La disponibilidad, calidad y cantidad de agua se sitúan entre la espada y la pared debido al efecto combinado del aumento de la demanda del recurso, el cambio climático y las actividades humanas, según el informe sobre el desarrollo de recursos hídricos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
De seguir apostando por este frenesí de excesos, las proyecciones más optimistas apuntan a que el 52% de la población mundial podría vivir a mediados de este siglo en zonas con un alto nivel de estrés hídrico en las que el agua, más que derecho humano, se considerase un auténtico privilegio solo al alcance de los más desarrollados.
El presente tampoco dista de esos hipotéticos escenarios. Por ejemplo, el estado insular de Tuvalu ya sufrió problemas relacionados con el suministro de agua en el 2011 cuando las lluvias desaparecieron del mapa durante seis meses. Según los datos del informe de la ONU, aproximadamente el 13% de su población se quedó sin acceso al agua dulce durante todo ese tiempo. Y no es único ejemplo ni el más cercano, ya que nuestro país es, de hecho, uno de los más recurrentes a la hora de mostrar los actuales y futuros estragos de esta crisis hídrica.
«No adaptarse al cambio climático no sólo pone en peligro la realización del ODS 6 relacionado con el agua, sino que también pone en riesgo la consecución de casi todos los demás ODS»
“Los retos de desarrollo, erradicación de la pobreza y sostenibilidad están intricadamente entrelazados con los de mitigación y adaptación al cambio climático, sobre todo gracias al agua. Habida cuenta del papel que juega el agua en la mitigación y adaptación al cambio climático, el agua podría ser el eslabón que une los ODS y los marcos de políticas como el Acuerdo de París”, señala la ONU.
En este sentido, las tecnologías disruptivas nacidas de la Cuarta Revolución Industrial están destinadas a servir como palanca de transformación de la sociedad hasta tal punto que algunos autores afirman que su maduración dentro de los sectores clave puede y debe impulsar la consecución de los ODS expuestos en la Agenda 2030.


El ODS 6, relacionado con el agua y saneamiento, es prueba tangible de ello. En algunos lugares del mundo, como en el lago Erhai al sudoeste de China, los avances en tecnología han conducido hacia la posibilidad de utilizar y diversas técnicas de Inteligencia Artificial (IA) dentro de los sistemas de alerta temprana para medir con exactitud los niveles de contaminación de las aguas y establecer estrategias que pongan fin a una lacra que afecta a uno de los países más poblados del mundo.
Una línea similar sugiere la construcción de redes neuronales artificiales para modelar y predecir la presencia de bacterias nocivas en aguas residuales de las ciudades, así como otra serie de aplicaciones innovadoras que abogan incluso por el levantamiento de faraónicas mallas sensoriales que detecten fugas en las infraestructuras hídricas urbanas.
En cualquier caso, son tan solo una muestra del amplio abanico de oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías y que aparecen resumidas en novedoso estudio emitido por el Instituto de Investigación en Data Science and Computational Intelligence (DaSCI), en colaboración con la Real Academia de la Ingeniería (RAI) y la Universidad de Granada, entre otros agentes.


En él, sus autores ponen de manifiesto la capacidad de las tecnologías disruptivas para servir como combustible indispensable para la consecución de los ODS, así como de los otros retos que plantean las sociedades y economías del siglo XXI, en una prueba más para demostrar el enorme impacto y los precipitados cambios que está acarreando esta nueva revolución.
“La inteligencia artificial y las tecnologías digitales que nos rodean están evolucionando y elevando las expectativas globales de desarrollo. De igual forma, estas tecnologías deben constituirse como el motor de las actuaciones para avanzar en la consecución de las metas de los ODS”, señala Antonio Colino, presidente de la RAI.
En lo referido a la consecución del sexto ODS, los autores se ponen de acuerdo en afirmar que el sector hídrico se enfrenta a un futuro prometedor sustentado en la adquisición de enormes cantidades de datos (Big data) con los que los gerentes del servicio podrán administrar sus instalaciones de forma más eficaz.
Por un lado, hablan de la monitorización casi en tiempo real de las instalaciones a través de sensores que puedan recoger datos imprescindibles “para la posterior creación de modelos Big data más precisos que tengan en cuenta una variedad de factores mucho más grande que en las aproximaciones que se han hecho hasta la fecha”.
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Por el otro, mencionan la posibilidad de crear escenarios digitales idénticos -gemelos digitales- a los presentes en el mundo real con los que “experimentar y simular de forma acertada el comportamiento de nuestras instalaciones ante eventos futuros o no contemplados con anterioridad que permitan recabar numerosa información valiosa”.
“Este tipo de modelos suponen una ventaja enorme tanto a la hora de predecir comportamientos anómalos de los sistemas como para prevenir problemas que acontecerán en las distintas partes de nuestro sistema. Además, el hecho de poder realizar simulaciones digitales de los sistemas puede abaratar los costes de los experimentos que deba realizarse para comprobar la validez de posibles nuevas mejoras o cambios en los sistemas”, subrayan en el estudio.
Estas dos vertientes desembocan irremediablemente en una en la que el sector se beneficiará del uso de técnicas de aprendizaje automático que, entre otras cosas, podrán ayudar incluso en la toma de decisiones. Por ejemplo, hablan de técnicas de blockchain con las que conseguir nuevos mecanismos de gobernanza en comunidades hídricas y permitir establecer contratos inteligentes que aseguren que las normas y legislación establecidas se cumplen de manera automática.
Eso sí, todas ellas mencionadas sin olvidar las posibles amenazas y debilidades que pueden surgir y que versan, principalmente, en el coste computacional de muchas de estas técnicas, así como el distinto grado de calidad e interpretación que se puedan hacer de los datos.
En cualquier caso, el éxito de estas tecnologías en el sector del agua solo podrá ser posible gracias a la convergencia de los gobiernos y empresas hacia este objetivo, recorriendo un camino en el que compartan y generen datos con los que se afronten y diseñen proyectos para abordar un problema que es, a su vez, la solución que necesitamos para construir un nuevo mundo.
