza viaria. Gracias a este enfoque, la planificación urbana y la gestión de infraestructuras se integran en una hoja de ruta que permite cumplir con diferentes Objetivos de Desarrollo Sostenible.
“Al final lo que pretendemos es regenerar y renaturalizar el arbolado existente. Tenemos pilotos puestos en marcha de zonas verdes en cada calle que reducen las aguas de escorrentía, reduciendo la carga de los colectores y aportando humedad al suelo y los árboles. Además, consumen menos agua de riego”, explica Manuel Martín Lozano, gerente de Aguas de Cieza. De hecho, la integración de diferentes servicios permite a la ciudad y la empresa alcanzar al mismo tiempo distintos tipos de objetivos: permeabilidad de suelos, diversidad de especies, protección de hábitat y planificación contra las inundaciones.


El plan no solo tiene un aspecto hídrico: también se ha apostado por aumentar la superficie de sombra de Cieza para luchar contra las cada vez más frecuentes olas de calor. “Lo que se pretende es introducir la vegetación dentro de la ciudad”, apunta Martín, que añade que la renaturalización permite comunicar además ciertos barrios más vulnerables a nivel social con el resto del núcleo urbano mediante infraestructuras verdes.
“Las grandes ciudades están todas recorriendo está nueva senda de gestión del arbolado público. Antiguamente se podaba mucho y se quitaba altura y eso está cambiando completamente, como demuestran proyectos pioneros como el de Cieza”, zanja Martín, que recuerda además la apuesta porque las zonas verdes estén por debajo del nivel de las calles como cambio importante que también permite luchar contra las inundaciones.


La apuesta de Cieza no es la única. En otra ciudad murciana, Alcantarilla, un proyecto europeo de colaboración público-privada LIVE está creando un piloto de senda ciclable y peatonal con tres niveles de financiación: europea, municipal y privada. “El proyecto CityAdap3 llevará elementos tanto de drenaje urbano sostenible para evitar inundaciones como de vegetación para prevenir la formación de isla de calor, fomentando un tránsito más sostenible entre el núcleo urbano y el polígono industrial”, explica Balsalobre. Es decir, se adopta otro enfoque integrado que va mucho más allá de lo puramente hídrico para entrar de lleno en la adaptación, la mejora de la salud ambiental y la movilidad sostenible.
Eso sí, el trabajo no finaliza aquí. “Debemos ir pensando y proyectando actuaciones más verdes que permitan al ciudadano disfrutar cada vez más de su entorno, de la naturaleza, de la ciudad”, comenta Alonso, que apunta que el objetivo de Hidrogea es expandir sus alianzas a otras urbes de Murcia para mejorar su resiliencia, pero defiende la universalidad de su proyecto. “Es el modelo que debemos seguir para que los núcleos donde va a vivir el 80% de las personas del planeta sean capaces de adaptarse a las circunstancias extremas y cada vez más habituales a las que están sometidas causando el menor perjuicio posible a los ciudadanos”, asegura. Y es que no sólo hay que fijarse en las grandes capitales para encontrar buenos ejemplos de urbanismo resiliente: también es posible encontrar inspiración en Murcia.
