Se cumple un año de la erupción del Tajogaite, como se ha denominado al volcán que durante 85 días cubrió de lava más de 1.200 hectáreas de La Palma poniendo a prueba la resiliencia de la isla y sus infraestructuras hidráulicas



Cuando hace 365 días, el suelo de la isla de La Palma se abrió para dejar salir millones de metros cúbicos de magma de las entrañas de la tierra, nada hacía pensar que estaríamos ante la erupción más larga y dañina de las islas afortunadas.
Una erupción esperada, tras días de intensa actividad sísmica, y transmitida en directo durante los ochenta y cinco días en los que la lava cubrió unas 1.200 hectáreas y sepultó en torno a 3.000 edificios públicos y privados palmeros.
Ese 19 de septiembre de 2021, comenzó la erupción del Tajogaite, como se ha bautizado al nuevo volcán, que duró hasta el 13 de diciembre, cambiando por completo el paisaje y el relieve de la isla de La Palma con una nueva montaña de más de 200 metros de altura y 50 hectáreas ganadas al mar en las dos fajanas de lava que creó el cauce de fuego en su camino hacia el océano.
Más allá de estos cambios visibles durante la erupción, los vulcanólogos del IGME-CSIC explican que la isla ya ha avanzado a una segunda etapa, que es muy visible en el subsuelo, con la formación de nuevas redes de drenaje y nuevos cauces de agua, de modo que «este paisaje que se ha formado muy recientemente ya se comienza a erosionar».
La erupción del volcán de Cumbre Vieja es la más larga de las que se tienen noticias en La Palma y una de las más duraderas de las registradas en España, aunque muy lejos aún del Timanfaya, en Lanzarote, que en el siglo XVIII estuvo activo durante seis años.
La erupción, que duró hasta el 13 de diciembre y se dio por extinguida oficialmente el día de Navidad, cubrió de lava unas 1.221 hectáreas de terreno y ganó 50 hectáreas nuevas al mar.
Las cifras del desastre son escalofriantes: 1.676 edificaciones afectadas por las coladas, 7.000 evacuados durante la crisis, 8.506 seísmos acumulados, daños por valor de 907 millones de euros, 370 hectáreas de cultivos perdidos, 73 kilómetros de vías públicas cubiertas por la lava, una columna eruptiva de 8.500 metros, coladas de hasta 70 metros de espesor y 2 teragramos de dióxido de azufre emitidos. Y una cifra positiva: cero víctimas mortales.
El papel de la ciencia en esta crisis volcánica fue fundamental. En este periodo de tiempo intervinieron 528 científicos acreditados y 1.000 personas del dispositivo de Emergencias que cubrieron las diez evacuaciones, con 7.000 personas afectadas y seis confinamientos.
El agua de La Palma a prueba de erupciones
Una de las primeras preocupaciones fue, sin duda, el agua. La actividad volcánica puede ser una importante fuente de contaminación del preciado recurso ya que, cuando los flujos provenientes del volcán alcanzan masas de aguas superficiales o subterráneas, los gases disueltos y las partículas sólidas arrastradas pueden afectar la calidad del recurso.Afortunadamente, La Palma tiene la particularidad de no disponer apenas de agua superficial y todo su abastecimiento proviene de los cinco acuíferos que hay en la isla. Esta característica resultó ser una verdadera suerte para preservar la seguridad del recurso.
Sin embargo el volcán de La Palma llegó a destruir todas las canalizaciones del Valle de Aridane por el paso de las coladas, que hoy se recuperan con la construcción de 16 kilómetros de nuevas conducciones, que permiten llevar unos 4.000 metros cúbicos de agua al día para el abastecimiento tanto de las zonas urbanas, núcleos y zonas agrícolas desabastecidas.
Fundamental para todo este proceso ha sido el trabajo de previsión que ya las semanas previas a la erupción y ante los informes técnicos que sugerían lo que estaba por venir, desde el Consejo Insular de Aguas comenzaron los estudios sobre las actuaciones a desarrollar en los diferentes posibles escenarios.
Entre ellos, la construcción de la estación de bombeo de Las Cuevas, muy cerca de la Caldera de Taburiente, una de las intervenciones fundamentales para poner en marcha ese proceso de recuperación hídrica. De esta forma, la obra ha posibilitado trasladar el agua desde la zona de Aduares, en la vertiente este de La Palma, hasta las zonas afectadas al sur de las coladas de lava.


Canaragua, empresa del grupo Agbar y gestora del ciclo integral del agua en la capital de la isla, Santa Cruz de la Palma, y los municipios de Breña Alta y Tazacorte, comenzó desde el minuto uno a trabajar para proteger las masas de agua, asegurar su calidad y la prestación continua del servicio.
Tazacorte, con 4.575 habitantes, fue uno de los municipios, junto a El Paso y Los Llanos de Aridane, afectado directamente por las coladas. La lava llegó al mar precisamente en la zona costera de este pueblo palmero.
Los primeros días de la erupción, cuando aún no había llegado la lava a Tazacorte, se realizaron simulaciones del recorrido de las coladas con datos del programa Copernicus de la Agencia Espacial Europea, el Cabildo de La Palma y el Instituto Geográfico Minero Español (IGME) contemplando diferentes escenarios que presentaron una imagen muy aproximada a lo que finalmente ocurrió.
La empresa reforzó el equipo humano en el municipio y planificó el cierre de válvulas de las redes de agua. “En una primera fase se cerraron tres válvulas antes de que llegara la lava para que no hubiera problemas posteriores. Se actuó bastante rápido”, recuerda Ana Rodríguez, responsable de Calidad del Agua y Laboratorios de Canaragua y empresas filiales en Canarias. “Se previó el cierre de otras cinco válvulas en el caso de que la lava avanzara hacia la dirección norte, y la instalación de una válvula cerrada si aumentaba la afección, pero afortunadamente no fue necesario”, explica.


De los 53 kilómetros de redes gestionados por Canaragua en el municipio de Tazacorte, solo se vieron afectados 14 kilómetros, el 26,8% de la red, al verse sepultadas por la lava o quedar fuera de servicio por estar rodeadas de las coladas en su camino hacia el mar. El servicio se vio afectado para 593 habitantes, el 12,9% de la población de Tazacorte, y hubo 334 contratos afectados, el 13% del total. Los terrenos sepultados por la lava eran principalmente zonas agrícolas pero también afectó a algunas zonas residenciales. El resto del municipio y su principal núcleo urbano se pudo abastecer de agua sin incidencias.
“La prioridad de Canaragua fue preservar el único depósito que abastece a Tazacorte, el de Las Rosas, e impedir a toda costa la entrada de cenizas volcánicas. Lo que se hizo fue cerrar automáticamente todos los respiraderos del depósito y controlar diariamente el sellado del tanque. Se realizaba cada día una limpieza de la cubierta para que el peso de las cenizas no pusiera en peligro la estabilidad estructural del depósito”, explica Rodríguez.
Además de estas medidas, se realizaron análisis diarios para comprobar que el agua no se había visto afectada en ningún momento.
“Canaragua dispone de un laboratorio en la isla, en Breña Alta, así como de equipos de medida en campo y medios humanos para realizar estos trabajos, lo que nos permitió actuar rápidamente. Se realizaron diariamente análisis in situ en siete puntos de muestreo: la entrada y la salida del depósito de Las Rosas, y los acuíferos que suministran a Santa Cruz de La Palma y Breña Alta”, señala la responsable de Calidad de Agua y Laboratorios.
Además de los análisis de campo, se realizaron análisis en laboratorio de manera diaria de la entrada del depósito y, hasta un mes después del comienzo de la erupción, en la salida del depósito, cuando que se aseguró que no había diferencia de calidad entre los dos puntos de muestreo. Las masas de agua subterránea se analizaban también en laboratorio semanalmente así como diariamente en campo.
Además del control en el abastecimiento de agua, la gestión de las redes de saneamiento también fue un desafío. “La ceniza volcánica fue un gran problema. La red de alcantarillado y la red de pluviales es unitaria en Tazacorte por lo que se hizo una labor muy intensa para prevenir posibles obstrucciones a causa de las cenizas, sumadas a las toallitas y la lluvia”, afirma Rodríguez.
El refuerzo del mantenimiento preventivo, la limpieza de imbornales y de redes para evitar incidencias dio sus frutos y no se produjeron problemas reseñables. Estas tareas se realizaron no solo en Tazacorte, sino también en la capital, Santa Cruz de La Palma, y Breña Alta.


Todo un desafío de la naturaleza para las infraestructuras realizadas por el hombre que, un año después retoman su funcionamiento así cómo la vegetación y la fauna palmera se abren nuevo para devolver el verdor a la isla más bonita aún si cabe.


Un ejemplo de resiliencia palmera representada por el emblemático pino canario que resurge de sus cenizas como especie única en el mundo en una isla sin ríos, tremendamente húmeda por cuyas venas corre clara y limpia el agua.
