Las actividades físicas acuáticas están de moda. Y la razón la avalan los expertos: la infinidad de beneficios que transmite el agua como escenario de nuestros ejercicios frente a la práctica deportes más tradicionales al aire libre



Existen multitud de definiciones para el término “salud”, aunque tal vez la que más se aproxima es la aportada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el Preámbulo de su Constitución de 1948 que afirma que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
Para muchos se trata de una definición que nada contracorriente de la tendencia reduccionista actual del concepto y que, entre otras cosas, deja entrever el vital papel que ejerce el ejercicio físico para alcanzar ese estado y que desde hace décadas ha quedado impregnado en esa máxima que dicta “mens sana in corpore sano”.
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“La actividad física contribuye a la prolongación de la vida y a mejorar su calidad, a través de beneficios fisiológicos, psicológicos y sociales, que han sido avalados por investigaciones científicas”, señalan desde el ministerio.
En la actualidad, existen infinidad de actividades físicas que pueden ayudarnos a alcanzar ese óptimo estado de salud dependiendo de nuestras cualidades físicas. Sin embargo, para los expertos, aquellas que se realizan en el medio acuático son las únicas capaces de ofrecer “importantes ventajas para el desarrollo de salud” por aunar unas características que permiten su puesta en marcha en cualquier tipo de usuario, tanto como herramienta de prevención como de progreso.
En bebés, diversos estudios han demostrado que los ejercicios acuáticos y las terapias relacionadas con este medio son capaces de potenciar el desarrollo de las áreas sensoriales, cognitivas y motoras “gracias a su similitud con el entorno del útero materno”.
En niños, el agua puede funcionar además como “pequeños ecosistemas para producir intercambios sensoriales y consolidar las relaciones sociales”. Para los más adultos, otros estudios aseguran su enorme potencial para el mantenimiento de la actividad cardiovascular, respiratoria y locomotora, así como del sistema nervioso y, con él, la capacidad del equilibrio y la memoria.
La razón de esta enorme cantidad de beneficios reside en la intrínseca relación entre la salud humana y este recurso, por un lado, y a las cualidades que presentan nuestros cuerpos en torno al agua, como la alta composición de agua, por el otro.


Históricamente, las antiguas civilizaciones romana y griega recurrían frecuentemente al agua en sus famosas termas y balnearios, no solo por motivos de higiene, sino también por motivos terapéuticos, sin olvidarnos que incluso los fenicios le daban gran importancia como elemento purificador y de vida.
En Europa, las denominadas “aguas de baño” fueron el centro de viajes de miles de europeos que buscaban desconectar, practicar deporte o “mejorar su salud”, tal y como resalta la Agencia Europea del Medio Ambiente (Aema), en uno de sus estudios.
Precisamente, en ese mismo trabajo resalta que no fue hasta mediados del siglo XIX, y en concreto hasta mediados del XX, cuando este tipo de actividades en el medio acuático despegaron definitivamente gracias a la mayor infraestructura al servicio de estas actividades y una mayor demanda de actividades menos agresivas para adoptar un estilo de vida saludable a cualquier edad.
Agua, un elemento inigualable
En la actualidad, el convencimiento de la utilización de las actividades acuáticas como medio de desarrollo de la salud es cada vez mayor como respuesta a nuestro conocimiento sobre él. En consecuencia, este saber ha derivado en una gran proliferación de actividades que, en cualquier caso, se basan prácticamente en seis pilares que son los que otorgan al agua su posición como medio predilecto.
El principio de flotabilidad, temperatura, tensión superficial, la resistencia, la presión y la fuerza hidrodinámica son los principales condicionantes de las actividades acuáticas
“Por ejemplo, un individuo de 80 kilos cuando está sumergido casi por completo desplaza un volumen de agua de unos 76 kilos. Por lo tanto, se siente como si pesara menos de 4kg”, exponen los expertos. Esta sensación facilita el movimiento de los cuerpos pesados, restando carga a la columna vertebral y favoreciendo la relajación.
Los ejercicios que implican un mayor uso de la flotabilidad, además, mejoran la capacidad de resistencia aeróbica y queman más grasa almacenada. Todo ello sin involucrar del mismo modo las articulaciones que, en el caso de las personas mayores, son más sensibles a los impactos de la actividad física.
“Por todo ello, cualquier persona puede realizar actividades acuáticas sin importar la edad, el estado de forma o sus posibilidades de movimiento. Además, este desplazamiento del agua tiene una serie de características que se pueden utilizar dependiendo del tipo de limitaciones que tengan las personas con las que se trabajan”, subrayan los expertos.
Del mismo modo, otros factores como la temperatura o la tensión superficial del agua ayudan a las personas a aumentar de manera más eficiente la masa muscular, así como incrementar la circulación o incluso reducir la palidez cutánea. Sin mencionar tampoco que mientras se hacen los ejercicios se reduce considerablemente el riesgo de sufrir lesiones.
En cualquier caso, no dejan de ser indicadores del impacto de las actividades acuáticas dentro la salud y calidad de vida de las personas, demostrando una vez más que el agua es el mejor escudo que tenemos para cobijar a nuestra salud en su conjunto de todos los malos que acechan.
