Los actuales ritmos de producción y consumo no permiten garantizar la disponibilidad de agua en un futuro, y más teniendo en cuenta el actual contexto de cambio climático. Por ello, las entidades deben comenzar a interesarse en conceptos como el de huella hídrica



La comunidad científica internacional cada vez se muestra más confiada en afirmar que la temperatura media de la Tierra sobrepasará irremediablemente en la década del 2030 la ambiciosa barrera de los 1,5 grados Celsius expuestos hace ya cinco años en el Acuerdo de París.
Una barrera que no solo nos acerca a un escenario donde las intensas olas de calor y las altas temperaturas se convertirán casi en una norma, sino uno en el que el sistema climático terrestre quedará gravemente alterado, y con él el ciclo del agua al que está supeditado.
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Hablar de cantidad también es, en cierto modo, hablar de calidad, tal y como detalla la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en sus informes, pues el calor que afectará a las pequeñas reservas de agua, así como las sequías y las repentinas inundaciones, propiciará la aparición de contaminantes en el agua.
Como aditivo a esta extraña receta, tanto la ONU como otras entidades internacionales informan de que la demanda de agua aumentará a un ritmo constante del 1% anual, siguiendo la tendencia que ha presentado este indicador años atrás.
Para esas organizaciones, la razón de este crecimiento se puede explicar gracias al acusado crecimiento demográfico y desarrollo económico que, entre otras cuestiones, sirven como combustible para el mayor consumidor de agua de este mundo: el sector alimentario.
En la actualidad, la producción agrícola acapara el 70% del consumo del agua total, una cifra que aumentará, según un estudio de la Universidad de Alabama, considerablemente para mediados de siglo. En concreto, los expertos de la institución creen que la producción agrícola deberá aumentar en un 50% para el 2050, y su demanda de agua entre un 20% y un 30%, elevando así la significativa huella hídrica (verde, azul y gris) actual del sector cifrada en más de 8.000 kilómetros cúbicos anuales.


“Algunos autores han señalado que sería imposible satisfacer la demanda alimentaria en el 2050 con el actual ritmo de crecimiento de la producción de alimentos. Para salvar los déficits, se necesitarían mayores tierras de cultivo y, con ello, elevar los impactos ambientales que queremos evitar”, argumentan los expertos de la Universidad de Alabama.
En este sentido, el problema que señalan los autores del estudio radica en que solo el 67% de la cosecha que se produce se destina satisfacer directamente la demanda humana. El cultivo restante se destina a la alimentación animal -24%- y a la producción de bioenergía -9%-.
De hecho, desde la plataforma Red de Huella Hídrica (Water footprint Network, cuyo fundador acuñó el término de huella hídrica) se informa de que para producir un kilo de carne de res se necesitan de media unos 15.300 litros de agua, ya que se precisa satisfacer la demanda de agua del forraje utilizado en la alimentación del animal, cereales y la propia agua para beber. Todo ello sin contar que no se tienen en cuenta métricas de huellas hídricas grises o el tipo de producción que se ha utilizado para procurar la carne.
A estas cifras habría que añadir otra gran variable: el desperdicio de comida. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), a finales de la década pasada la huella hídrica azul del desperdicio total de alimentos mundial se situó en 250 km3, lo que supuso una cantidad 38 veces superior a la huella hídrica azul de los hogares estadounidenses y 3,6 veces más la huella hídrica azul total de ese país.
“En términos de volumen, representa casi tres veces el volumen del lago Ginebra, o la descarga anual de agua del río Volga”, subraya la FAO.
Llegar al neutro
En vista de las proyecciones lanzadas por los científicos, la necesidad de comenzar nuestro proceso de adaptación a esta nueva realidad, y cumplir con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la Agenda 2030 y estrechamente relacionados con el agua, precisa alcanzar la huella hídrica neutral.
Para La Red de Huella Hídrica, alentar para el cumplimiento de esa meta serviría para crear conciencia sobre la población, a la par de que ayudaría a estimular medidas que reduzcan nuestro uso de agua e impulsen el reparto justo del recurso hídrico. Sin embargo, son conscientes de que se trata de un término “engañoso”.
“En muchas ocasiones se puede reducir el consumo de agua a través de mecanismos como la reutilización. Sin embargo, algunas actividades como el cultivo de alimentos siempre necesitarán agua, incluso habiendo optimizado al máximo los procesos de producción. La idea de llegar a la huella hídrica neutral, por ejemplo en la alimentación, no debe pasar por anular completamente el uso del agua, sino por el de ahorrar agua siempre y cuando sea posible”, argumentan desde la Red de Huella Hídrica.
En cierto modo, ese ideal podría llegar a conseguirse cambiando costumbres o hábitos de consumo. En el supuesto de la alimentación, existen numerosos estudios que abogan por abrazar dietas tan variadas como la mediterránea que, en comparación con la dieta establecida en los Estados Unidos, supone un ahorro de 1.629 litros de agua por persona y día.


No obstante, para alcanzar realmente ese cambio de paradigma es necesario que las empresas -sobre todo aquellas que trabajan en el sector agroalimentario- empiecen a apostar por él para que tomen medidas concretas que les muestren los volúmenes de huella hídrica corporativos y estrategias que les encaminen por la senda de la neutralidad.
En España, el portal digital EsAgua funciona como el espacio de reunión de todas aquellas entidades que reclamaban un área común con información disponible relativa al uso sostenible del agua dulce y del empleo de indicadores de sostenibilidad como el la propia huella hídrica.
“La red EsAgua nace para promover el uso sostenible y eficiente del agua en el tejido empresarial español y entre las administraciones públicas para que todas ellas avancen dentro de esta línea. Es un ejemplo más de las alianzas que deben forjarse entre distintos actores en consonancia con la agenda 2030 y ese Objetivo de Desarrollo Sostenible número 17”, indica Naiara Sáenz, responsable de la red EsAgua.
Gestionada por entidades con experiencia dentro del mundo de la huella hídrica, como la propia Red de Huella Hídrica Mundial o el centro tecnológico de Cetaqua, EsAgua también ejerce una doble función al dar visibilidad a las acciones concretas de las empresas destinadas a reducir la huella hídrica.Esto es de vital importancia para las empresas, pues con el paso de los años, los consumidores tienen cada vez más en cuenta los valores intangibles empresariales, como la sostenibilidad, a la hora de elegir qué productos consumir.
“EsAgua se enmarca en la estrategia de sostenibilidad de las empresas, proporcionando visibilidad a las acciones enfocadas a reducir su huella hídrica. Esta estrategia permite obtener beneficios en tres ámbitos distintos: ambiental -al reducir su impacto-, económico -al aumentar su eficiencia- y reputacional -al solidificar sus compromisos y expectativas-“, declaran desde EsAgua.
Por ejemplo, fruto de esas alianzas y del intercambio de conocimientos se obtuvo Aquaprint, una herramienta de cálculo de doble huella ambiental que permite a las organizaciones del ciclo integral del agua en el área metropolitana de Barcelona (AMB) contar con un marco metodológico de referencia para autocalcular la huella de carbono y huella hídrica de su actividad.
“Esta calculadora es el resultado de la fusión de los proyectos Carboweb (herramienta de Aigües de Barcelona para el cálculo de la huella de carbono) e Hidroweb (desarrollado conjuntamente por Aigües de Barcelona y Cetaqua con el objetivo de incorporar a Carboweb una calculadora de huella hídrica), convirtiéndose así en una herramienta de cálculo de doble huella ambiental”, señalan desde EsAgua.
Así pues, esta novedosa herramienta presenta distintas ventajas y beneficios tanto a Aigües de Barcelona como a la ciudadanía de la ciudad condal al identificar los parámetros que más impactan sobre el medio ambiente y, por lo tanto, en la salud de las personas.
A pesar de su relevancia, la herramienta de Aquaprint no se presentan como el único caso de éxito, sino que dentro de la red EsAgua existen decenas de supuestos similares, como el de la empresa minera Matsa.
Estela González, supervisora del servicio de aguas de Matsa, relata que entrar en la red les ayudó a comprender el concepto de huella hídrica y a encaminar las anteriores acciones que estaban llevando a cabo dentro de su actividad en sintonía con lo expuesto en el término.
Al fin y al cabo, como indica la supervisora, el agua no solo es la base de su actividad -una de las que más agua consumen-, sino de la vida en general, por lo que seguir tratando a este recurso como un bien ilimitado solo nos llevaría hacia un futuro sin futuro.
